Es cierto que algunos varones se borran, o dejan la mayor parte de las tareas de cuidado en manos de las madres. Pero hay otros —cada vez más— que comparten tiempo de calidad con sus hijos, más allá del clásico “trabajar todo el día para que no les falte nada”.
Padres que juegan, escuchan, respetan los tiempos y las ideas de “esos locos bajitos”, como los llamó Serrat. En Argentina, desde hace algunos años, se discuten nuevas formas de ejercer la paternidad. En parte, impulsadas por el feminismo. En parte, también, por varones interpelados por su propia experiencia de la crianza.
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“Somos parte de una generación que está intentando habitar la paternidad de una manera más sensible, más consciente y más comprometida. Hay una búsqueda de ternura, de presencia, de escucha”, dice Matías Criado, psicólogo e integrante de la campaña Paternar.
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Hay padres que juegan, escuchan, respetan los tiempos y las ideas de “esos locos bajitos”.
Compartir los cuidados
Aunque el mandato de autoridad persiste —ese viejo “ya vas a ver cuando venga tu papá”—, hay esfuerzos por desarmarlo. “Todavía arrastramos muchos mandatos, pero noto que muchos varones se animan a correrse del lugar de ‘proveedor’ y a construir vínculos más genuinos con sus hijos. No es fácil, pero es un camino que tímidamente se está andando”, agrega Criado.
En pareja desde hace 15 años con la madre de su hija de 11 años y su hijo de 6, la palabra clave para él es "compartir". “Nos organizamos para que ambos podamos trabajar y estar presentes en el día a día, y también descansar. No siempre es fácil, las discusiones se siguen dando, pero intentamos repartir de forma equitativa la carga mental”, señala este psicólogo que vive en la ciudad de Buenos Aires.
Ignacio Rodríguez también es psicólogo. Coordina el Programa de Masculinidades de la Municipalidad de Rosario, después de una larga experiencia trabajando con varones que ejercieron violencia. Hace un tiempo, se mudó con su familia a Pueblo Esther, buscando una crianza más conectada con la naturaleza.
“De la paternidad lo que más disfruto es el juego, dejándome sorprender y estar dispuesto a sus propuestas, que son una apuesta a la imaginación y a romper el sentido común de la mirada adultocéntrica”, cuenta.
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Y hay más: “Los abrazos y besos a mi regreso del trabajo, como si hubiera estado tres meses embarcado en altamar. Los planes de cine y comer en la cama los días de lluvia. Y esa sensación de que soy una figura de seguridad frente a sus tristezas, heridas o enfermedades: sienten que sé lo que tengo que hacer, incluso cuando interiormente estoy igual de perdido”.
Ignacio tiene una hija de 6 años y un bebé de uno (“casi dos”, aclara). “Intentamos repartir los cuidados mediante acuerdos diarios, aunque ambos seguimos atravesados por los estereotipos y roles que vienen de nuestra educación e identidad”.
También alerta sobre el crecimiento de los movimientos y discursos "que proponen el principio de autoridad como legítimo y válido, retomando rigidez y disciplinamiento".
De padres separados
León Jones es hijo único. Cuando era muy chico, sus padres se separaron. Su mamá tuvo otra hija; su papá, no. Hoy, León tiene 14 años.
Daniel Jones, su padre, escribió el libro "León y yo. Diario de una paternidad", publicado por Deceducando. El texto nació como posteos de Facebook, escritos entre que León tenía 2 y 12 años.
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No hace falta ser un padre divorciado para estar presente e involucrado en los cuidados.
“Está bien que te inviten a hablar de la paternidad, porque vos sos la humanificación (sic) de la paternidad: a mí me cocinás, lavás la ropa, llevás al colegio y venís a jugar al fútbol conmigo, cansado”, le dijo su hijo después de escuchar una charla sobre el tema.
Jones es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales. Desde ese recorrido, se permite afirmar en su libro: “Hay algo que la auto-vigilancia progre nos impide decir: un hijo puede ser refugio en medio de tormentas”.
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Las paternidades amorosas no son una novedad. “Hoy cumpliría 100 años mi abuelo Oberdán. Un tipo que jamás me dijo ‘te quiero’. Pero me cambió los pañales mil veces, me fue a buscar a la escuela y me llevó a merendar a su casa diariamente durante toda la primaria. Pienso una y otra vez en la cantidad de horas de su vida que dedicó al cuidado”, escribe en uno de los textos del libro.
Pasado y presente
Jones está convencido de que hoy se habla más de paternidades, pero no se trata de una invención reciente. “Intento pensar en cómo fueron mi viejo, mi abuelo. Porque a veces cada generación se cuenta el mito de que es la primera en hacer algo. Y cuando uno empieza a rastrear en su historia familiar o la de amigos, encuentra padres que cuidaron, que expresaron sentimientos. Tal vez era más excepcional, pero existieron. Lo novedoso hoy es que hay una conversación pública sobre este tema”, señala.
Su historia, la de un padre separado que convive con su hijo la mitad de la semana, se parece a la de muchos. “Llega el domingo a la tardecita y esa enorme legión de madres y padres separados, a quienes no nos toca dormir con nuestros hijos, vamos buscando formas de atenuar la tristeza que, por repetida, no es menos intensa”, escribe en la página 74 del libro.
No hace falta ser un padre divorciado para estar presente e involucrado en los cuidados.
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Matías Criado, además de reclamar licencias por paternidad más largas, disfruta profundamente de los momentos a solas con sus hijos. “Poder armar un plan a mi medida, donde el vínculo es directo con ellos. Ya sea salir a pasear, jugar, incluso ir al supermercado y elegir las compras juntos. También quedarnos en casa, compartir una película abrazados o charlar antes de dormir”.
Y concluye: “Ver cómo crecen, y cómo crece mi vínculo con ellos. Me conmueve acompañar sus procesos, poder estar cerca, contener, jugar, equivocarme y reparar. Me gusta la posibilidad de construir una relación desde el afecto y la presencia, lejos del rol autoritario con el que muchos crecimos”.
Cuando la autoridad deja de ser el argumento principal, el amor abre paso al disfrute compartido.