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ROSARIO | Bolsa de Comercio de Rosario | Soja | Miguel Simioni

Miguel Simioni, perfil del presidente más inesperado de la Bolsa de Comercio de Rosario

Miguel Simioni llega al timón del principal mercado de granos del país con un recorrido muy diferente al habitual: empezó como cadete, fue cooperador escolar y está lejos de los apellidos patricios y las fugaces estrellas del mundo de las finanzas.

Miguel Simioni. Hay que anotar ese nombre porque en la historia de la Bolsa de Comercio de Rosario no hay otro parecido que haya ocupado el cargo de presidente. No es “portador de apellido” ni abolengo, no vive en un country ni en un edificio lujoso. Tampoco es un millonario excéntrico, ni uno de esos nuevos ricos a fuerza de hacer malabares financieros con el dinero y las cosechas ajenas.

Quizás Miguel Simioni hubiera merecido ser presentado por lo que es, antes de por lo que no es; ocurre que este jueves 25 se convertirá en el “presidente inesperado” e impensado de la historia de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Con 137 años de historia y convertida en el templo de la soja de Sudamérica, además de contener importantes mercados que son referencia nacional, la Bolsa está urgida de recuperar credibilidad e institucionalidad, dañadas por la nefasta gestión del hombre fuerte de Vicentin, Alberto Padoán, y sus colaboradores, responsables de haberla hundido en un lodazal del que hasta hoy no termina de reponerse.

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En el Gran Rosario se embarca el 80% de los granos, harinas y aceites que exporta la Argentina. La Bolsa rosarina es un actor clave en un sector estratégico para la economía argentina.

En el Gran Rosario se embarca el 80% de los granos, harinas y aceites que exporta la Argentina. La Bolsa rosarina es un actor clave en un sector estratégico para la economía argentina.

De ahí que el nombre de consenso haya sido el de alguien que expresa un cambio total en lo ético, lo estético, lo que representa en lo concreto y en lo simbólico, así como en la trayectoria institucional, laboral y personal. Lejos del estilo millonario y fanfarrón de Padoán, Simioni vive en la misma casa de siempre, trabaja de gerente de una empresa formada por cooperativas y, en contradicción con el imaginario popular sobre los hombres de la Bolsa, durante 14 años ejerció labores altruistas en apoyo de la educación pública.

El vecino de Arroyito, que este jueves asumirá en la Meca de la soja Sudamericana, fue un activo cooperador escolar hasta hace unos años. Una época “maravillosa” de la que recuerda “el trabajo de gente con vocación de servicio y sentido de pertenencia”. Llegó a ejercer al mismo tiempo las presidencias de las cooperadoras de las escuelas públicas en las que cursaban sus hijas Emilia, Sofía y Serena: la “9 de Julio” de avenida Alberdi y Almafuerte, y el Jardín N°1 frente al Parque Alem, las dos en Arroyito, el barrio donde vive con su familia hace un cuarto de siglo.

El "flaco" Simioni no es originario de Rosario. Es de Bigand. Cuenta que cuando terminó la escuela primaria y la mamá le dio a elegir entre la escuela comercial y la agrotécnica de reciente formación, optó por ésta última, incluso con la modalidad de pupilo durante la semana a pesar de que estaba en el mismo pueblo. Dice que así podía compartir con sus compañeros de secundaria lo que le gustaba: las semillas, los animales, la tierra.

Cuando se recibió fue a estudiar recibidor de granos al Centro Agropecuario de Casilda, y de allí a Rosario a buscar trabajo. En 1988 consiguió empleo como cadete en Cercoop, una sociedad anónima dedicada al corretaje de granos que había sido creada seis años antes por un grupo de cooperativas de Buenos Aires y Santa Fe. El cadete luego tuvo la oportunidad de pasar a la administración, hasta que en 1998 le ofrecieron hacerse cargo de la gerencia que ocupa en la actualidad. El año que viene Cercoop cumplirá 40 años y él 34 en la empresa.

