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Juegos Olímpicos: Nadia Comaneci, cuando el deporte se volvió perfección

Hoy se cumplen 45 años del inolvidable hito que marcó la rumana que, en los Juegos Olímpicos de Montreal, Canadá, se convirtió en la primera gimnasta de la historia en obtener una calificación de 10.

Los Juegos Olímpicos reúnen a lo mejor de lo mejor del deporte mundial. No hay competencia o certamen por encima de los mismos y, las altísimas performances de quienes participan en ellos –los indiscutidos números 1 en sus respectivas disciplinas–, así lo ratifican.

Y, una de las razones por las que los Juegos sean sinónimo de permanente búsqueda de la excelencia, fue que los jueces de cada deporte, ya sea por recomendaciones de sus respectivas federaciones, o del propio Comité Olímpico Internacional, se volvieron cada vez más y más exigentes –e inflexibles ante un error­, por mínimo que resulte–, a la hora de calificar la actuación de un atleta.

Pero, hace hoy 45 años, una adolescente de apenas 14, con rostro aniñado, de apenas 1,50 metro y 39 kilos, dejó boquiabiertos a los jueces en el ejercicio de las barras asimétricas en el Montreal Forum de la ciudad homónima, Canadá, donde se disputaron las pruebas de gimnasia artística en los Juegos Olímpicos de 1976.

Tras una ejecución brillante, de técnica exquisita, dificultad máxima y perfecta ejecución, en su salida voló hacia la Historia y cambió la gimnasia para siempre. “Cuando hice el obligatorio en paralelas pensé que había hecho un muy buen ejercicio pero no perfecto. Ni siquiera miré el marcador. Entonces oí un gran estruendo en el estadio, giré hacia el marcador y lo primero que vi fue el 73, que era mi número y, luego, el 1,00 debajo. Miré a mis compañeras de equipo y me hicieron un gesto con los hombros de no entender. Fue todo muy rápido. El hecho de que el marcador no pudiera mostrar el 10 hizo que la situación fuera más dramática”, recordaría la protagonista de tan maravillosa actuación.

¿Qué había pasado? Los técnicos de Omega, la empresa responsable de los marcadores oficiales de los Juegos Olímpicos, ya habían visto cómo esta jovencita de flequillo y trenzas lograba el perfect 10 (como lo llaman los estadounidenses) en la Copa América de Gimnasia celebrada en marzo de ese mismo año en el Madison Square Garden de Nueva York.

Cuando se lo advirtieron a los miembros del COI, estos les aseguraron que no había de qué preocuparse, ya que obtener el 10 perfecto en los Juegos era “prácticamente imposible”.

Pero se equivocaron: como el marcador electrónico no estaba preparado para esta calificación (solo tenía tres dígitos, por lo que la puntuación más alta era de 9.95), por eso registró 1.00. En los hechos, significaba un 10, el primero que una gimnasta recibía en toda la historia de los Juegos.

Tras sus inolvidables ejercicios sobre las barras ese domingo 18 de julio de 1976, Nadia Comaneci había alcanzado la perfección absoluta y, los 18.000 espectadores en el estadio, ovacionaron de pie a la joven rumana que, en total, en Montreal recibiría ¡otros seis dieces! Sí, la excelencia hecha deporte era posible y, las siete veces que el marcador indicó 1.00 tras sus rutinas, dieron origen a una leyenda que la Historia atesoró para todos los tiempos y crece cada día más.

Un destino triunfal

Nadia Elena Comaneci nació el 12 de noviembre de 1961 –tres meses después de la construcción del infame Muro de Berlín– en Onesti , un pequeño pueblo de los Cárpatos, en el condado de Bacau, Rumania, en la histórica región de Moldavia Occidental. Fue la primogénita del matrimonio compuesto por Gheorghe Comaneci, un mecánico de autos, y tefania-Alexandrina Comaneci, quien inscribió a su hija para que tomara clases de gimnasia debido a que nunca se quedaba quieta y rebosaba de energía.

