La paradoja es difícil de explicar y más difícil aun de entender: en el mejor momento de su larga y sufrida historia deportiva, el Club Atlético Colón atraviesa una profunda crisis institucional motivada, pura y exclusivamente, por un sector de la barrabrava.
Colón ganó su primer campeonato oficial en junio de 2021: 116 años después de su fundación. Ese es el tamaño exacto del logro alcanzado por el plantel que dirigía Eduardo Domínguez y que lideró, dentro de la cancha, el “Pulga” Luis Miguel Rodríguez.
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Hoy, a poco más de un año de aquella hazaña, Colón se encuentra en una encerrona provocada por los constantes aprietes, extorsiones y hechos de violencia irracional protagonizados por la barrabrava.
Es una situación increíble teniendo en cuenta que las víctimas de esos hechos son, para la enorme mayoría de los hinchas sabaleros, los verdaderos héroes de la primera e inolvidable estrella lograda por el equipo rojinegro.
El martes 20 de septiembre, un grupo de alrededor de 20 delincuentes –llamarlos “hinchas” es inexacto– fueron al entrenamiento del plantel profesional a hostigar a los jugadores. Les pidieron plata y camisetas, al mismo tiempo que les cuestionaban los bajos rendimientos de los últimos meses.
La situación fue tan tensa que el plantel decidió no practicar el miércoles y recién retomó las tareas en la mañana de este jueves, con una fuerte custodia policial. Un escenario inexplicable para cualquier club, aun en un contexto tan violento como el del fútbol argentino.
Las respuestas iniciales de la dirigencia sabalera fueron pobres. No hubo denuncia por parte del club. La Fiscalía empezó a investigar el apriete de la barra a partir de un llamado al 911 realizado por un empleado el predio de Colón. ¿Por qué la Comisión Directiva no se involucra en el tema? Esa es una de las preguntas que tienen que responder los dirigentes.
Este jueves, después de que un grupo de jugadores declararan en la Fiscalía, el representante de Luis Miguel Rodríguez, Roberto San Juan, confirmó la peor noticia para los hinchas genuinos de Colón: el Pulga se irá de Santa Fe a fin de año, cuando finalice el actual torneo. Tiene contrato hasta diciembre de 2023, pero tomó la decisión rescindir el vínculo un año antes.
Las declaraciones del representante del Pulga eximen de mayores comentarios: “En diciembre se va de Colón. Terminan estos partidos que faltan y la decisión es irse. Esto no lo soporta nadie. No son internas, son cosas muy graves y hay que hacer algo al respecto. No sé qué están esperando, ¿que maten un jugador? Esto es muy triste, es lamentable. En estas condiciones no se puede jugar al fútbol”.
Una interna delictiva que afecta a todo el mundo Colón
Las barrabravas son grupos de delincuentes que usan al fútbol como pantalla para conseguir beneficios para sus propios integrantes: entradas, camisetas, dinero y todo tipo de negocios que funcionan alrededor del deporte más popular de la Argentina.
En el mundo Colón tienen cada vez más protagonismo. Primero fue la escisión de la barra en dos facciones: Los de Siempre y La Negrada. Las disputas entre ambos grupos escalaron hasta lo intolerable y pusieron a Colón en una situación cada vez más difícil.
Una rápida recapitulación de los sucesos ocurridos después de la consagración de Colón en la Copa de la Liga 2021 pueden ayudar a entender por qué el club atraviesa una crisis institucional cuya salida es difícil de avizorar.
En diciembre del año pasado, antes de la final contra River por el Trofeo de Campeones en Santiago del Estero, un colectivo con hinchas de La Negrada fue detectado por la Policía de esa provincia y los devolvieron a Santa Fe. Ese día hubo amenazas contra Los de Siempre a través de una serie de videos que circularon por las redes sociales. Era el principio de una historia que iba a ponerse cada vez más oscura y violenta.
En febrero de este año hubo tiroteos contra la sede del club y contra los portones de ingreso al Estadio Brigadier López. Lo mismo ocurrió en marzo y en abril. Los hechos nunca se terminaron de esclarecer, pero en aquel momento se apuntó contra la barra “disidente” –La Negrada– como responsable de las balaceras. “Entramos todos o no entra nadie”, pintaron con aerosol en uno de los portones.
