Con 74 años recién cumplidos, el Indio Solari anunció su retiro de los escenarios debido al avance implacable del Parkinson y deja un enorme vacío para el rock nacional, aunque asegura que continuará escribiendo canciones para que otros las puedan interpretar. Buceamos un poco en su carta natal para conocer algunos aspectos de su magnética personalidad.
Carlos Alberto, el “Indio”, Solari nació en la ciudad entrerriana de Paraná el 17 de enero de 1949 bajo el signo de Capricornio. Su sol y su Ascendente coinciden en este signo de tierra, representación del trabajo constante, la perseverancia y la responsabilidad.
En su carta sobresale ampliamente el elemento tierra, demostrando una personalidad estable, segura de sí misma, resistente, con capacidad para concretar o materializar, y con tendencia hacia la estructura; puede que haya desarrollado una visión práctica de las cosas.
La luna en Virgo completa este trino energético de tierra. Esta luna puede conectarlo con la necesidad de perfección en cada tarea que emprenda; de ser puntilloso y meticuloso, observador nato de todo lo que sucede a su alrededor, obsesivo con los detalles, metódico.
El Indio Solari y su luna en Virgo: rituales y misa “ricotera”
La luna en Virgo ama los rituales, y vaya si el Indio Solari sabrá de ritos y misas en las que sus seguidores acampaban por días para poder verlo, como si se tratara de un santo pagano que cada tanto se revela en milagros a través de su música exorcizante.
Sin dudas, con el sol y Marte en la Casa astrológica de la personalidad, Solari forjó una identidad muy potente y avasallante, atenta a explorar sus deseos y a ir por ellos, cueste lo que cueste y sin importar las consecuencias. Su Marte conjunción con Mercurio le enseñó a liderar desde la palabra, con una mente y una forma de expresarse en sus letras que lo hacen diferente al resto.
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Si bien el Indio es un nativo en Capricornio, su personalidad está muy marcada por energía escorpiana, una energía densa y compleja, magnética y poderosa. La Casa 8 de su carta –que representa todas nuestras sombras- está dominada por Plutón, la luna y Saturno. Solo ese Plutón destructor y mortífero, junto a esa luna que bucea en sus oscuridades pueden permitirle escribir cosas como “…el dolor más puro es el haber sido tan feliz” (El ruiseñor, el amor y la muerte).
Neptuno, el planeta de la fantasía, la ilusión y la sensibilidad más desbordante, se encuentra en su Medio Cielo; es decir, en el plano más público de su vida. De las personas con Neptuno en el Medio Cielo se suele decir que tienen una especie de antena intuitiva muy poderosa, y pueden ser grandes gurúes. Neptuno es el océano, el tsunami indio.
Ese Neptuno lo pone cara a cara con su dolor y frente a la comprensión del dolor de los demás, como lo demuestran muchas de sus letras neptunianas: “Me he puesto grande, ya ves. Sólo le pido a la vida que no me duela. Y no estar aquí si cae más mierda del cielo” (La muerte y yo).
Su Casa 12 habitada por Júpiter lo conecta con la necesidad de indagar sobre el sentido de la vida, las creencias más profundas del ser humano, lo no explicado por la razón. Allí también se encuentra su Venus, que se expresa a través de la sensibilidad y el amor hacia los más vulnerables o desposeídos. Así lo reflejan temas como Pabellón Séptimo (en alusión a una masacre en la cárcel de Devoto) o Juguetes perdidos (en recuerdo de Walter Bulacio, asesinado por la policía a la salida de uno de sus recitales en los ’90).
El hombre grande que odia la decrepitud y que a sus 74 años quiere seguir saboreando el néctar de la juventud deja los escenarios pero promete seguir escribiendo letras, sacando el “tapón” del ídolo popular que –cree- no permite brillar a las nuevas generaciones.
Si bien su carta es dominada por el elemento tierra, hay otro que no se queda atrás: el aire. El aire que deja volar el pensamiento y las ideas sin límites, el de la creatividad y el cambio, el de la filosofía urbana, el de las palabras que sanan, que duelen, que embisten y disparan dudas existenciales. Las palabras que desnudan la crisis de no tener respuestas para las preguntas más esenciales del ser humano. El aire intangible que trasciende la materia, como la música del Indio.
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