La parte que más me gusta de mi trabajo es contar las historias que están detrás de cada vino, porque al narrar una historia miramos a los ojos y hacemos al otro parte del cuento.
Un arte muy gratificante del que estoy convencido que es un don que tenemos los mendocinos y que sin saberlo somos todos un poco de lo que llaman “sommelier”. Nos emocionamos al narrar una historia y siempre hacemos que sea especial.
Les propongo un recorrido imaginario por la ciudad en la que vivo para descubrir sus vinos, paisajes y sus gentes.
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