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A 57 años de la conquista del título argentino mediano por parte de Carlos Monzón

El sábado 3 de septiembre de 1966, Escopeta se alzó con la corona nacional de las 160 libras o 72,574 kilos tras derrotar en 12 asaltos, y en fallo unánime, al capitalino Jorge José Fernández en el legendario Luna Park. Al año siguiente y, ante el mismo rival, el sanjavierino conquistaría la corona sudamericana de la categoría.    

Siempre fue de punto. Cuando combatió por la corona nacional, la sudamericana y, ni hablar, la mundial de los medianos. Pero Carlos Monzón siempre demostró que, para su hambre de gloria, no habría desafío alguno que le impidiera alcanzar sus objetivos.

Paso a paso, desde el título de campeón de la ciudad y, luego, de la provincia de Santa Fe, fue avanzando decididamente hacia los primeros planos del pugilismo argentino. De la mano de Amílcar Oreste Brusa, su sostenido ascenso hizo que su nombre fuera cada vez más conocido y, desde el sábado 3 de septiembre de 1966, recorriera todo el país.

Pero, para alcanzar uno de los escalones clave para alimentar su sueño mundialista, como lo fue el hecho de coronarse monarca argentino de los 72,574 kilos o 160 libras –combate del que hoy se cumplen 57 años– Escopeta debió sortear obstáculos de todo tipo, lo que engrandece aún más su trayectoria deportiva. Esta es la historia de su conquista de 1966 ante Jorge José Fernández en el legendario Luna Park.

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Jorge José Fernández era ampliamente favorito para este combate. Nacido en la Capital Federal el 28 de septiembre de 1935, ante Monzón realizaría su 113ª pelea, mientras que para su retador sería la 40ª y la primera a 12 rounds. El Torito de Pompeya fue campeón argentino superwelter y mediano, monarca sudamericano mediano y, además, había combatido tres veces con Emile Alphonse Griffith, una de ellas (en 1962) por el título mundial welter AMB.

Jorge José Fernández era ampliamente favorito para este combate. Nacido en la Capital Federal el 28 de septiembre de 1935, ante Monzón realizaría su 113ª pelea, mientras que para su retador sería la 40ª y la primera a 12 rounds. El Torito de Pompeya fue campeón argentino superwelter y mediano, monarca sudamericano mediano y, además, había combatido tres veces con Emile Alphonse Griffith, una de ellas (en 1962) por el título mundial welter AMB.

Sorteó todo tipo de obstáculos

Es muy bien sabido que la alimentación de Monzón en su niñez y adolescencia no fue la mejor y, por eso, la calcificación de sus huesos no había sido óptima. Uno de los mayores problemas que Carlos tuvo durante gran parte de su carrera profesional fue una muy molesta y dolorosa lesión en su mano derecha –con la que, igual, anestesió a tantos rivales– y, por ello, debió ser infiltrado antes de cada combate hasta fines de mayo de 1971 –cuando ya era campeón mundial–, año en que lo operó en nuestra ciudad el doctor Juan Carlos Abraham, asistido por su colega Luis Serrano y, por fin, pudo ponerle punto final a este inconveniente.

Escopeta sufría muchísimo de las cápsulas metacarpianas por la gran potencia de su pegada y que su mano no podía resistir: por eso, además de los efectos devastadores que causaba en sus rivales, también se lastimaba él. Se lo infiltraba con anestésicos simples, denominados de superficie.

Entre 1963 y 1964 –sus dos primeros años como rentado–, Monzón sufriría las únicas tres derrotas en los 100 combates que disputó en su extraordinaria campaña y, al analizar las mismas, surgen tres coincidencias: todos sus rivales eran de baja estatura –Escopeta medía 1,81 metro–; Amílcar Brusa no lo atendió en el rincón en ninguna de las tres –o sea que nunca le tocó verlo perder en el terreno profesional– y, además, Carlos se desquitó de todos ellos, a quienes venció posteriormente.