En 2016 asumió la presidencia del Centro de Corredores de Cereales de Rosario por un periodo de cuatro años, que se extendió un poco más por la pandemia. En diciembre de 2019 ejercía ese cargo cuando explotó la bomba Vicentin. Por suerte, Cercoop no comercializaba con Vicentin, por lo tanto no figura en el listado de los más de 1.700 acreedores víctimas del mayor default agropecuario de la historia.

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Alberto Padoán, directivo de Vicentín, estuvo dos períodos al frente de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Alberto Padoán, directivo de Vicentín, estuvo dos períodos al frente de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Si algo jamás imaginó Simioni es que esa fenomenal onda expansiva –la misma que hundió a la agroexportadora en un concurso de acreedores cada vez más parecido a un abismo sin fondo, y llevó a directivos y funcionarios públicos a las fauces de la Justicia penal– lo depositaría en la presidencia de una institución con 137 años de historia. Y con la misión de devolverle institucionalidad y credibilidad.

La caída de Vicentin y el rol que jugó Alberto Padoán como presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario desde 2015 –mezcló simpatías partidarias, negocios privados, aportes económicos a la campaña macrista– es clave para comprender por qué la onda expansiva dañó tanto a la Bolsa de Rosario, donde además Vicentin era uno los jugadores top del mercado de granos.

Desde la caída de Vicentín (y de Padoán) para acá, la Bolsa está atravesando su propio 2001, con una crisis que dejó sin respuesta a quienes se quedaron al frente y que a la hora de buscar un nuevo presidente se llevó puestos en un santiamén dos o tres nombres que se quemaron en cuestión de horas, un par de días a lo sumo, por falta de apoyo.

La sucesión de conciliábulos finalmente desembocó en un “presidente inesperado”, surgido por fuera de la matriz histórica de la institución. Asume empoderado por un amplio consenso que se aseguró de tener antes de aceptar, pero que deberá revalidar día a día en la gestión. No es difícil imaginar que entre los derrotados habrá quienes imaginan a Simioni como una transición necesaria para volver. Puede resultar exagerada la comparación con aquel aciago 2001, pero es a título de comprender la profundidad de la crisis que dejaron los dos mandatos como presidente de Alberto Padoán.

Porque aun cuando Padoán tuvo que dejar la comisión directiva al estallar el escándalo, el resto de las autoridades no supieron o pudieron sacar a flote el barco y cambiarle la cara. Creyeron que podrían dar vuelta la página y volver a ser la Bolsa de Comercio previa a que la agarrara el extrovertido amigo del expresidente Macri, pero nadie les creyó.

De hecho la comisión saliente no pudo sacar de su interior un presidente de recambio. Quizás lo que no alcanzaron a visualizar era que la Bolsa había quebrado puertas adentro y afuera. Pero no económicamente. Estaban heridas de muerte la credibilidad y la confianza.

Simioni viene a ser y representar la contracara de lo que fue y representó Padoán. Si éste último partidizó la Bolsa y la convirtió en una sede de lujo del macrismo, personalizó la conducción, alejó a los que pensaban diferente y la usó para conseguir beneficios propios y patinar de prestigio institucional a la Vicentin de los negocios sucios y vidriosos; el presidente que asume ahora fue elegido para restaurar una conducción basada en la participación horizontal y con todos los sectores adentro, en la austeridad, transparencia y encarar gestiones institucionales genuinas, no como pantalla de intereses ajenos a la institución.

Como todo 2001, lo que viene no será fácil para las nuevas autoridades. Sobran heridas y curarlas llevará tiempo, lo que se complejiza tratándose de una institución corporativa nacida y dedicada a la representación institucional de intereses económicos, financieros y productivos muy trascendentes en la vida del país. Como dice Simioni: “Algunos estarán asombrados de que yo esté sentado aquí”.