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Nadia Elena Comaneci nació el 12 de noviembre de 1961 –tres meses después de la construcción del infame Muro de Berlín– en Onesti , un pequeño pueblo de los Cárpatos, en el condado de Bacau, Rumania. Su madre, tefania-Alexandrina, la inscribió de muy pequeña para que tomara clases de gimnasia debido a que nunca se quedaba quieta y rebosaba energía.

Nadia Elena Comaneci nació el 12 de noviembre de 1961 –tres meses después de la construcción del infame Muro de Berlín– en Onesti , un pequeño pueblo de los Cárpatos, en el condado de Bacau, Rumania. Su madre, tefania-Alexandrina, la inscribió de muy pequeña para que tomara clases de gimnasia debido a que nunca se quedaba quieta y rebosaba energía.

Su nombre, Nadia, deriva de nadejde (esperanza), producto de la inspiración de su madre tras ver una película rusa durante su embarazo y, además, tiene un hermano menor, Adrián, nacido en 1965.

Comaneci comenzó a practicar gimnasia en el jardín de infantes de Onesti, con un equipo llamado Flacra (La llama). A los 6 años, fue elegida para asistir a la escuela de Gimnasia de Béla Károlyi –nacido en 1942 en Kolozsvár, Hungría, localidad que actualmente se llama Cluj-Napoca y pertenece a Rumania– quien buscaba niñas que evidenciaran condiciones para esta disciplina y quisieran entrenarse desde muy temprana edad y que, inmediatamente, vio el diamante en bruto que era Nadia.

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Comaneci comenzó a practicar gimnasia en el jardín de infantes de Onesti, con un equipo  llamado Flacra (La llama). A los 6 años, fue elegida para asistir a la escuela de Béla Károlyi (foto), un entrenador muy duro y extremadamente exigente, y con el que años después se convertiría en la reina indiscutida de la gimnasia femenina mundial.

Comaneci comenzó a practicar gimnasia en el jardín de infantes de Onesti, con un equipo llamado Flacra (La llama). A los 6 años, fue elegida para asistir a la escuela de Béla Károlyi (foto), un entrenador muy duro y extremadamente exigente, y con el que años después se convertiría en la reina indiscutida de la gimnasia femenina mundial.

La gimnasia se convirtió rápidamente en su vida. Entrenaba siete días a la semana durante todo el año, haciendo sesiones de tres horas al día bajo la supervisión de Károlyi y su esposa, Márta Eross, una ex gimnasta, con la que se había casado en 1963.

Márta se encargaba de la preparación artística –los ejercicios en la barra de equilibrio y en el suelo– y, su marido, se centraba en el salto y las barras asimétricas, así como en la preparación física general de las alumnas.

Además de su evidente talento y su extraordinaria versatilidad ya que, desde un primer momento, se sintió a gusto en todos los aparatos, Nadia se entrenó con un método en el que la organización y la disciplina eran las palabras clave. “Mi infancia me demostró que la disciplina funcionaba. Si entrenaba, comía bien y apagaba la luz a las 10 de la noche, estaría descansada y lista para el día siguiente”, escribiría en sus memorias.

Además, Comaneci recordaría que Károlyi era un entrenador muy duro y extremadamente exigente y, su relación, se basaba en la confianza absoluta. A partir de los 10 años, Nadia realizaba rutinas de gran complejidad y, Károlyi, siempre estaba allí para protegerla. "Mi vida estaba en manos de Béla. Literalmente, evitó que me rompiera el cuello", agregó.

Igual, la única persona más exigente con Nadia que Károlyi era ella misma. El más mínimo error la enfurecía y las reprimendas de Béla o Márta no eran nada comparadas con las que se autoinfligía: "Siempre fui muy dura conmigo misma con respecto a los errores", reconocería con franqueza.

Su ascenso fue meteórico. Tenía solo 9 años cuando ganó el campeonato Nacional de su país y, luego, repitió el halago en su primera participación internacional, durante un encuentro entre Rumania y Yugoslavia. Pero fue por más y, en 1975, con 13 años, Comaneci dejó su huella en el certamen Europeo en Skien, Noruega, al alzarse con cuatro oros: arrasó en el all around y en todos los aparatos, excepto en suelo, donde logró la medalla de plata.

