Con la discusión instalada, la valoración hacia las distintas propuestas, depende del lado del mostrador en qué se encuentre cada quién. Para algunos sectores sindicales consultados, estos planteos resultan interesantes y progresivos, aunque “si no hay recomposición salarial real en toda la clase trabajadora, es difícil que la discusión sea seria”, afirma Agustín Lecchi, secretario general del sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba).
Los relevamientos sindicales entre sus afiliados demuestran que “la mayoría de nuestros compañeros tienen ingresos por debajo de la canasta básica por lo que casi el 50% necesita dos o tres trabajos para llegar a fin de mes teniendo que trabajar más de 8 horas por día; entonces, sin salarios dignos, la discusión es teórica y está disociada de la realidad”. No obstante, “acompañamos los proyectos presentados porque son temas que tienen que ser tenidos en cuenta”.
Sobre el recorrido de las propuestas, Alejandro López Tilli, el presidente de la Asociación de Directorios Asociados (Adiras), cuenta que la implementación de reformas en otros países “salió a través de la iniciativa del sector privado, no del oficialismo como está sucediendo en este caso”.
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Su consideración es que “es un proyecto que sale forzado y no desde abajo hacia arriba como sí sucedió en Chile, dónde el surgimiento fue con el apoyo de sindicatos y trabajadores, pero también de la patronal. En este caso, las empresas no hemos sido consultadas”.
Por otro lado, una cuestión no menor es que el debate no puede ser ajeno al contexto de caída de la actividad y a la falta de inversión privada en Argentina. Así lo señala Mauricio Rampone, director ejecutivo de Ucema, para quién “la discusión debe darse, preguntándose por qué el pedido apunta hacia la carga horaria y no hacia la recomposición salarial. Los salarios registrados en Argentina han perdido un 25% de poder adquisitivo desde el 2018”.
Ajustes culturales
La posible aprobación e implementación futura de alguno de los proyectos obligará a las empresas a hacer ajustes operativos de la dinámica diaria. Sin embargo, “excepto las nativas digitales, el empresariado argentino tiene un modelo tradicionalista y de trabajo a destajo basado en la cantidad de horas. Y aunque está comprobado que no es así, el principal desafío es lograr que entiendan que la productividad no es cantidad de horas trabajadas”, indica el director de Gente & Cultura en iFlow, Patrico Navarro Pizzurno.
Para el especialista en recursos humanos, en cuanto a los ámbitos más difíciles culturalmente, “seguramente en las Pymes sea más complejo desarrollar este modelo porque las tareas, a veces, no están tan delimitadas por función, objetivos diarios o semanales, sino que siempre hay una disponibilidad de tareas para realizar”.
En otro eje, a las empresas tradicionalistas “dónde hay un fundador o una mística alrededor de la familia fundadora les va a costar adaptarse por el choque cultural con la jornada reducida y la idea de trabajar de sol a sol para crear un imperio”.
Finalmente, identifica un tercer eje en los rubros productivos dónde las tareas no se interrumpen. Los modelos 24x7 que distribuyen turnos de 8 horas “si pasan a una modalidad menor, van a tener que ajustarse en estas cuestiones bien prácticas. No así las áreas staff, consultorías o las empresas de servicios donde no se requiere presencialidad operando una máquina o haciendo tareas de depósito y el trabajo por objetivos es más claro que en otros rubros”, señala.
Patricio Navarro Pizzurno cree que un modelo progresivo como el de Colombia o el de Chile “es factible y viable”. La reducción de la jornada laboral es una tendencia a nivel global “a la cual hay que entender y hay sólidos elementos teóricos y sólida evidencia práctica de que es una medida acertada y en línea con el espíritu de los tiempos que demanda un balance de vida personal y laboral”. Más allá del componente salarial de los costos, “las jornadas de 8 o 9 horas son más caras para las empresas. Por eso es atractiva una ley de este tipo”.
La mirada empresaria
Algunos sectores que están fácilmente preparados para este tipo de modelo son los que realizan call center, cobranzas con turnos rotativos y trabajo de telemarketing donde incluso ya hay reducciones pre pactadas.
“En este caso no es necesaria una reforma porque son acuerdos establecidos en los convenios colectivos de trabajo. Pero hay otros esquemas que necesitan la jornada laboral completa porque si no ven afectada la rentabilidad: se duplica la carga social, de turnos, uniformes y refrigerios”, señala Alejandro López Tilli, presidente de Adiras.
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A la hora de evaluar el alcance de los proyectos es contundente cuando considera que “la reducción de la cantidad de horas de trabajo no se puede aplicar de manera universal y unilateral. Debería estar regida en el convenio colectivo de trabajo de cada rubro”.
Para Mauricio Rampone, el planteo es válido porque la tecnología y la pandemia han cambiado muchas de las condiciones habituales del trabajo; porque desde el punto de vista social las generaciones centennials y millenials demandan otra relación trabajo-vida privada y “sobre todo porque se entiende que el pedido originado en sectores gremiales asume que la reducción de jornada no implica ajuste del salario. Lo que resta saber es si se verá o no afectada la productividad de los recursos laborales”, indica.