Monzón perdió el invicto el miércoles 28 de agosto de 1963 en el Luna Park ante el platense Antonio Oscar Aguilar, quien también llegaba imbatido a este choque. Carlos, quien pesó 71,600 kilos, fue superado por puntos tras 10 asaltos –en fallo unánime– por el pupilo de Olegario Fernández, suegro del vencedor del sanjavierino.

Los jueces, con el viejo sistema de 20 puntos por round, fallaron así: Roldán, 200-188; Eloy González, 200-184 y, Luis Garibotto, 199-190.

Fue la 9ª pelea de Carlos, y la 17ª para Aguilar. En el rincón del derrotado estuvo Genaro Ramusio, quien atendía a distintos púgiles en el Luna Park y colaboraba con Brusa cuando este llevaba a sus pupilos a combatir a dicho estadio o en otros de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.

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Monzón llegó a la pelea por la corona argentina mediana tras haberse alzado el año anterior con el cinturón –no oficial– Eduardo Jorge Lausse. El sanjavierino era campeón de la ciudad y la provincia de Santa Fe, había viajado a Buenos Aires con bastante antelación al combate para optimizar su preparación y se alojó en el hotel Splendid Bouchard, frente al Luna Park.

Monzón llegó a la pelea por la corona argentina mediana tras haberse alzado el año anterior con el cinturón –no oficial– Eduardo Jorge Lausse. El sanjavierino era campeón de la ciudad y la provincia de Santa Fe, había viajado a Buenos Aires con bastante antelación al combate para optimizar su preparación y se alojó en el hotel Splendid Bouchard, frente al Luna Park.

El Maestro había viajado a Comodoro Rivadavia, donde otro pupilo suyo, el reconquistense Roberto Cheta, enfrentó por tercera vez al panameño –nacionalizado argentino– Luis Federico Thompson, unánimemente considerado uno de los mejores welter de la historia de nuestro país.

El viernes 6 de diciembre de 1963 y, en Paraná, Entre Ríos, la lesión del sanjavierino terminaría por agravarse: en la 11ª pelea de su trayectoria, Monzón se rompió la mano derecha en su victoria ante el santiagueño –radicado en Rosario– René Sosa, a quien noqueó en el 6º round. Igual, como a lo largo de toda su vida, no se rindió y siguió adelante.

La siguiente derrota del futuro rey mediano se produjo un domingo, y muy lejos de Santa Fe. Fue el 18 de junio de 1964, en su 14º combate. Como Carlos había sido detenido tras un incidente donde noqueó a todos y cada uno de los ocho integrantes de una barra que le faltaron el respeto a su esposa Mercedes Beatriz García (Pelusa) en un colectivo, Brusa –cuándo no– intercedió ante las autoridades policiales y judiciales y sacó a su pupilo de nuestra ciudad.

Con Manolo Hermida –histórico programador de las peleas de los miércoles y las preliminares de los sábados del Luna Park– le consiguieron una pelea en Río de Janeiro ante el español (nacionalizado brasileño) Felipe Cambeiro. Y hasta allá se fue Escopeta, casi sin entrenamiento, mientras Brusa realizaba aquí varios trámites con un abogado para zanjar la incómoda situación judicial en la que se encontraba su pupilo.

El combate se realizó en los estudios de TV Río y, encima, la derrota fue más dolorosa aún, porque Cambeiro derribó ¡tres veces! a Monzón quien, desde el 2º round, tenía su mano derecha inutilizada, la que no pudo infiltrarse.

¿Cómo y con qué podía ganar? Lógico: Carlos perdió por puntos y en fallo unánime tras los ocho asaltos a los que fue pactada la pelea. Por lo menos, cobró casi 40.000 pesos argentinos de la época.

La última vez que el futuro e indiscutido campeón mundial bajó derrotado de un ring –donde tampoco estuvo Brusa y, en su lugar, lo hizo Oscar Méndez, uno de sus ayudantes–, fue el viernes 9 de octubre de 1964, en las instalaciones del ya desaparecido Córdoba Sport Club, en la ciudad capital de dicha provincia y, su vencedor por puntos en fallo unánime en 10 rounds, fue el puntano Alberto del Carmen Pirincho Massi.

