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El fondista que, sin zapatillas, asombró al mundo e hizo historia por las calles de la Ciudad Eterna

El 10 de septiembre de 1960, el etíope Abebe Bikila se impuso en el maratón olímpico de Roma y, de este modo, se convirtió en el primer atleta africano –y negro– que conquistó una medalla de oro en los Juegos, corriendo ¡descalzo! Los 42,195 kilómetros y con un nuevo récord mundial incluido. Cuatro años después, en los de Tokio, revalidó su corona y, a la fecha, es uno de los tres atletas que lograron hacerlo en esta legendaria prueba.

Fuera de su país, era un perfecto desconocido. Absolutamente nadie tenía en cuenta para la victoria en el maratón olímpico de Roma 1960 a un muy delgado corredor proveniente del África negra y que, como en los entrenamientos previos para la prueba sufrió dolores y molestias con las zapatillas que le facilitó el patrocinador técnico de los Juegos –la marca alemana Adidas– decidió correr ¡descalzo! los 42,195 kilómetros (15 sobre adoquines) por las calles de la Ciudad Eterna.

Pero, decidido a hacer Historia –y con merecidísimas mayúsculas– este hijo de un humilde pastor de cabras ganó la competencia.

Cruzó la meta ya entrada la noche en la capital italiana alzando los brazos y, con su fantástico triunfo, se convirtió en el primer africano, y negro, que conquistó un oro olímpico. ¡Ah! Y con nuevo récord mundial incluido.

Pero no se detuvo. Siguió corriendo hasta llegar al Arco de Constantino, a pocos metros de donde Benito Mussolini había partido con su ejército a la conquista de Etiopía, donde el vencedor del maratón había nacido hacía 28 años.

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El finés-sueco Onni Herman Niskanen estaba contratado por el gobierno etíope, y era el entrenador de la Guardia Imperial. Él fue quien descubrió a Bikila, comenzó a prepararlo para que corriera maratones, y lo inscribió en el de los Juegos de Roma 1960.

El finés-sueco Onni Herman Niskanen estaba contratado por el gobierno etíope, y era el entrenador de la Guardia Imperial. Él fue quien descubrió a Bikila, comenzó a prepararlo para que corriera maratones, y lo inscribió en el de los Juegos de Roma 1960.

Cuando le preguntaron por qué corrió sin zapatillas, su respuesta fue todo un símbolo de su increíble gesta: "Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ganó siempre con determinación y heroísmo".

Descalzo, representó la gloria de su nación y puso a sus pies a la Italia colonial que había sometido a la tierra de sus antepasados.

Abebe Bikila se convirtió en leyenda y, además, en el pionero tras el cual se encolumnaron los corredores que continuaron con el marcado y sostenido dominio africano en las competencias de medio fondo y fondo.

Había nacido para correr

Abebe Bikila nació el 7 de agosto de 1932 –el día que el rosarino Juan Carlos Zabala, el Ñandú Criollo, se alzó con el oro en el maratón de los Juegos Olímpicos de Los Angeles–, en la zona rural de Mout, a unos 130 kilómetros de Addis Abeba, la capital de Etiopía, un país golpeado por las hambrunas y los conflictos bélicos.

Hijo de Demissie Bikila, un humilde pastor, y Wudinesh Beneberu, desde muy pequeño corría descalzo y, durante la invasión italiana de Etiopía, también llamada Segunda Guerra Ítalo-Etíope, que tuvo lugar entre octubre de 1935 y mayo de 1936, la familia debió refugiarse en la región de Gorro.

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Bikila (número 11), corre descalzo por las calles de Roma junto al pelotón que, entre otros, integra el marroquí Rhadi Ben Abdesselam (185), quien sería su escolta en esta prueba.

Bikila (número 11), corre descalzo por las calles de Roma junto al pelotón que, entre otros, integra el marroquí Rhadi Ben Abdesselam (185), quien sería su escolta en esta prueba.

Bikila se mudó a Addis Abeba en 1951. Al año siguiente, se incorporó al 5º Regimiento de Infantería de la Guardia Imperial Etíope, la unidad encargada de la seguridad personal del emperador Haile Selassie y, con los años, alcanzaría el rango de shambel (capitán).

