Desde hace dos décadas, un tajo gigante de casi 60 kilómetros corta en dos las islas, arroyos y lagunas que componen parte del sistema de humedales del delta medio del Paraná: la ruta que une las ciudades de Rosario y Victoria atraviesa ese territorio acortando tiempos y distancias de viaje, con el costo de un fuerte desequilibrio del ecosistema que poco o nada se previó, estudió ni trabajó para compensar sus efectos adversos.
El camino cuenta con 12 puentes en zona de islas vinculados entre sí mediante terraplenes que fueron construidos en un área es una transición entre las porciones superior y media del delta del Paraná, una zona extremadamente rica desde el punto de vista ambiental al contar con una riqueza de fauna silvestre estimada en 243 especies entre mamíferos, aves, reptiles y anfibios.
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El reclamo por el impacto ambiental de una enorme obra vial que está hecha de puentes, asfalto y terraplenes no es nuevo y reaparece de forma regular por parte de organizaciones ambientalistas e incluso organismos estatales como la Defensoría del Pueblo de la Nación. Por eso para El Paraná No Se Toca (EPNST) una de las agrupaciones que desde hace años reclama mejor gestión de ese tramo, en estos días se cumplieron “20 años de la construcción del primer gran terraplén”.
Efecto cascada
La conexión vial a Victoria corta en dos un área natural protegida de alrededor de 376 mil hectáreas de islas declarada como tal por ordenanza de la Municipalidad de Victoria y legislación ambiental de la provincia de Entre Ríos.
A pesar de la enorme riqueza de fauna y flora existente en la zona, la Defensoría del Pueblo consideró en 2016 que los puentes existentes a lo largo de la traza de casi 60 kilómetros “no fueron diseñados sobre bases ecológicas a fin de permitir el desplazamiento de fauna silvestre, sino para permitir (solamente) el escurrimiento de las aguas”.
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En un comunicado publicado en redes la semana pasada, desde EPNST enumeraron algunas de las consecuencias que tuvo y sigue teniendo esa ruta: “Desde la construcción del gran terraplén sufrimos el atropellamiento masivo de fauna nativa, la interrupción del normal escurrimiento de las aguas y la alteración de los ciclos de creciente/bajante y procesos de sedimentación”, detallaron los ambientalistas.
A eso se sumó que la construcción de la ruta facilitó “el acceso indiscriminado de personas y empresas inescrupulosas abocadas a tareas tales como: ocupaciones ilegales, caza furtiva, depredación pesquera, quemas intencionales o accidentales, sobreexplotación ganadera, avance de la frontera agroindustrial y del emprendimiento inmobiliario, terraplenamientos ilegales y fiestas electrónicas”.
Otro enorme problema asociado al uso de la conexión vial es la cantidad de basura, tanto desde los autos que recorren el camino como por la gran cantidad de personas que -aunque esté prohibido- se detienen a pescar o acampar tanto a la vera del camino como islas adentro, sobre todo si el río está bajo y permite hacer desplazamientos terrestres. “Hay una monumental cantidad de basura arrojada lo largo de la traza vial; hechos verificables que venimos denunciando durante años y que a la fecha continúan sin remediación ni estudios integrales de la problemática”.
Sin ley ni control
Como ocurre en muchos otros ámbitos, uno de los mayores problemas derivados de la construcción de esa ruta es la falta de gestión, control y sanción para intentar al menos minimizar sus efectos negativos sobre el ambiente que la rodea y contiene.
Para EPNST eso ocurre porque, entre otras cosas, existe una superposición de organismos de control y jurisdicciones que permite que todos los actores deslinden responsabilidades, a lo que se suma “el eterno argumento de la falta de recursos, el notable desinterés de la Justicia y la sorprendente falencia a la hora del cumplimiento de mínimas disposiciones oficiales en materia de protección ambiental, así como la connivencia con intereses empresarios”.
Agenda de acción
¿Qué se puede hacer de ahora en más para remediar o minimizar los impactos socioambientales de esa obra vial? Para los movimientos ambientalistas es clave que “contando la innumerable destrucción y considerando la crisis civilizatoria que demanda celeridad en cambios hacia horizontes más sostenibles” se pueda avanzar hacia una ruta que contemple pasos adecuados para la fauna, una mayor cantidad de kilómetros pilotados en aéreas críticas para el escurrimiento del agua y la interdicción de accesos al territorio de humedal con controles adecuados, así como sitios de disposición de residuos y puestos fijos de monitoreo y combate del fuego.
“Que hagan de esta obra, que fue primer gran terraplén de nuestra región, una conexión más segura para quienes la transitan, que compatibilice una adecuada transparencia hidráulica del valle de inundación de río Paraná priorizando y respetando la enorme biodiversidad que habita el territorio, ya que de ello depende nuestra supervivencia como especie. El futuro es hoy”, reclamaron los ambientalistas.
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