Fue el 20º combate de Monzón –quien ni siquiera podía apoyar las manos sobre sus muslos en los descansos entre los rounds– y, hasta su retiro, en 1977, hilvanaría un invicto de 80 peleas –incluidas 15 con un título mundial en juego–, récord solo superado en Sudamérica por el chaqueño –luego radicado en Córdoba– Jaime Guillermo Juan Manuel Giné, quien fue campeón argentino y sudamericano liviano, con 87.

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La noche del combate, Carlos –que utilizó un pantalón negro– subió primero al cuadrilátero; luego lo hizo el árbitro, Alfonso Araujo y, por último, el por entonces campeón, Jorge José Fernández. Finalizada la pelea, la corona de los 72,574 kilos o 160 libras tendría nuevo dueño.

La noche del combate, Carlos –que utilizó un pantalón negro– subió primero al cuadrilátero; luego lo hizo el árbitro, Alfonso Araujo y, por último, el por entonces campeón, Jorge José Fernández. Finalizada la pelea, la corona de los 72,574 kilos o 160 libras tendría nuevo dueño.

Esa noche, Brusa se encontraba en Paraguay, en el rincón de otro de sus pupilos, el también santafesino Hugo Mauricio Bidyerán, un gran peso gallo que fue campeón argentino de la división entre 1969 y 1971. Monzón se vengaría de sus tres vencedores y, entre 1964 y 1970, le ganaría tres veces a Aguilar, una a Cambeiro, y tres a Massi.

Desde mediados de 1964 en adelante –más precisamente, tras la derrota con Cambeiro–, el bioquímico y farmacéutico Juan Pablo Brusa, primo de Amílcar, comenzó a administrarle distintos suplementos vitamínicos a Monzón (particularmente B12, hierro y proteínas) quien, progresivamente, fue mejorando su capacidad física.

Escopeta tenía problemas para generar glóbulos rojos, lo que le restaba capacidad de oxigenación y resistencia. En esa época, apenas tenía 3.600.000 glóbulos rojos y debía llegar a los cinco millones.

Además, el doctor Luis Serrano había comenzado a atenderlo por una bronquitis asmática –las innumerables noches de su niñez y adolescencia en medio de la lluvia y el frío mientras vendía diarios o lustraba zapatos le estaban pasando factura– lo que, sumado a su anemia, complicaba el panorama.

¿Algo más? Sí: una fístula perianal, que se convertía en un suplicio cada vez que Monzón evacuaba, la que también comenzó a ser tratada.

Dueño del cinturón Eduardo Jorge Lausse

A principios de 1965, ya se hablaba del cinturón –no oficial– Eduardo Jorge Lausse, un torneo que se realizaría en el Luna Park (y sería televisado) en el que intervendrían los mejores medianos del país y, quien se lo adjudicara, sería el retador a la corona nacional de los 72,574 kilos. Cuando el proyecto fue una palpable realidad, Brusa inscribió a Carlos en primer lugar.

Y, a pesar de que gran parte de la prensa especializada de Capital Federal no creía que Monzón tuviera la más mínima chance de lograr el certamen, poco después todos debieron rendirse ante la evidencia: el miércoles 6 de octubre, Carlos le GPP 10 a Gregorio Gómez; el miércoles 17 de noviembre, le GKO 5 al capitalino Celedonio Lima, quien era uno de los favoritos a llevarse el torneo; el miércoles 8 de diciembre, le GPP 10 a Antonio Oscar Aguilar (a quien le devolvió la gentileza de dos años atrás y le sacó el invicto) y, en la final, el miércoles 29 de diciembre, le GPP 10 a otro de los apuntados como gran candidato a lograr el certamen, el bonaerense –nacido en Avellaneda– Carlos Alberto Salinas.