En esa época, Bikila corría diariamente casi 40 kilómetros, que era el trayecto de ida y vuelta entre la región de Sululta, donde residía, y Addis Abeba.

Tales condiciones atléticas no pasaron desapercibidas para el finés-sueco Onni Herman Niskanen quien, contratado por el gobierno etíope, era el entrenador de la Guardia Imperial.

Niskanen comenzó a prepararlo para disputar maratones y, durante los entrenamientos, era muy común que Bikila corriera descalzo sobre suelos duros y rocosos de caminos de montaña, situados a unos 2000 metros de altura.

En 1956, Abebe escoltó a Wami Biratu en el campeonato de las Fuerzas Armadas etíopes y, en julio de 1960, ganó su primer maratón en Addis Abeba.

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El podio del maratón de Roma 1960: Bikila, en lo más alto, junto con el marroquí Rhadi Ben Abdesselam (a su derecha), que logró la medalla de plata, y el neozelandés Barry Magee, que obtuvo la presea de bronce.

El podio del maratón de Roma 1960: Bikila, en lo más alto, junto con el marroquí Rhadi Ben Abdesselam (a su derecha), que logró la medalla de plata, y el neozelandés Barry Magee, que obtuvo la presea de bronce.

Un mes más tarde, volvió a imponerse en esta prueba, y en la misma ciudad, y lo hizo con un tiempo de 2h21’23”, por debajo del por entonces récord olímpico, que estaba en poder del fenomenal checoeslovaco Emil Zátopek.

Sin dudarlo, Niskanen inscribió a Bikila y a Abebe Wakgira para que participaran en el maratón de los Juegos de Roma, que se correría el sábado 10 de septiembre siguiente.

La hazaña de Roma 1960

Cuando el equipo etíope llegó a Roma, el entrenador del mismo anunció la marca lograda por Bikila en Addis Abeba, pero los organizadores de la prueba no le creyeron, y menos que hubiera sido registrada por un atleta desconocido, muy delgado, de 1,77 metro de estatura y con solo tres maratones en su haber.

Pero lo absolutamente increíble, se produjo solo dos horas antes del comienzo del maratón y que, por la elevada temperatura reinante, se largó a las 17.30: Bikila decidió recorrer ¡descalzo! los 42,195 kilómetros de la prueba, 15 sobre adoquines.

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Tras su histórica victoria en la capital italiana, Bikila posó junto al obelisco Axum, que el régimen fascista había robado de la tierra natal de Abebe como botín de guerra e instalado en Roma en octubre de 1937. Esta pieza de granito, de 1700 años de antigüedad, fue repatriada recién en 2005.

Tras su histórica victoria en la capital italiana, Bikila posó junto al obelisco Axum, que el régimen fascista había robado de la tierra natal de Abebe como botín de guerra e instalado en Roma en octubre de 1937. Esta pieza de granito, de 1700 años de antigüedad, fue repatriada recién en 2005.

Así lo hizo porque, en los entrenamientos por las calles de la Ciudad Eterna, sufrió dolores y molestias con las zapatillas que le facilitó el patrocinador técnico de los Juegos –la marca alemana Adidas–, que le provocaban ampollas en sus pies, a diferencia de las japonesas Onitsuka Tiger, que utilizaba desde 1957.

“Si decidí quitarme las zapatillas fue solo porque estaba casi seguro de que correría mejor descalzo. Sin zapatillas, por lo tanto, sin ampollas: los callos bajo mis pies ya conocen todos los caminos", alegó.

En la biografía del corredor (Bikila: Ethiopía’s Barefoot Olympian – Bikila: el Atleta Olímpico Descalzo de Etiopía), escrita por el británico Tim Judah y publicada en mayo de 2009, el marroquí Rhadi Ben Abdesselam –quien era uno de los grandes favoritos para llevarse la victoria en el maratón romano– recordó los extraordinarios pies de Abebe, y que había podido ver cuando coincidieron en el reconocimiento médico previo a la competencia.

"Las plantas eran gruesas y negras como el carbón. Toqué con la mano: la piel estaba tan dura que parecía el neumático de un camión militar, pero a la vez estaba muy sensible porque, en cuanto le toqué el pie, Bikila saltó de la cama y me miró sorprendido", citó.