En marzo de 1976, Comaneci compitió en la edición inaugural de la Copa Americana de Gimnasia en el Madison Square Garden neoyorquino y, por sus ejercicios, tanto en los aparatos como en el piso –que le permitieron ganar la General–, recibió inéditos puntajes de 10. Cuatro meses después, en los Juegos Olímpicos, demostraría que esto no había sido una casualidad.

Hizo historia en Montreal

En Canadá, Comaneci enfrentaría a las estrellas soviéticas que dominaban la gimnasia mundial antes de su aparición: Olga Korbut, doble medallista de oro en Munich 1972; Nelli Kim, y Ludmilla Tourischeva, campeona del all around en los Juegos anteriores.

El domingo 18 de julio comenzaba la competición por equipos en el Forum, el legendario estadio cubierto donde los Montreal Canadiens disputaban sus partidos de la National Hockey League (NHL).

La primera rutina de Nadia en las barras asimétricas, de una muy elevada dificultad, no tuvo el más mínimo error. Comaneci saludó a los jueces, sonrió y esperó. Después de unos 30 segundos y, mientras ya estaba calentando para su próximo ejercicio en la barra, apareció su puntuación en el marcador: 1.00. Se convertiría en una de las imágenes más famosas en la historia de los Juegos Olímpicos y, en ese momento, casi nadie entendía lo que había sucedido.

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La rutina de Nadia en las barras asimétricas en Montreal, de una muy elevada dificultad, no tuvo el más mínimo error. En su salida (foto) voló hacia la Historia y, el domingo 18 de julio de 1976, cambió la gimnasia para siempre. Tenía solo 14 años y, a partir de allí, el mundo conocería para siempre el apellido Comaneci.

La rutina de Nadia en las barras asimétricas en Montreal, de una muy elevada dificultad, no tuvo el más mínimo error. En su salida (foto) voló hacia la Historia y, el domingo 18 de julio de 1976, cambió la gimnasia para siempre. Tenía solo 14 años y, a partir de allí, el mundo conocería para siempre el apellido Comaneci.

“El público estaba en silencio, confundido. Nadie sabía lo que significaba un 1.00. Béla hizo un gesto a los jueces para preguntarles qué significaba mi puntación y, un juez sueco, levantó diez dedos. La razón por la que mi puntuación apareció como 1.00 fue que el marcador no estaba programado para mostrar un 10 porque los organizadores nunca habían tenido la necesidad de usarlo antes. Béla se acercó a mí y le pregunté: «Profesor, ¿es un 10 de verdad?» Él sonrió y dijo que sí. Para mí era raro exteriorizar mis emociones, pero entonces sonreí y, cuando una de mis compañeras de equipo me dijo que saludara a la gente, también lo hice. Me olvidé del 10 y pasé a la barra”, recordaría Comaneci, que solo tenía 14 años, ocho meses y seis días de edad.

De este modo, Nadia se convirtió en la campeona olímpica más joven de todos los tiempos. Este honor le pertenecerá para siempre ya que, en 2006, la Federación Internacional de Gimnasia modificó el sistema de puntuación, y dividió la decisión de los jueces entre la dificultad de la rutina y el nivel de la ejecución. Además, las gimnastas deben tener –como mínimo– 16 años en el mismo año calendario de los Juegos Olímpicos para poder competir en los mismos.

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El marcador electrónico no estaba preparado para una calificación perfecta (solo tenía tres dígitos, por lo que la puntuación más alta era de 9.95). En la foto –una de las imágenes más famosas de su consagración– Nadia, junto al 1.00 que, en los hechos, significaba un 10, el primero que una gimnasta recibía en toda la historia de los Juegos. El otro número, el 73, es el que ella utilizó en Montreal.

El marcador electrónico no estaba preparado para una calificación perfecta (solo tenía tres dígitos, por lo que la puntuación más alta era de 9.95). En la foto –una de las imágenes más famosas de su consagración– Nadia, junto al 1.00 que, en los hechos, significaba un 10, el primero que una gimnasta recibía en toda la historia de los Juegos. El otro número, el 73, es el que ella utilizó en Montreal.

