Hay personas que duermen con la puerta cerrada del cuarto en todas las épocas del año. En verano para que el frío del aire acondicionado se concentre en la habitación, en invierno para que el frío del exterior de la casa no ingrese. Si nos referimos a esto último, la elección de dejarla abierta o cerrada puede influir en el consumo de energía, el confort térmico y en la cálida del aire que vamos a respirar.
Si se usa alguna fuente de calefacción —ya sea estufa eléctrica, a gas o aire acondicionado en modo calor—, lo más eficiente es cerrar la puerta. Así, el calor se mantiene dentro del ambiente y no se dispersa por el resto de la casa, lo que ayuda a ahorrar energía y a mantener una temperatura más estable durante la noche.
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Sin embargo, no todo es calefacción. También hay que pensar en el aire que se respira. Dormir con la puerta cerrada reduce la circulación y puede hacer que el aire se sienta más cargado, sobre todo si el ambiente no fue ventilado antes. En ese caso, se recomienda abrir las ventanas unos minutos por la mañana para renovar el oxígeno y evitar la humedad.
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¿Conviene más dejar la estufa prendida toda la noche o apagarla?
No es recomendable dejar la estufa prendida toda la noche. Si es a gas, sin salida al exterior, puede intoxicarte con monóxido de carbono. Y si es eléctrica, el consumo energético se dispara y puede haber un sobrecalentamiento. Lo ideal es apagarla antes de dormir.
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