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Bikila tuvo un recibimiento de héroe cuando regresó a su país tras su histórica conquista en Roma y, el emperador Haile Selassie, le otorgó la Estrella de Etiopía (foto) y lo ascendió al rango de asiraleqa (cabo) de la Guardia Imperial.

Bikila tuvo un recibimiento de héroe cuando regresó a su país tras su histórica conquista en Roma y, el emperador Haile Selassie, le otorgó la Estrella de Etiopía (foto) y lo ascendió al rango de asiraleqa (cabo) de la Guardia Imperial.

Esta prueba, de la que tomaron parte 69 corredores, representando a 35 países, contó con la participación de tres argentinos: el bonaerense (de Wilde) Osvaldo Suárez (quien finalizaría 9º, y establecería el nuevo récord argentino y sudamericano de maratón de la época), el cordobés (de Argüello) Gumersindo Gómez (15º), y el santafesino (de Sunchales) Walter Lemos (50º).

La carrera se puso en marcha desde las gradas del Capitolio y, la estrategia del equipo etíope, preveía que Bikila –quien disputó la competencia con el número 11–, no se despegara del favorito, el marroquí Rhadi Ben Abdesselam, a fin de facilitarle la carrera a sus compañeros.

Sin embargo, en lugar del número 26 que debería haber llevado, Abdesselam largó con el 185.

Por lo tanto y, aunque resulte increíble, Bikila trataría de alcanzar durante casi 30 kilómetros –y en vano, claro– al atleta con el número 26…

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Abebe fue el abanderado de la delegación etíope en la Ceremonia Inaugural de los juegos Olimpicos de Tokio 1964, donde conquistaría su segundo oro consecutivo en el maratón, siendo el primer atleta de la historia en lograrlo.

Abebe fue el abanderado de la delegación etíope en la Ceremonia Inaugural de los juegos Olimpicos de Tokio 1964, donde conquistaría su segundo oro consecutivo en el maratón, siendo el primer atleta de la historia en lograrlo.

Hasta que igualó la marcha de Abdesselam a la altura de la Raccordo Anulare (la autopista que circunvala Roma), donde ambos africanos comenzaron a escaparse del neozelandés Barry Magee y el soviético Sergey Popov, por entonces recordman mundial de maratón.

Ya en la Via Apia y, bajo la luz de las antorchas que portaban soldados italianos en la noche romana, el marroquí y el etíope continuaron encabezando la prueba hasta que, en la Porta San Sebastiano, Bikila aceleró su marcha y Abdesselam ya no pudo seguir el veloz ritmo que aquel imprimió en los últimos kilómetros.

En la Piazza da Porta Capena, por donde el recorrido de la prueba imponía pasar dos veces, se encontraba el obelisco Axum, que el régimen fascista había robado de la tierra natal de Abebe como botín de guerra e instalado en octubre de 1937 frente al Ministerio de Colonias.

Esta pieza de granito, de 1700 años de antigüedad, que mide 24 metros de altura y pesa 152 toneladas, fue repatriada recién en 2005 y, tras su reconstrucción, desde 2008 se erige en la región etíope de Tigray.

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El miércoles 21 de octubre de 1964, Bikila se alzó con el oro en el maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio, y con un nuevo récord mundial. Esta vez, corrió con zapatillas alemanas Puma hechas a medida, y ganó a pesar de que solo 35 días antes le habían practicado una apendicectomía.

El miércoles 21 de octubre de 1964, Bikila se alzó con el oro en el maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio, y con un nuevo récord mundial. Esta vez, corrió con zapatillas alemanas Puma hechas a medida, y ganó a pesar de que solo 35 días antes le habían practicado una apendicectomía.

Ante el asombro de todos, un corredor ¡descalzo! cruzó la meta en primer lugar con los brazos abiertos y, además, con un tiempo de 2h15’16”, estableció un nuevo récord mundial para esta prueba.

Bikila fue el primer africano negro en ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos y, desde ese momento, se convirtió en un héroe para el deporte de su continente.

Tal fue la magnitud de su conquista que, para millones de personas, su nombre fue el del primer africano negro del que habían oído hablar.

