En esta ciudad ubicada en la bahía de Poverty, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, y que recibe a casi 220.000 pasajeros al año, los horarios de los vuelos deben coordinarse con el paso de los trenes y, muchas veces, no es extraño ver una fila de aviones esperando que pasen las formaciones, encabezadas por pintorescas locomotoras a vapor.