Seguiría asombrando al mundo

Después de su histórico 10, Nadia logró otros dos 10 perfectos más durante la competencia por equipos: en la barra de equilibrio y, luego, en su segunda rotación en las asimétricas.

El miércoles 21 de julio, se disputó la final individual del all around. Dos nuevas rotaciones perfectas en la barra de equilibrio y las asimétricas fueron recompensadas con dos nuevas puntuaciones de 10, que le aseguraron a Nadia el título olímpico. Las soviéticas Kim y Tourischeva se subieron una a cada lado de ella en el podio pero, todos los ojos, estaban puestos en Comaneci. No solo en el Forum, sino en todo el mundo.

Tras clasificarse para las finales individuales de todos los aparatos, Nadia sumó tres preseas adicionales: un bronce en el suelo y otro oro en las barras asimétricas y en la barra de equilibrio. En menos de una semana, la adolescente rumana había revolucionado la gimnasia en ambos aparatos, donde obtuvo ¡siete! puntuaciones perfectas.

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Otro de los oros que Comaneci ganó en Montreal 1976 fue por su rutina en la barra de equilibrio (foto) y, al igual que con las barras asimétricas, dejó boquiabiertos a todos. Años después, cuando le preguntaron qué tenía de diferente su ejercicio con respecto a sus rivales, reveló: “Yo lo llamo el toque Nadia. ¿Que en qué consiste ese toque? En hacer un poco más de lo que los jueces piden, supongo”.

Otro de los oros que Comaneci ganó en Montreal 1976 fue por su rutina en la barra de equilibrio (foto) y, al igual que con las barras asimétricas, dejó boquiabiertos a todos. Años después, cuando le preguntaron qué tenía de diferente su ejercicio con respecto a sus rivales, reveló: “Yo lo llamo el toque Nadia. ¿Que en qué consiste ese toque? En hacer un poco más de lo que los jueces piden, supongo”.

“Nadie sabe cuándo está a punto de hacer historia", comentó acerca de su primer 10 perfecto. "No hay ninguna advertencia ni manual de instrucciones para saber cómo manejar ese momento. Solo puedo decir que, el ejercicio en las barras asimétricas, era algo rutinario para mí".

En sus Cartas a una joven gimnasta, escrita en 2003, resumió sus fenomenales logros: "Gané la medalla de oro en el all around, así como un oro individual en la barra de equilibrio y en las asimétricas, y un bronce en el suelo... E hice historia. Era mi trabajo. Logré mis objetivos, los de todos pero, ganar una competición, no fue una gran sorpresa. Simplemente, eso es lo que se suponía que debía hacer", destacó.

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Los inéditos movimientos y saltos de Nadia (foto) causaron tanta impresión que, hasta los expertos, quedaron asombrados. Por caso, el alemán Joseph Goehler, un reconocido historiador deportivo y especialista en gimnasia, expresó su incredulidad después de los Juegos de Montreal en la revista International Gymnast:

Los inéditos movimientos y saltos de Nadia (foto) causaron tanta impresión que, hasta los expertos, quedaron asombrados. Por caso, el alemán Joseph Goehler, un reconocido historiador deportivo y especialista en gimnasia, expresó su incredulidad después de los Juegos de Montreal en la revista International Gymnast: "Desde un punto de vista biomecánico, esto es apenas concebible", afirmó.

Ese año, Nadia fue reconocida por la BBC como Personalidad del Año de los Deportes en el Extranjero, y la Atleta Femenina del Año por la agencia Associated Press. Asimismo, fue nombrada Héroe del Trabajo Socialista , la condecoración más prestigiosa de su país, y fue la rumana más joven en recibir tal reconocimiento durante la dictadura de Nicolae Ceausescu.

Este oscuro personaje aprovechó el éxito deportivo de Nadia con fines propagandísticos: merced a su tenacidad y esfuerzo, una pequeña heroína comunista había colocado a Rumania en lo más alto de la consideración mundial.