La victoria del etíope trajo consigo más que una medalla de oro. A pesar de la miseria y el hambre que padecía, Etiopía –y, junto con ella, todo el continente africano–, se vengó simbólicamente de los antiguos invasores, justo en la capital italiana.

Por eso, Bikila continuó corriendo hasta llegar al Arco de Constantino, a pocos metros de donde Benito Mussolini había partido con su ejército a la conquista de Etiopía.

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El podio del maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, donde Bikila fue escoltado por el británico Basil Heatley (plata, a su derecha) y el japonés Kokichi Tsuburaya (bronce).

El podio del maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, donde Bikila fue escoltado por el británico Basil Heatley (plata, a su derecha) y el japonés Kokichi Tsuburaya (bronce).

Con la Ciudad Eterna a sus pies, Bikila hizo Historia y les marcó el camino a todos los atletas africanos que, a partir de ese momento, comenzaron a dominar las pruebas de medio fondo y fondo en cualquier certamen del mundo lo que, a la fecha, continúan haciendo con absoluta autoridad.

Su segundo oro olímpico

Bikila tuvo un recibimiento de héroe cuando regresó a su país y, el emperador Haile Selassie, le otorgó la Estrella de Etiopía, y lo ascendió al rango de asiraleqa (cabo) de la Guardia Imperial.

Abebe volvió a ganar un maratón corriendo descalzo: fue en el de Atenas 1961 y, en ese mismo año, conquistó los de Osaka, Japón, y Košice, Checoslovaquia. En 1963 tomó parte en el del Boston, Estados Unidos, donde arribó quinto y, en 1964, se llevó nuevamente el de Addis Abeba.

Y, el miércoles 21 de octubre del mismo año, se alzó con el oro en el maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio –en los que fue el abanderado de la delegación etíope–, con otro récord mundial: 2h12’11”2/10.

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El 16 de marzo de 1960, Abebe se casó con Yewebdar Wolde-Giorghis –que tenía 15 años cuando contrajeron enlace–, y tuvieron cuatro hijos: Tsige, Dawit, Yetnayet y Teferi, quienes lo acompañarían hasta el último de sus días.

El 16 de marzo de 1960, Abebe se casó con Yewebdar Wolde-Giorghis –que tenía 15 años cuando contrajeron enlace–, y tuvieron cuatro hijos: Tsige, Dawit, Yetnayet y Teferi, quienes lo acompañarían hasta el último de sus días.

¡Ah! Esta vez, corrió con zapatillas alemanas Puma hechas a medida y, por eso, Bikila es el único atleta de la historia que ganó dos maratones olímpicos consecutivos, aunque uno descalzo y el otro con calzado.

A la fecha, solo dos atletas lograron emular a Bikila ganando dos maratones olímpicos seguidos: el alemán Waldemar Cierpinski (oro en Montreal 1976 y Moscú 1980) y el keniata Eliud Kipchoge (se impuso en Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020).

La extraordinaria victoria de Bikila en la capital japonesa en 1964 se agigantó por el hecho de que, solo 35 días antes (el 16 de septiembre) le había practicado una apendicectomía. Igual, su ritmo de carrera fue tan demoledor, que no hubo nadie que pudiera con él.

Nuevamente, Abebe logró la única medalla de oro de Etiopía en los Juegos. El emperador lo ascendió al rango de metoaleqa (teniente), le otorgó la Orden de Menelik II, y le regaló una casa y un Volkswagen Beetle (Escarabajo) blanco aunque, como no sabía manejar, se le asignó un chofer.

El accidente, y sus últimos años

En los Juegos Olímpicos de México 1968 fue por el tercer oro al hilo pero, esta vez, todo fue distinto: Bikila abandonó en el kilómetro 17 debido a una persistente molestia en la pierna izquierda, debido a una fractura por estrés que había sufrido en el peroné, y de la que aún estaba recuperándose.

Eso sí: el triunfo en los 42,195 kilómetros fue para su compatriota Mamo Wolde.

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El 22 de marzo de 1969, Bikila sufrió un accidente automovilístico, por el que quedó parapléjico y jamás volvió a caminar. Fue invitado a los Juegos de Munich 1972 y, cuando el rey del maratón ingresó al estadio olímpico en una silla de ruedas, la ovación fue ensordecedora.

