Santa Fe tiene tesoros naturales únicos albergados, más que nada, en la diversidad y belleza de sus humedales. El río Paraná, que demarca su límite hacia el este, regala su paisaje entre verde y marrón a lo largo de 800 kilómetros de costa con dos territorios destacados cuyo valor ecosistémico es reconocido a nivel global: el espléndido Jaaukanigás en el extremo noreste de la provincia, y las islas del Delta del Paraná, a la altura de la histórica localidad de Puerto Gaboto.
En el extremo sur, la laguna de Melincué se suma a esta lista de paisajes valorados y protegidos, mientras que en el norte los Bajos Submeridionales esperan que llegue el momento de tener la protección y el cuidado que sus servicios ecosistémicos y aporte al bienestar común merecen y necesitan.
La severa crisis socioambiental que la región centro del país atraviesa desde hace tres años, marcada por una sequía pocas veces vista, la bajante más prolongada del Paraná desde que hay registros y la multiplicación de incendios forestales, puso en lo más alto del debate público la urgencia por mejorar los niveles de protección de los humedales.
A la par, la postergada discusión legislativa sobre una ley específica que proteja a estos ecosistemas es una muestra de la falta de conciencia ambiental de una porción gruesa de la dirigencia política y económica argentina, anclada todavía en la antigua dicotomía que opone producción al cuidado de la naturaleza.
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Como cada año, este 2 de febrero se celebró el Día Mundial de los Humedales con el objetivo de generar conciencia sobre la importancia de estos ecosistemas únicos y de la urgencia por conservarlos. Esta fecha se conmemora desde 1971, cuando se realizó la primera Convención Ramsar (el nombre de la ciudad iraní donde se hizo esa reunión) sobre los humedales de importancia internacional.
Todo el límite este de Santa Fe goza de la existencia del sistema de Humedales Paraná-Paraguay, un corredor biológico natural que va desde el Pantanal brasileño hasta el Delta del Paraná y conecta especies, personas y economías. “La biodiversidad que alberga y los bienes y servicios que proporcionan benefician la calidad de vida de sus habitantes y permiten el desarrollo de importantes sectores de la economía de la región, pero su sostenibilidad está en juego debido a un conjunto de factores, procesos y tendencias que operan a nivel territorial y que hoy están afectando su salud e integridad”, remarcaron desde la Fundación Humedales.
Los humedales están entre los ecosistemas más diversos, valiosos y productivos del planeta: capturan y almacenan carbono, purifican el agua dulce, albergan el 40% de la biodiversidad global, sostienen los medios de vida de muchas comunidades y son grandes aliados para enfrentar los efectos del cambio climático. A pesar de todas sus virtudes, desde Naciones Unidas estiman que el 35% de los humedales del mundo desaparecieron en los últimos 50 años.
En Argentina, donde entraron a la agenda de discusión pública con fuerza durante los últimos años, ocupan aproximadamente el 21,5% del territorio “y se ven afectados por diversas actividades humanas como la contaminación minera, la construcción de grandes obras de infraestructura y urbanizaciones, el avance de la frontera agropecuaria, el uso de cargas ganaderas inadecuadas y el resultante sobrepastoreo y la explotación hídrica”, señalaron desde la Red Nacional de Humedales.
A pesar de la enorme presión social para avanzar con la sanción de una Ley de Humedales que desde hace más de 10 años circula por pasillos, oficinas y cajones del Congreso nacional, el año pasado terminó sin avances concretos en la sanción de esta normativa, que busca preservar estos ecosistemas a través de un marco normativo que ordene sus usos productivos y sociales.
Desde la Multisectorial Humedales (MH), una de las organizaciones más activas en el debate, criticaron que otro año haya pasado sin lograr tener esa ley y que en la actualidad el proyecto “ni siquiera tenga fecha de tratamiento”. “El Delta del Paraná arde sembrado de maquinarias, terraplenes, desmontes, fumigaciones y fiestas electrónicas”. “Lo que se necesita es legislación, control y un modelo de país acorde a la conservación de los ecosistemas y la salud humana”, dijeron desde esa organización, desde donde recordaron también que a nivel local “jamás se reglamentó la Ley de Humedales provincial que se sancionó el 23 de diciembre de 2019”.
Por su parte, desde la Fundación Humedales recordaron que “llevan más de 10 años pidiendo una ley que proteja a nuestros humedales y un inventario que permita conocerlos mejor. Si cuidamos nuestros humedales vamos a estar mejor preparados para afrontar los eventos extremos que nos plantea el cambio climático global. Es hora de trabajar más fuerte por la conservación y restauración de los humedales; es hora de tener una Ley de Humedales”.
Una de las estrategias posibles para empezar a revertir la tendencia destructiva de la acción humana es avanzar en su restauración. De hecho, “es hora de restaurar los humedales” es el lema de este año de la Convención Ramsar, que es el organismo internacional dedicado a la conservación y uso racional de estos ecosistemas.
Desde la Fundación Humedales destacaron que en 2022 hubo algunas señales positivas: el Convenio sobre Diversidad Biológica (COP15) aprobó un nuevo Marco Global para la Biodiversidad que incluye por primera vez a los humedales de manera explícita como “aguas continentales” y 196 países, entre ellos Argentina, se comprometieron a restaurar al menos 350 millones de hectáreas de humedales y 300.000 kilómetros de ríos para el año 2030.
A nivel nacional, los humedales fueron incluidos en el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático 2030: “esto sirve para reconocer a los humedales por su importancia y vulnerabilidad como ecosistemas fundamentales en relación con el cambio climático” subrayaron desde la Fundación.