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En 1976, Nadia fue reconocida por la BBC como Personalidad del Año de los Deportes en el Extranjero, y la Atleta Femenina del Año por la agencia Associated Press. Asimismo, fue nombrada Héroe del Trabajo Socialista , la condecoración más prestigiosa de su país, y fue la rumana más joven en recibir tal reconocimiento durante la dictadura de Nicolae Ceausescu.

En 1976, Nadia fue reconocida por la BBC como Personalidad del Año de los Deportes en el Extranjero, y la Atleta Femenina del Año por la agencia Associated Press. Asimismo, fue nombrada Héroe del Trabajo Socialista , la condecoración más prestigiosa de su país, y fue la rumana más joven en recibir tal reconocimiento durante la dictadura de Nicolae Ceausescu.

Los Juegos de Moscú 1980

Un año después de haber hecho historia en Canadá, volvió a ganar en el all around y en las barras asimétricas en el campeonato Europeo de Praga. Pero, por orden del gobierno, la delegación rumana abandonó el certamen en medio de las finales por aparatos en protesta por la puntuación recibida por Comaneci en el salto.

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Nadia se llevó el oro en las barras asimétricas con el primer 10 perfecto que recibía una gimnasta olímpica. En sus memorias, recordaría: “En el podio (foto), no terminaba de asimilar lo que había hecho. Era muy joven como para darme cuenta de lo que significaba ese momento, de que había hecho historia. Desde entonces, todo el mundo me reconoce”, contó con humildad.

Nadia se llevó el oro en las barras asimétricas con el primer 10 perfecto que recibía una gimnasta olímpica. En sus memorias, recordaría: “En el podio (foto), no terminaba de asimilar lo que había hecho. Era muy joven como para darme cuenta de lo que significaba ese momento, de que había hecho historia. Desde entonces, todo el mundo me reconoce”, contó con humildad.

El 23 de agosto de 1977, la Federación Rumana de Gimnasia la separó de sus entrenadores de toda la vida, los Károlyis –por una decisión personal de Ceausescu–, y la envió a Bucarest para que se entrenara en un complejo deportivo, lo que la hundió en un pozo depresivo. Asimismo, Nadia experimentaba distintos cambios corporales a medida que crecía.

En el Mundial de Estrasburgo de 1978, se llevó el oro en la barra de equilibrio y una medalla de plata en el salto. Al año siguiente, ganó su tercer título Europeo consecutivo y se convirtió en la primera gimnasta –hombre o mujer– en lograrlo.

Tras retomar el vínculo con los Károlyis, su próximo desafío fueron los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 –que, debido a la invasión soviética de Afganistán , el presidente Jimmy Carter declaró que los Estados Unidos boicotearía los mismos, actitud que imitaron varios países más, entre ellos, la Argentina– donde, en el ejercicio preliminar de las barras asimétricas, Nadia cometió un error.

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La enorme impresión que causó Comaneci con sus siete 10 perfectos en Montreal ocupó la tapa de todos los medios especializados del mundo. Por caso, en su edición del 2 de agosto de 1976, la prestigiosa Sports Illustrated resumió lo que fue su actuación en los Juegos al titular “Ella se robó el show”.

La enorme impresión que causó Comaneci con sus siete 10 perfectos en Montreal ocupó la tapa de todos los medios especializados del mundo. Por caso, en su edición del 2 de agosto de 1976, la prestigiosa Sports Illustrated resumió lo que fue su actuación en los Juegos al titular “Ella se robó el show”.

La adolescente de Montreal se había convertido en una mujer: era 15 centímetros más alta, casi cinco kilos más pesada y, tras anticiparse en un giro, cayó al suelo.

Pero, al día siguiente y, frente a unos jueces hostiles –“En Moscú entramos en la boca de un león; era el territorio de los rusos", recordaría en sus memorias–, logró un 10 perfecto en el mismo aparato en el que había fallado 24 horas antes.

Finalmente, se llevó el oro en los ejercicios de suelo y de la barra de equilibrio y, la plata, en el all around por equipos e individual. Igual, Moscú 1980 sería la última gran actuación de la reina de la gimnasia.

