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Claves para fomentar la autoestima positiva en los chicos

La autoestima es el aprecio, el valor y el amor que uno tiene sobre sí mismo. Influye en la personalidad, en la forma de ser, en el comportamiento, en los rasgos de carácter y en la manera que nos relacionamos con los demás.

La licenciada en Psicología, Laura Morrison (MP 17189), especialista en niños y adolescentes, dice que “sea alta o baja, la autoestima tiene gradientes que va desde el estado de ánimo positivo y estable con sentimientos de orgullo y aprecio, a estados de malhumor, irritabilidad, con sentimientos de vergüenza, desprecio e insatisfacción reiteradas.”

En la infancia empezamos a formar el concepto sobre nosotros mismos y la relación con los otros.

La autoestima será la sumatoria de pequeñas experiencias positivas, estimulantes y de reconocimiento de personas significativas y referentes como los padres, los maestros o los líderes.

Es responsabilidad de los adultos favorecer, estimular y desarrollar los sentimientos de autoestima positiva en los niños. Si bien no hay recetas y como se dice: ningún niño trae un manual de instrucciones bajo el brazo cuando nace, “lo que es útil para uno, no es lo indicado para otro”. Esto quiere decir que aprendemos por ensayo y error, observamos, dudamos, preguntamos, intentamos y volvemos a probar.

Claves para fomentar la autoestima de los niños

Cuidar la forma en que les hablamos. Es importante saber que los “los niños son muy sensibles a las palabras, pero sobre todo al tono de voz y a los gestos de los adultos. Reconocen sus estados afectivos en la expresión del rostro que además, les transmiten confianza y seguridad o temor y amenaza”, explica la licenciada. El lenguaje corporal impacta directamente en el área emocional y afectiva y repercute en la autoestima. Podemos verlo cuando nos dirigimos a ellos con voz firme y llamándolos por su nombre completo en vez de usar la forma dulce de su diminutivo. Ellos lo perciben como enojo y falta de amor.

Generar un espacio de diálogo. Es importante hablar con los niños sobre lo que no salió como esperaban dándoles la posibilidad de que ellos reflexionen. “Antes de dormir es un momento propicio para charlar, contar cuentos y aprovechar para conectar emocionalmente con los niños, lejos de las urgencias del día”, dice Morrison.

Manejar las frustraciones

 La frustración es inevitable en la vida y los padres tienen que enseñar al niño cómo funciona el mundo donde hay que aprender a tolerar, resignar y aceptar que no todo es como uno quiere, que no siempre se gana. No es sano evitarles enfrentar desafíos o resolver los problemas por ellos. “Debemos ayudarlos a no ver “catástrofes” donde seguramente puede haber soluciones posibles”, dice la licenciada y sugiere que, en las competencias cuando solo uno gana, es importante ayudarlos a confiar en que, si practica, si entrena y se esfuerza más, tendrá otras oportunidades.

Evitar comparaciones. Debemos gestar el interés de mejorarse a sí mismos y no en comparación con otro. “Respetar y enseñar a valorar las cualidades personales, individuales estimula el amor propio y la confianza en uno mismo. No todos tenemos que ser reconocidos por las mismas cosas”, aclara la especialista.

Ponerles metas alcanzables. Para ayudarlos a crecer y confiar en que sus logros son medidos por sus capacidades, no debemos exigirles lo imposible. “Cuidado con la sobre exigencia desmedida de ideales sobre valorados”, advierte Morrison. Si la vara es muy alta, van a sentir que los logros son insatisfactorios. “La autoestima es esa distancia que hay entre lo que logro y el ideal. A mayor distancia del ideal, menor autoestima”, explica la licenciada.

Incentivar a los niños a arriesgar alimenta su autoestima positiva.
Incentivar a los niños a arriesgar alimenta su autoestima positiva.
Animarlos a ir por más

“El no ya lo tenés”, es una frase que incluso a los adultos nos impulsa a intentar algo. Debemos incentivarlos a arriesgar, a vencer la vergüenza y a enfrentar desafíos nuevos fortalece la autoestima. El lograr metas que resultaban difíciles y animarse a enfrentarlas generan confianza y alimenta la identidad.

Ayudarlos a estar en soledad. Ayudarlos a desarrollar la capacidad de poder entretenerse solos, ya que tolerar el aburrimiento y la incertidumbre despierta la creatividad natural que enriquece el mundo interno. Tratemos de que busquen la manera de hacerlo sin que sea mediante el uso de tablets o celulares.

Conectar con sus deseos. Los verdaderos deseos están relacionados con la profesión elegida en la adultez. Ayudemos a los niños a conectar con lo que les gusta de verdad, teniendo en cuenta que querer no es lo mismo que desear. Dice Morrison que el “yo quiero” satisface una necesidad inmediata, son los famosos berrinches, por lo general vinculados a cosas materiales. El deseo, en cambio, tiene que ver con el ser, con la identidad, con la propia curiosidad de saber, con las propias habilidades y con el talento. Y para eso, los adultos debemos investigar sus gustos, intereses, curiosidades.

Promover actividades físicas. Proponer actividades creativas relacionadas con el cuerpo en acción: jugar al teatro, bailar, dibujar, hacer ejercicios con el cuerpo en movimiento. El producto final tendrá que ver con la identidad. “Incentivar el enriquecimiento del mundo interior que es nuestro único compañero para toda la vida”, dice Morrison.

– Escuchar si en el vocabulario del niño se repiten estas expresiones: “Yo no puedo, yo no sirvo, yo no quiero, tengo miedo, me aburro”.

– Ver si aparece el desgano, la apatía, el cambio de carácter y el malhumor cotidiano.

– Estar atentos a que no se esconda (en ocasiones los niños que se sienten subvalorados suelen tender a “desaparecerse”).

– Controlar lo que come y su peso. Los niños que no pueden exteriorizar su angustia, muchas veces la canalizan en la comida.

– Observar que no se transformen en personas parecidas a los padres (en la forma de peinarse o vestirse).

– Si no hay discusiones, conflictos, confrontación o cuestionamientos es una señal de alerta. El “yo” desaparece como si no tuvieran pensamiento propio.

El adulto debe favorecer la diferenciación del niño en búsqueda de su individualidad en un clima estable, predecible y favorable al dialogo y al disenso. Morrison reflexiona: “Reconocer al niño es considerarlo como sujeto que tiene sus deseos propios y necesidades, como un ser diferente de las expectativas y propios deseos. Reconocerlo es amarlo.”

Fuente: https://tn.com.ar/

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