De este modo, el cinturón Eduardo Jorge Lausse quedó en poder de Carlos Monzón, un perfecto desconocido por entonces para el mundo del boxeo y, sobre todo, de Buenos Aires, a la que todavía no podía conquistar. No obstante, al año siguiente todos sabrían quién era y, muy especialmente, un tal Jorge José Fernández.

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El plan de pelea que elaboró Brusa era muy claro: “Usted trabaje tranquilo. Espérelo de contra porque va a venir confiado y, cuando vea el perfil izquierdo sin cubrir, cruce la derecha. No me vaya a meter ritmo, porque no tenemos energías para una pelea a todo tren. Congele y espérelo tranquilo, siempre tranquilo”, le dijo a su pupilo quien, ante el asombro de todos, derribó la campeón en el 4º round.

El plan de pelea que elaboró Brusa era muy claro: “Usted trabaje tranquilo. Espérelo de contra porque va a venir confiado y, cuando vea el perfil izquierdo sin cubrir, cruce la derecha. No me vaya a meter ritmo, porque no tenemos energías para una pelea a todo tren. Congele y espérelo tranquilo, siempre tranquilo”, le dijo a su pupilo quien, ante el asombro de todos, derribó la campeón en el 4º round.

Rumbo a la chance titular

La temporada de 1966 sería la del definitivo despegue y proyección –nacional y, por lo que lograría posteriormente, hasta internacional– de Monzón. Pero, para llegar a combatir por el cetro nacional mediano, tanto Brusa como Hermida, Alfredo Luna (un ex boxeador, quien había surgido del Almagro Boxing Club y asistente en los rincones de varios de los mejores púgiles del país) y Ramusio –los tres contactos más importantes que el Maestro tenía en el Luna Park– debieron insistir reiteradamente ante Juan Carlos Tito Lectoure, el mandamás del estadio de Corrientes y Bouchard, para que Escopeta tuviera su ansiada chance.

Igual, a los fines de que en Buenos Aires se dignaran –literalmente– a prestarle más atención a Monzón, el martes 1 de febrero fue nombrado campeón de la ciudad de Santa Fe, por una gestión de Brusa y Félix Wolfango Chiche Crocce, gerente de la concesionaria Grossi e integrante por entonces de la Comisión Directiva del Club Atlético Unión.

En el mismo estadio de los Tatengues, el sanjavierino disputó tres días más tarde, el viernes 4, el cinturón provincial mediano, el que logró al derrotar por puntos en 10 asaltos al nicoleño –radicado en Rosario– Ramón Dionisio Rocha.

Fue su 35ª pelea y, las credenciales que Carlos podía exhibir para disputar la corona nacional de las 160 libras, eran las que acreditaban que el cinturón Eduardo Jorge Lausse estaba en su poder y, además, que era campeón de la ciudad de Santa Fe y de la provincia.

Pero la oportunidad se hizo esperar y, por eso, Monzón debió seguir peleando hasta que la misma llegara. El jueves 17 de febrero, le GAb 7 a Norberto Juncos en Unión; el viernes 29 de abril, le GKOT 9 a Ismael Hamze (se desquitó de uno de los que lo habían vencido en el amateurismo) en San Nicolás, Buenos Aires; el viernes 3 de junio, E10 con Ubaldo Marcos Bustos en Río Gallegos, Santa Cruz y, el viernes 8 de julio, le GKO 4 a Benito Sánchez (a quien ya había noqueado en 8 rounds el 18 de octubre de 1963 en Reconquista, Santa Fe) en Saá Pereyra, a poco más de 50 kilómetros al oeste de nuestra ciudad.

El campeón argentino y sudamericano mediano era el capitalino Jorge José Fernández quien, a su vez, aspiraba a la chance mundialista ante el italiano Giovanni Benvenuti. El Gallego había declarado varias veces ante la prensa que “espero que después de esta pelea me lo traigan a Benvenuti y, si no, yo lo voy a buscar”.