No poder vivir en paz

En 1981, la Federación de Gimnasia rumana le informó que formaría parte de una gira oficial por los Estados Unidos llamada Nadia 81 y que sus entrenadores, Béla y Márta Károlyi, encabezarían la delegación. Pero no volvieron: en el último día de la gira, ambos pidieron asilo político y se quedaron en ese país.

Al otro lado del Atlántico, Károlyi replicaría sus exigentes métodos de trabajo con idéntico éxito: en los Juegos de Los Ángeles 1984, la estadounidense Mary Lou Retton, entrenada por Béla, ganó la medalla de oro en el all around.

Comaneci –quien se retiraría oficialmente de la alta competencia en mayo de 1984, aunque desde 1981 sus participaciones ya eran muy esporádicas– podría haberse unido a los Károlyis, pero decidió regresar a Rumania donde, a partir de ese momento, no tuvo paz en su vida. Siempre bajo vigilancia constante de la Securitate, la temible policía secreta rumana, todo lo que hacía era espiado y controlado por un régimen que no podía permitirse el lujo de ver que su principal tesoro nacional huyera del país.

"Mi vida cambió drásticamente después de que los Károlyis desertaran", evocaría Nadia. "Ya no se me permitía viajar fuera de Rumania, porque el gobierno temía que yo también pudiera desertar. No tenía a nadie con quién hablar sobre cómo me sentía. En ese momento, en Rumania, dos de cada tres personas eran informantes. Uno no podía ni siquiera confiar en su propia sombra. Empecé a sentirme prisionera. En realidad, siempre lo había sido. Tenía prohibido viajar, no tenía relaciones cercanas y tenía que luchar todos los meses para tener suficiente comida. Un día, me di cuenta de que había llegado a un callejón sin salida", reveló.

Para colmo, Nicu Ceausescu, el tercer hijo del dictador, que tenía fama de mujeriego y bebedor, se encaprichó con ella. Pero, para fortuna de Nadia, la madre de Nicu, Elena Ceausescu, obligó a su hijo a terminar con su acoso. Igual, en los 80 y, consciente de que era vigilada, Comaneci no podría haber entablado relación estrecha con nadie.

Eran tiempos muy difíciles para Rumania. La comida escaseaba, al igual que los medicamentos, lo que provocó que la vida diaria de muchos rumanos fuera una lucha por sobrevivir. Comaneci había obtenido muchas medallas de oro para su país pero, tanto ella como su familia, sufrían hambre.

Hasta que un día no pudo más y decidió huir, a pesar del miedo de las represalias que pudiera haber contra sus padres y su hermano Adrián. Mientras que en la Europa del Este se empezaba a notar el cambio que provocó, por ejemplo, la caída del Muro de Berlín durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, en Rumania el tiempo se había detenido; Ceausescu rechazaba abrirse a Occidente.

"Escuchamos que en todas partes del este de Europa había signos de cambio. Pero yo aún estaba detrás del Telón de Acero. Cuando comencé a fantasear con mi deserción, mi mente cobró vida y casi parecía que todo era posible. La libertad me estaba esperando ahí fuera si estaba dispuesta a arriesgarlo todo. Pero, ¿lo estaba?", escribiría años después.

Su huida y nueva vida en los Estados Unidos

Su escape fue organizado por Constantin Panait, un rumano nacionalizado estadounidense y con residencia en ese país. Al huir, Nadia dejó a sus familiares y sus medallas olímpicas, que su hermano escondió en una pared de la casa para que el régimen comunista no pudiera llevárselas.

La noche del 27 de noviembre de 1989 –apenas 15 días después de cumplir 28 años–, Comaneci y otras cinco personas caminaron en la oscuridad durante seis horas a través de la frontera con Hungría. El terreno estaba helado y, en un momento determinado, se encontraron con un lago congelado. "Tan pronto como todos pusimos nuestro peso en el hielo, se rompió y nos metimos en el agua hasta las rodillas. Hacía un frío infernal. Mientras el lago se iba haciendo más profundo y el agua empezaba a taparme la cabeza, pensé: «por favor, Dios, solo dejame llegar al otro lado»”, rememoró.