El 22 de marzo de 1969, Bikila sufrió un accidente automovilístico, por el que quedó parapléjico y jamás volvió a caminar. Fue invitado a los Juegos de Munich 1972 y, cuando el rey del maratón ingresó al estadio olímpico en una silla de ruedas, la ovación fue ensordecedora.

Igual, fue recompensado con un ascenso al rango de shambel (capitán). El de México fue el 15º y último maratón que corrió en su vida y, el balance, arrojó que ganó 12, abandonó en dos, más el quinto puesto obtenido en Boston 1963. Bri-llan-te.

En la noche del 22 de marzo de 1969, Bikila –que no era muy buen conductor– perdió el control de su Volkswagen Beetle en Addis Abeba y volcó, quedando atrapado en el vehículo.

El 29 de marzo fue trasladado al Stoke Mandeville Hospital de Aylesbury, Inglaterra, donde pasó los siguientes ocho meses pero, a pesar del tratamiento que recibió, quedó parapléjico y jamás volvió a caminar.

Pero, su infinita entereza, dio el presente otra vez: "Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz", dijo por entonces.

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Aunque ya no podía caminar, Bikila retomó la práctica deportiva y se volcó a la arquería. Participó en esta disciplina y en la de tenis de mesa en los Juegos Mundiales en Silla de Ruedas de 1970 (los Stoke Mandeville Games) y, un año después, Abebe logró la victoria en una prueba de trineos a campo traviesa en Noruega.

Aunque ya no podía caminar, Bikila retomó la práctica deportiva y se volcó a la arquería. Participó en esta disciplina y en la de tenis de mesa en los Juegos Mundiales en Silla de Ruedas de 1970 (los Stoke Mandeville Games) y, un año después, Abebe logró la victoria en una prueba de trineos a campo traviesa en Noruega.

El 16 de marzo de 1960, Abebe se casó con Yewebdar Wolde-Giorghis –que tenía 15 años cuando contrajeron enlace–, y tuvieron cuatro hijos: Tsige, Dawit, Yetnayet y Teferi, quienes lo acompañarían hasta el último de sus días.

Aunque ya no podía caminar, Bikila retomó la práctica deportiva y se volcó a la arquería. Participó en esta disciplina y en la de tenis de mesa en los Juegos Mundiales en Silla de Ruedas de 1970 (los Stoke Mandeville Games) y, un año después, Abebe logró la victoria en una prueba de trineos a campo traviesa en Noruega.

Fue invitado a los Juegos de Munich 1972 y, cuando el rey del maratón ingresó al estadio olímpico en una silla de ruedas, la ovación fue ensordecedora.

Abebe murió en Addis Abeba el 25 de octubre de 1973 debido a una hemorragia cerebral. Tenía 41 años.

A su funeral asistieron unas 65.000 personas, incluido el emperador Haile Selassie, quien proclamó un día de luto por el héroe nacional del país, que recibió honores de estado cuando fue sepultado en el Saint Joseph's Church Cemetery de Addis Abeba.

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"Antes de Abebe Bikila no había corredores en África. Después de su victoria en los Juegos Olímpicos de 1960 en Roma, los africanos comenzamos a pensar: «Mirá, es uno de nosotros. Si lo hizo, entonces nosotros también podemos hacerlo». Bikila es un ícono para toda África y un héroe personal para mí: si no fuera por él, todavía sería un agricultor en las colinas de (la provincia etíope de) Arsi”, lo elogió su compatriota Haile Gebrselassie, bicampeón olímpico y monarca y plusmarquista mundial en pruebas de medio fondo y fondo.

Por su parte, el periodista estadounidense Richard Benyo, y también ex corredor de fondo, describió al formidable etíope en su época de esplendor: "Parece que corre sin esfuerzo; es frágil pero increíblemente fuerte. Es la personificación de todo lo que debería ser un corredor de maratón. Es el corredor de clase mundial más natural que nadie haya visto jamás”.

Pero, amén de sus increíbles condiciones, la Historia recibió con los brazos abiertos a Abebe Bikila cuando, el 10 de septiembre de 1960, hizo que el mundo sea un lugar un poco más justo ya que, así como se necesitaron 500.000 italianos para conquistar Etiopía, solo un etíope bastó para conquistar Roma.