En abril, durante un partido contra Aldosivi por el torneo local, las dos facciones se enfrentaron dentro del estadio y no causaron una tragedia solo por azar. Ni la Policía ni la seguridad del club pudieron prever el suceso. Tampoco ese hecho fue esclarecido.
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Ese mismo mes, antes del partido como local contra Peñarol de Montevideo por la Copa Conmebol Libertadores, hubo una balacera en el ingreso a la tribuna sur de la cancha de Colón. Cuatro policías y un hincha uruguayo resultaron heridos. No fue una tragedia de puro milagro.
La Conmebol sancionó a Colón por esos episodios. El Ministerio de Seguridad de la provincia de Santa Fe también: primero se anunció que debía jugar a puertas cerradas por el torneo local, después se suavizó la sanción y solamente se clausuró la tribuna sur por tres partidos.
Poco después, en los festejos por el primer título de Colón, el 4 de junio, hubo incidentes gravísimos en la explanada de ingreso al estadio. Mientras actuaban los artistas invitados y los jugadores campeones se aprestaban a subir al escenario para recibir la ovación de la multitud, hubo disparos de armas de fuego y resultó herido el hermano de uno de los jefes de La Negrada. La balacera, otra vez, fue en medio de miles de personas que celebraban en paz el amor por su equipo. Irracional es poco.
Crónica de un apriete anunciado
El pasado 14 de septiembre, antes del partido como local ante San Lorenzo, la barra “oficial” colgó una bandera con amenazas contra jugadores y dirigentes: “Con Colón no se jode”. Junto al mensaje, pintaron una pistola y firmaron con iniciales: LDS.
Menos de una semana después, en el entrenamiento del último martes, un grupo de no más de 20 delincuentes de la barrabrava fueron al predio de la autopista a apretar en forma violenta a los jugadores del plantel profesional.
Fue la gota que rebalsó el vaso. Los referentes del plantel no ocultaron su enojo. El capitán se puso a la cabeza y anunció, a través de su representante, su salida anticipada de Colón. Otra vez perdió el fútbol y perdió la historia. Otra vez ganaron los violentos, los que no representan a nadie, los que solo buscan su propio beneficio.
Por los antecedentes del último año, lo que ocurrió el martes en el predio no debería sorprender a nadie. Es la crónica de un apriete anunciado.
Lo increíble es la poca memoria de ese grupo de delincuentes disfrazados de hinchas. Fueron a apretar a los mayores héroes de la historia de Colón. A los jugadores que le bordaron la primera estrella a la camiseta sangre y luto. Los verdaderos hinchas, que se cuentan por miles, tienen el deber de repudiar lo ocurrido y poner las cosas en su lugar. Ni el Pulga Rodríguez ni ningún otro integrante del plantel merecen pasar por lo que están pasando.
Del plantel que dio la ansiada vuelta olímpica el 4 de junio en San Juan, ya se fueron de la institución para seguir sus carreras en otros clubes Rodrigo Aliendro, Federico Lértora, Leonardo Buriián, Gonzalo Piovi, Facundo Mura, Bruno Bianchi, Wilson Morelo, Cristian Ferreira, Gonzalo Escobar y Nicolás Leguizamón, por nombrar solo a los más representativos.
Junto con Rafael Delgado, Christian Bernardi, Facundo Garcés y Eric Meza –que siguen actualmente en Colón–, el Pulga Rodríguez es uno de los sobrevivientes de aquella hazaña tan esperada por la hinchada sabalera. El tucumano es –para una inmensa mayoría– el jugador más determinante de los historia de Colón.
Los dirigentes del club y las autoridades públicas de seguridad tienen por delante una tarea urgente y no pueden hacerse los sordomudos: la barrabrava no puede seguir imponiendo las condiciones. Es necesario que la Justicia investigue lo ocurrido, pero sobre todo que la dirigencia corte de una vez y para siempre los vínculos con la barra.
Si no es así, la violencia va a terminar matando al deporte más lindo de los argentinos y va a alejar a las familias y a miles y miles de hinchas genuinos de las canchas. Estamos a tiempo de parar esta locura, pero hay que actuar con rapidez y determinación. Colón y su gloriosa historia no merecen otra cosa.
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