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La noche del 27 de noviembre de 1989 –apenas 15 días después de cumplir 28 años–, Comaneci huyó de Rumania. Tras cruzar Hungría, horas después llegó a la embajada estadounidense en Viena, donde pidió asilo político. El 1 de diciembre siguiente, llegó a Nueva York (foto). Detrás de ella, de bigotes, está Constantin Panait, un rumano nacionalizado estadounidense y con residencia en ese país, quien organizó su escape.

La noche del 27 de noviembre de 1989 –apenas 15 días después de cumplir 28 años–, Comaneci huyó de Rumania. Tras cruzar Hungría, horas después llegó a la embajada estadounidense en Viena, donde pidió asilo político. El 1 de diciembre siguiente, llegó a Nueva York (foto). Detrás de ella, de bigotes, está Constantin Panait, un rumano nacionalizado estadounidense y con residencia en ese país, quien organizó su escape.

Una vez que estuvieron en territorio húngaro, fueron a una comisaría y, tras identificarse, Nadia obtuvo un permiso para viajar a Viena, a la que arribó tras un viaje de seis horas en auto. Al día siguiente, ingresó a la embajada estadounidense en la capital austríaca, donde solicitó asilo político.

El 1 de diciembre siguiente, Comaneci llegó a Nueva York y, en la conferencia de prensa que se organizó en el aeropuerto JFK, dijo: “Hui de la Rumania comunista porque quería ser libre. Tenía muchas ganas de vivir libremente. Soy muy feliz. Llevaba mucho tiempo queriendo venir aquí".

Menos de un mes después –el 23 de diciembre–, se produjo en Rumania un levantamiento contra el régimen de Ceausescu, en el que el dictador y su mujer fueron detenidos, declarados culpables de genocidio por un tribunal militar y fusilados dos días más tarde.

Nadia regresaría a Rumania poco más de seis años después, y lo haría por una muy feliz circunstancia: el 27 de abril de 1996 se casó en Bucarest con el ex medallista olímpico estadounidense Bart Conner –con quien había compartido el podio en la Copa América de Gimnasia de marzo de 1976, donde obtuviera su primer 10 perfecto preolímpico–, en una ceremonia celebrada en el antiguo palacio presidencial, que fue televisada en directo en todo el país, y a la que asistieron más de 10.000 personas.

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Nadia regresaría a Rumania poco más de seis años después, y lo haría por una muy feliz circunstancia: el 27 de abril de 1996 se casó en Bucarest con el ex medallista olímpico estadounidense Bart Conner –con quien había compartido el podio en la Copa América de Gimnasia de marzo de 1976–, en una ceremonia celebrada en el antiguo palacio presidencial, que fue televisada en directo en todo el país, y a la que asistieron más de 10.000 personas.

Nadia regresaría a Rumania poco más de seis años después, y lo haría por una muy feliz circunstancia: el 27 de abril de 1996 se casó en Bucarest con el ex medallista olímpico estadounidense Bart Conner –con quien había compartido el podio en la Copa América de Gimnasia de marzo de 1976–, en una ceremonia celebrada en el antiguo palacio presidencial, que fue televisada en directo en todo el país, y a la que asistieron más de 10.000 personas.

Su vida posterior, y su presente

En 1984 y 2004 recibió la Orden Olímpica, máximo galardón otorgado por el Comité Olímpico Internacional. En 1993, los fenomenales logros deportivos de Nadia (entre tantos, se destacan sus nueve medallas olímpicas, cinco de oro) fueron perpetuados en el International Gymnastics Hall of Fame (Hall de la Fama de la Gimnasia Internacional), ubicado en Oklahoma.

En 1999, fue reconocida por la cadena ABC News y por la revista Ladies Home Journal como Una de las 100 Mujeres Más Importantes del Siglo XX. Por otra parte, ese mismo año Nadia fue la primera atleta en ser invitada a hablar en las Naciones Unidas.

