Me gustaría detenerme en una palabra que, aunque estuvo presente desde el inicio de los tiempos, no hace tanto que empezó a ser parte de nuestro vocabulario cotidiano y que además de exquisita, tiene la cualidad y la potencia de la acción: maternar.
Maternar, entiendo, trasciende el “ser madre”.
Maternar habla de un enlace vivo, de la posibilidad hecha acto.
Maternar es gestar deseo, es parir un vínculo amoroso con el otro. Un otro, que sea cual fuere su ADN, estará habitado por ese deseo.
Cuando maternamos cuidamos, brindamos protección, alimento y futuro.
Maternamos, aun sin ser madres y nos han maternado, madres que no nos han parido.
Porque hemos sido amados, porque han transitado por nuestras vidas, “otras madres”. Docentes, tías, amigas, han desempeñado ese rol, por ausencias, por presencias compartidas, por propia decisión y aun por obligación, ahí han estado… amando.
Maternar, también es cansarnos, sentirnos solas, querer estar solas, es sentir que nuestro deseo se desplazó, que lo que algunas veces soñamos se truncó, que hicimos todo mal.
Maternar también es dudar, es tener miedo atroz, es sentirnos frustradas, es querer dormir toda la noche de corrido sin preocupaciones, sin fantasmas a futuro, sin tetas ni mamaderas.
Maternar también es pensar que no estábamos preparadas, que nos equivocamos, es aventurarnos a un camino incierto, inexplorado, muertas de miedo cuando advertimos que es un amor “para toda la vida”.
Maternar es perdonarnos, es reconocernos vulnerables, insuficientes, incompletas.
Maternar es maternarnos.
Es asumir que habitan en nosotras diferentes mujeres, que somos una y varias y fundamentalmente que no existe una única maternidad, como tampoco un único modo de maternar.
Somos lo que hemos vivido, lo que nos han transmitido, lo heredado y lo escogido. Somos cuerpo que vibra, sufre y goza. Somos alma, espíritu y viento. Somos ser que anida, crea y cría. Somos cuidado, educación e historia. Relato, alimento y hambre. Somos madre, hija, amiga, hermana o cuna… da igual, porque sencilla y sustancialmente somos vida.
Somos lo que podemos, a veces lo que queremos, a veces lo que elegimos.
Vamos, juntando lo que somos, lo que fuimos.
Vamos descubriendo fortalezas que no sabíamos poseer y miedos que no considerábamos, existieran.
Vamos, soñando y habitando sueños de otros, con otros.
Vamos sosteniendo esperanzas propias, pero fundamentalmente ajenas, levantando pedazos de proyectos malogrados, prometiendo futuros y augurando amores.
Verdadero acto de coraje el nuestro.
Maternamos sobre todo y a pesar de todo.
Maternamos aunque no sepamos como, confiamos, creemos, amamos.
La maternidad como verbo y un verdadero acto de coraje, la columna de Lu Cordoneda
Embed - Entrevista a Lu Cordoneda de Malaprendida: la maternidad como verbo