Pero el 25 de junio de 1966, Nino había perdido su cetro superwelter (o mediano junior) AMB ante el coreano Ki-Soo Kim en Seúl en un fallo escandaloso, porque se rompió el ring en el 13º asalto y, tras un paréntesis de diez minutos –donde el boxeador local se recuperó–, el combate se reanudó y, completados los 15 rounds, los jueces dictaminaron la derrota del italiano.

Por ello y, ante la presión de Brusa y Hermida, la homologación del desafío de Monzón al Torito de Pompeya (firmada por don Ícaro Frusca, histórico dirigente de la FAB y quien representó a la Argentina cuando se fundó el Consejo Mundial de Boxeo –CMB– el 11 de febrero de 1963 en México, DF), llegó a las manos del sanjavierino: el sábado 3 de septiembre, en el Luna Park, tendría su primera gran cita con el destino, cuando disputaría la faja nacional de los 72,574 kilos, la que no desaprovecharía.

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Tras 12 rounds, Monzón se coronó campeón argentino mediano en fallo unánime, con las tarjetas de 238-236 (Fortunato Giusti), 237-235 (Eloy González), y 237-235 (José Stern). En medio del festejo, Fernández –como el verdadero caballero que era– se acercó al rincón de Escopeta para felicitarlo por su triunfo.

Tras 12 rounds, Monzón se coronó campeón argentino mediano en fallo unánime, con las tarjetas de 238-236 (Fortunato Giusti), 237-235 (Eloy González), y 237-235 (José Stern). En medio del festejo, Fernández –como el verdadero caballero que era– se acercó al rincón de Escopeta para felicitarlo por su triunfo.

El nuevo monarca nacional

Aún bajo tratamiento por su anemia, la bronquitis, la lesión en su mano derecha y la fístula perianal –mantenidas en el más absoluto de los secretos por Brusa y su pupilo– Monzón iría ante el Torito de Pompeya, el que realizaría su 113ª pelea, mientras que para el retador sería la 40ª y la primera a 12 asaltos.

Fernández, quien en la Argentina reinó en superwelter (proclamado el martes 22 de marzo de 1966 y, el martes 4 de mayo, acusó en la balanza 69,800 kilos) y mediano (desde el sábado 5 de diciembre de 1964, cuando le GAb 8 al mendocino Héctor Mora en el Luna Park), también fue monarca sudamericano de los 72,574 kilos, coronándose en San Pablo, Brasil, ante el local Fernando Barreto, al que le GKO 7 el viernes 10 de junio de 1966.

¿Más? Sí: había combatido tres veces con Emile Alphonse Griffith –natural de Islas Vírgenes–, una de ellas por el título mundial welter AMB. Las dos primeras tuvieron lugar en Nueva York el 3 de marzo de 1960 y el 25 de julio del mismo año y, en ambas, el moreno –quien años después chocaría dos veces con Monzón cuando este ya era campeón mundial– le GPP 10. En la última, el 8 de diciembre de 1962 y, en Las Vegas, por la corona de los 66,678 kilos o 147 libras, Griffith le GKOT 9.

En ese round, Fernández recibió un golpe bajo y no pudo continuar pero, al no ser advertido por el árbitro, Griffith tampoco podía ser descalificado por dicho motivo. Como en el estado de Nevada no regía esta regla, el campeón retuvo su corona.

En cambio, lo más lejos que había llegado Carlos en nuestro país era Río Gallegos y, en el exterior, San Pablo y Río de Janeiro, Brasil.

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Por pelea ante Fernández de 1966, Carlos cobró casi 300.000 pesos, la bolsa más alta a esa altura de su carrera. Su trabajo de entonces, como empleado en el frigorífico La Estrella, pasó a ser historia, y se mudó a una casa más amplia en el mismo barrio de Barranquitas, donde vivía, a la que le fue introduciendo mejoras sin pausas.

