Cuando pensamos en una escapada a Córdoba por el fin de semana, muchas veces las opciones más conocidas como Los Reartes o Villa General Belgrano vienen a la mente. Sin embargo, existe un lugar oculto que, aunque pasa desapercibido para algunos, es el lugar ideal para quienes buscan tranquilidad, naturaleza y paisajes.
Escapada a Santa Mónica, un rincón de Córdoba, rodeado de sierras y arroyos.
El paraje Santa Mónica, muy cerca de Santa Rosa de Calamuchita, ofrece una experiencia auténtica para quienes se alejan de las rutas turísticas tradicionales. Rodeado de las sierras cordobesas y atravesado por arroyos cristalinos, el lugar cuenta con paisajes que parecen sacados de un cuadro.
Qué actividades hacer en Santa Mónica para todos los gustos
Uno de los principales atractivos de este paraje son sus actividades al aire libre. Desde caminatas y paseos en bicicleta por senderos rodeados de flora autóctona hasta excursiones guiadas, ofrece opciones para todos los gustos.
Durante las caminatas, se pueden observar especies nativas como algarrobos, chañares y espinillos, mientras que los ríos y arroyos de la zona invitan a un relajante baño en sus aguas frescas. En cada rincón, se respira aire puro y se percibe la quietud de un paisaje que parece detenido en el tiempo.
Este rincón de Córdoba es perfecto para quienes buscan un descanso reparador en plena naturaleza. Aquí, no hay prisas ni multitudes, solo tranquilidad. Las opciones de alojamiento son diversas, con cabañas y posadas que se mimetizan con el paisaje, ofreciendo la posibilidad de descansar al lado de ríos y arroyos, o simplemente relajarse en medio de las sierras.
Historia y tradición en el corazón de Santa Mónica
El origen de este lugar remonta a 1942, cuando Don Miguel Capuano decidió realizar un loteo sobre la ribera sur del río Santa Rosa, dando lugar a lo que hoy es un paraje lleno de historia y tradición. A lo largo de los años, el lugar ha sabido mantener su esencia natural, a la vez que ha evolucionado para recibir a turistas de todo el país.
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Hoy, quienes visitan el lugar pueden disfrutar de la misma belleza agreste que los primeros viajeros experimentaron en las décadas de 1950, con residencias y posadas que han sabido adaptarse al entorno sin alterar su carácter rústico y auténtico.
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