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En cada 18 de julio, Comaneci recibe múltiples reconocimientos por sus brillantes logros de 1976. En la foto (que data de 2015, cuando tenía 53 años) posó frente a un banner que recuerda su histórica participación en los Juegos de Montreal y, como siempre continuó practicando rutinas en distintos gimnasios, demostró que seguía –y sigue– en muy buena forma.

En cada 18 de julio, Comaneci recibe múltiples reconocimientos por sus brillantes logros de 1976. En la foto (que data de 2015, cuando tenía 53 años) posó frente a un banner que recuerda su histórica participación en los Juegos de Montreal y, como siempre continuó practicando rutinas en distintos gimnasios, demostró que seguía –y sigue– en muy buena forma.

Ciudadana estadounidense desde el 29 de junio de 2001 –también conserva la nacionalidad rumana–, también se desempeña como presidenta honoraria de la Federación Rumana de Gimnasia y del Comité Olímpico Rumano, es embajadora deportiva de su país y, además, es miembro de la Fundación de la Federación Internacional de Gimnasia.

El 3 de junio de 2006 y, a los 44 años, Nadia fue madre de Dylan Paul Conner, su único hijo a la fecha.

Asimismo, Comaneci y su esposo son dueños, y en sociedad con Paul Ziert –ex entrenador de su marido–, de la Bart Conner Gymnastics Academy, un gimnasio en el que entrenan a 1500 chicos y sito en Norman, Oklahoma, donde actualmente viven. También poseen la revista International Gymnast, la productora de televisión Perfect 10 Productions, Inc. y Grips Etc, una compañía de suministros de material deportivo.

Nadia viaja muy seguido por todo el mundo como embajadora global de Special Olympics International y es miembro fundadora la Fundación Laureus Sports for Good. A menudo acude a Rumania para apoyar a sus propios proyectos: la Fundación Nadia Comaneci y la Clínica Infantil Nadia Comaneci de Bucarest, que financió con su dinero y donde se atienden niños carenciados.

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Nadia –que el 12 de noviembre próximo cumplirá 60 años– vive en Norman, Oklahoma, con su esposo, Bart Conner, y su hijo, Dylan Paul, nacido el 3 de junio de 2006. Con su marido son dueños de la Bart Conner Gymnastics Academy, un gimnasio en el que entrenan a 1500 chicos y, además, administra otros emprendimientos. También viaja muy seguido por todo el mundo para atender distintas obligaciones, deportivas y comerciales.

Nadia –que el 12 de noviembre próximo cumplirá 60 años– vive en Norman, Oklahoma, con su esposo, Bart Conner, y su hijo, Dylan Paul, nacido el 3 de junio de 2006. Con su marido son dueños de la Bart Conner Gymnastics Academy, un gimnasio en el que entrenan a 1500 chicos y, además, administra otros emprendimientos. También viaja muy seguido por todo el mundo para atender distintas obligaciones, deportivas y comerciales.

Los 19 segundos que duró su rutina de las barras asimétricas hace hoy 45 años, se siguen recordando y admirando. “Conseguir el primer 10 en la historia fue una gran gesta pero, el hecho de que ni siquiera el marcador electrónico pudiera mostrar la puntuación, lo volvió aún más histórico”, señaló Nadia.

Lograr ese primer 10 hizo trascendió en el tiempo y, a partir de allí, en la gimnasia deportiva hubo un antes y un después. "Creo que es más importante lograr cosas pequeñas cada día y, eso, te encaminará hacia una dirección que te permitirá alcanzar cosas mayores en el futuro. Yo siempre dije que deseaba ganar una medalla olímpica, y gané nueve", destacó.

Nadia Comaneci's perfect 10 | Epic Olympic Moments

El próximo 12 de noviembre, Nadia cumplirá 60 años. No obstante, continúa siendo el sinónimo de la gimnasia por excelencia, y de cómo una tímida niña primero, y una adolescente después, que solo vivía para entrenarse y competir, se convirtió en una mujer cuya historia inspira a las generaciones siguientes.

Y que, a pesar de tantas cosas que debió superar en su vida, absolutamente jamás se rindió. Y esto, ténganlo por seguro, también vale como otra medalla.