Por pelea ante Fernández de 1966, Carlos cobró casi 300.000 pesos, la bolsa más alta a esa altura de su carrera. Su trabajo de entonces, como empleado en el frigorífico La Estrella, pasó a ser historia, y se mudó a una casa más amplia en el mismo barrio de Barranquitas, donde vivía, a la que le fue introduciendo mejoras sin pausas.

Por todo lo detallado, huelga decir que el más que amplio favorito era Fernández, del que se ocupaban todos los diarios, sin publicar ni un centímetro de Monzón, quien había viajado a Buenos Aires con bastante antelación al combate para optimizar su preparación y se alojó en el hotel Splendid Bouchard, frente al Luna Park.

No obstante, en la mismísima Santa Fe poca gente realmente creía en las chances del sanjavierino. Igual, hubo un grupo de incondicionales que viajaron a la Capital Federal para apoyar a Escopeta en su choque ante el Torito de Pompeya. Lo hicieron en el coche número 2 de la ya desaparecida Línea 6 General Alvear, cuyo color identificatorio era el naranja.

Fueron 13 personas: Emilio Rodríguez, el chofer del micro; Guillermo Gordillo, ayudante de Brusa, y su hijo; Raúl Doldán, empleado civil en el Casino de Oficiales del Liceo Militar General Belgrano; el periodista Julio Juan Cantero –biógrafo personal de Monzón, y quien lo bautizara Escopeta– y, los siete restantes, eran amigos de Carlos (entre ellos Diego Insaurralde), su inseparable hermano Alcides y los cuñados del retador al título argentino.

La noche del combate, Carlos –que utilizó un pantalón negro– subió primero al cuadrilátero y, en el ringside, alcanzó a divisar a Néstor Pipo Rossi y a Ángel Clemente Rojas –Rojitas–, director técnico y uno de los emblemas de Boca Juniors, respectivamente, del que Fernández era un muy reconocido hincha, a tal punto que su bata era azul y oro.

El Gallego utilizó un pantalón blanco porque, en esa época, era el color destinado a los campeones argentinos, que eran los únicos que podían vestirlos.

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Monzón cerró ese inolvidable 1966 cuando, el viernes 2 de diciembre, y en la vieja cancha de básquet del Club Atlético Unión –donde se entrenaba y al que representaba–, le GAb 8 al puntano Alberto del Carmen Massi, uno de sus tres únicos vencedores en su trayectoria rentada, en una pelea sin el título en juego.

Monzón cerró ese inolvidable 1966 cuando, el viernes 2 de diciembre, y en la vieja cancha de básquet del Club Atlético Unión –donde se entrenaba y al que representaba–, le GAb 8 al puntano Alberto del Carmen Massi, uno de sus tres únicos vencedores en su trayectoria rentada, en una pelea sin el título en juego.

El plan de pelea que elaboró Brusa era muy claro: “Usted trabaje tranquilo. Espérelo de contra porque va a venir confiado y, cuando vea el perfil izquierdo sin cubrir, cruce la derecha. No me vaya a meter ritmo, porque no tenemos energías para una pelea a todo tren. Congele y espérelo tranquilo, siempre tranquilo”, fueron las instrucciones del Maestro a su pupilo antes de que sonara la campana llamando al round inicial.

Dicho y hecho: en la primera que lo tuvo a tiro, Monzón sacó su derecha a fondo y, “si no lo detienen las cuerdas que dan sobre Madero, cerca de su rincón, sigue hasta el puerto”, recordaría el retador quien, ante el asombro de todos, en el 4º round derribó al campeón, que recibiría la cuenta de protección del árbitro, Alfonso Araujo.

En los asaltos siguientes, Carlos siguió al pie de la letra las indicaciones de Brusa y, tras 12 rounds, se coronó campeón argentino mediano en fallo unánime, con las tarjetas de 238-236 (Fortunato Giusti), 237-235 (Eloy González), y 237-235 (José Stern).

