Esos sesgos culturales de una sociedad que viene siendo pensada en base a disparidades entre el cerebro masculino y el femenino dificultaron históricamente el acceso de las mujeres a cargos directivos de empresas.
Y si bien eso muy de a poco se está modificando en algunas industrias, “las mujeres tenemos que trabajar mucho el liderazgo para tener capacidad de decidir y para tener esa confianza que creo que a muchas nos falta en algún momento de la vida”, señaló Marcela Bayarsky, codirectora del Diplomado en Liderazgo y Coaching del Instituto Universitario de la Escuela Argentina de Negocios.
Numerosas investigaciones científicas dan cuenta que las mujeres poseen un cuerpo calloso -una especie de fibra óptica- que une ambos hemisferios cerebrales y que es en algunos casos, hasta un 50% mayor que el de los varones madurando varios años antes en las niñas que en los niños.
Esta cualidad permite a las mujeres una velocidad mayor en los procesos iterativos -la práctica de elaborar, refinar y mejorar un proyecto, producto o iniciativa- y difíciles que involucran muchas áreas especializadas diferentes, como así también tomar ciertas decisiones inéditas o sacar un resultado matemático espacial.
“Por eso es un error creer que las mujeres líderes sólo pueden aportar a sus equipos liderazgo empático y colaborativo, más allá de que es cierto que tenemos alma de madre y una mirada inclusiva”.
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Especialistas sostienen que el cerebro es unisex y que por ende, las habilidades también.
La crianza de los hijos o el equilibrio entre la vida familiar y personal han hecho que muchas mujeres sientan que los lugares de poder no son lugares para ser ocupados por ellas. Es por eso que en la diplomatura que dicta Bayarsky el cupo femenino es mayor y está vinculado a “sus ganas de ser protagonistas de sus vidas, de empoderarse, de crecer, de ir por más y de no limitarse”.
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Volviendo a las neurociencias y si de acuerdo a la explicación de Gina Rippon los cerebros son similares, la pregunta que a esta altura de los hechos cabe hacerse es ¿por qué las mujeres tienen tantas dificultades para ocupar cargos de poder y participar en la toma de decisiones?
La respuesta de Cristina Oneto, CEO de Talentum, refiere a sesgos culturales de una sociedad que viene siendo pensada en base a la separación entre ambos sexos. “Las mujeres y los varones tenemos cerebros muy similares, sin embargo hay variedad de escalas de valores que tienen que ver con cómo fuimos educados y qué experiencias nos transformaron en nuestras crisis vitales. Sin dudas, depende más de quiénes fueron los referentes significativos para cada persona que el hecho de ser varón o de ser mujer”, señala.
¿Qué es el síndrome de la impostora?
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Cómo romper definitivamente con el “síndrome del impostor”.
El síndrome de la impostora acompaña desde siempre a las mujeres a la hora de desarrollarse. El coach ontológico Manuel Colombo cuenta que “según un estudio de KPMG México, el 35% de las mujeres revela tener falta de autoestima y confianza y esta es la base para sentir el síndrome de la impostora”.
Haciendo un poco de revisionismo histórico, podemos identificar que socialmente las mujeres han tenido que luchar por hacerse un lugar en puestos de toma de decisión. Se las ha señalado como menos capaces, marcando que su lugar es sólo en la casa. Esto ha producido mujeres con altísimos niveles de exigencia, que sienten que nada es suficiente y que deben demostrar que todo lo pueden, pues pedir ayuda es signo de incapacidad.
El síndrome de la impostora es esa sensación de estar en un lugar que no les pertenece, como si esperaran que alguien descubra el engaño. Esto ha sido internalizado por generaciones de mujeres y profundizado también por estereotipos de crianza.
Algunos rubros como el de startup están modificando esos sesgos porque se trata de potenciar los saberes y las capacidades, más allá del género. “Hay muchas industrias que dan el espacio para que las mujeres sean esa motivación que necesitan los equipos.
Siento que estamos avanzando cada vez más en cuanto a dejar esas creencias de que no podemos ejercer puestos de liderazgo. Las mujeres tienen que trabajar en traer a la conciencia lo que quieren cambiar, lo que quieren para su vida. Estas diplomaturas son como una caja de herramientas para pensarte: ¿Cómo soy a la hora de tomar decisiones? ¿Cuán arriesgado soy? El liderazgo se puede entrenar, uno puede tener algunas condiciones innatas pero es posible trabajarlo”, cuenta Bayarsky.
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Por su parte, Manuel Colombo que es especialista en mirada sistémica agrega que mientras las mujeres “trabajan la compasión hacia sí mismas, reconociendo sus propias capacidades, observando que lo que consiguieron no es un simple golpe de suerte, sino que es parte de sus capacidades y habilidad, lo que están logrando es desbloquear una nueva capa de consciencia”.
Este despertar de consciencia, es decir la búsqueda individual de las mujeres en su desarrollo personal, es la principal herramienta que hoy tenemos para un cambio colectivo, rompiendo patrones sociales e impulsando un nuevo paradigma.