Ya en el camarín, donde el festejo era interminable, Juan Carlos Lectoure se acercó al mismo y, con bronca, le dio un fuerte puñetazo a la puerta del vestuario. Claro, Monzón les había pasado el trapo el año anterior a tres invictos con buena proyección –Lima, Aguilar y Salinas, por el cinturón Eduardo Jorge Lausse– y, para colmo, acababa de derrotar a Fernández, quien estaba bien posicionado para acceder a una nueva chance mundialista. Ergo, Escopeta arruinó las carreras de los nombrados y, encima, varios negocios a futuro del Luna Park.

Pero Brusa le retrucó al instante: “¡Oiga, Lectoure, muerto el rey, viva el rey! ¡Así como lo apoyó a Fernández, ahora apóyelo a Monzón!” Zanjada la situación, Tito prometió que lo haría y, por las gestiones que realizó a partir de entonces, cumpliría su palabra.

El sábado 10 de junio del año siguiente, Fernández volvería ser derrotado por Monzón y, esta vez, resignaría la corona sudamericana mediana. Luego se radicó en España, país del fue campeón de dicha categoría entre 1972 y 1973, cuando se retiró oficialmente del boxeo, con un extraordinario récord de 117-10-3 (84 ko). De regreso a la Argentina, fue secretario General de Boxeadores Argentinos Agremiados entre 1980 y 2013.

El Gallego nos dejó el viernes 16 de febrero de 2018, a los 82 años y, sus restos, fueron cremados en el cementerio de La Chacarita.

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Esta foto autografiada por Monzón lo muestra con el cinturón de campeón argentino y el pantalón blanco que lo distinguía del resto de los boxeadores ya que, en esa época, el único que lo vestía era el monarca de la división. Carlos conservaría las coronas nacional y sudamericana (lograda en 1967) hasta 1970, cuando conquistaría el título mundial.

Esta foto autografiada por Monzón lo muestra con el cinturón de campeón argentino y el pantalón blanco que lo distinguía del resto de los boxeadores ya que, en esa época, el único que lo vestía era el monarca de la división. Carlos conservaría las coronas nacional y sudamericana (lograda en 1967) hasta 1970, cuando conquistaría el título mundial.

Por esta pelea de 1966, Carlos cobró casi 300.000 pesos, la bolsa más alta a esa altura de su carrera y, junto con Brusa, se volvió a Santa Fe “en el colectivo de los 13”, como él lo llamó, donde había viajado el reducido grupo de amigos que tuvieron el privilegio de ser testigos de su conquista.

En nuestra ciudad, Escopeta recibió el primer trofeo de su vida: una medalla de oro que, en nombre de Unión –gimnasio en el que se entrenaba y al que representaba–, le entregó Chiche Crocce por haberse coronado rey nacional mediano.

La vida del nuevo campeón fue cambiando progresivamente. El doctor Alberto Niel, un destacado especialista, operó exitosamente a Carlos de su fístula perianal. Su trabajo de entonces, como empleado en el frigorífico La Estrella, pasó a ser historia, y se mudó a una casa más amplia en el mismo barrio de Barranquitas, donde vivía, a la que le fue introduciendo mejoras sin pausas.

A su padre, don Roque, lo jubiló de sus changas y, para la que la felicidad fuera completa, el martes 19 de octubre de 1966 nació Abel Ricardo, el segundo hijo que tuvo con Pelusa (la primera fue Silvia Beatriz, nacida el 20 de febrero de 1963).

El motivo de la elección de los nombres fueron la admiración que Carlos sentía por el capitalino Abel Ricardo Laudonio, quien obtuvo la medalla de bronce en liviano en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 –los primeros televisados de la historia, donde Cassius Marcellus Clay se llevó el oro en mediopesado y Nino Benvenuti en welter–, y que se coronó monarca nacional de los 61,235 kilos o 135 libras al GPP 12 al mendocino Nicolino Locche el 14 de noviembre de 1964 en el Luna Park.

De yapa, Monzón cerró ese inolvidable 1966 cuando, el viernes 2 de diciembre, y en Unión, le GAb 8 a Alberto del Carmen Massi, uno de sus tres únicos vencedores en su trayectoria rentada.