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Sociedad rugby | deporte | diversidad sexual

Existe otra forma de hacer rugby: el equipo argentino que taclea al racismo y a la homofobia

Ciervos Pampas comenzó a gestarse en 2012 como el primer club de rugby de diversidad sexual de Argentina y América Latina. El año comenzó hablando de este deporte en razón de un asesinato y termina con un debate que involucra al racismo y al capitán de Los Pumas. Hoy, más que nunca, es necesario que repiensen las masculinidades dentro del campo de juego.

Las medias arcoíris se distinguen a kilómetros, representando los colores de la diversidad por debajo de las rodillas. En sus espaldas llevan, como legado, los nombres de deportistas de América Latina que salieron del clóset y de referentes políticos del movimiento LGBTIQ+. Mientras Twitter es testigo de la restitución express de la capitanía de Pablo Matera en Los Pumas tras las medidas preventivas de la Unión Argentina de Rugby (UAR), los Ciervos Pampas Rugby Club proponen construir un deporte popular libre de violencias.

La violencia social atraviesa a disciplinas como el rugby y sus jugadores son miembros de una sociedad que culturalmente avala estas acciones. El destape de las publicaciones xenófobas de Matera sirve para reflexionar sobre un mundo donde once varones que practican el deporte estuvieron involucrados en el asesinato de Fernando Báez Sosa a principios de este año. Donde otros dos mataron a Román Paz González, de 29 años, en Santiago del Estero durante el 2019. Donde otros tantos fueron los que filmaron sin su consentimiento a distintas mujeres en La Plata mientras tenían relaciones sexuales y difundieron las imágenes en grupos de WhatsApp. Un mundo donde, en grupo, violaron a una menor de 14 años en un camping en Miramar y en donde otro jugador de rugby varón le desfiguró la cara a un joven tras haberlo chocado, sin querer, en un boliche de Quilmes. Todo esto en los últimos dos años.

https://twitter.com/tomashdg/status/1219822072064610305

Generalmente son problematizados como hechos aislados y no se piensan como una cuestión estructural. Entonces, surge la pregunta: ¿este deporte es violento o las personas son las violentas? El rugby, al igual que muchos otros deportes, se convierte en el mero vehículo donde son exacerbadas normas a seguir, vinculadas con la virilidad y la heterosexualidad. La sociedad espera un modelo de varón, cuya masculinidad sea legitimada mediante ciertas prácticas de poder. En este contexto, Ciervos Pampas nace hace ocho años como el primer equipo de Argentina y de la región por la diversidad sexual. No se trata de otro rugby, sino de un proceso de transformación, de deconstrucción y reconstrucción.

El primer club de rugby de diversidad sexual de América Latina

Empezaron en el 2012, a través de una convocatoria de la Asociación de Deportes por la Inclusión (ADAPLI) destinada a las personas del colectivo LGBTIQ+. Durante dos años, Ciervos Pampas no era más que un grupo de amigos que jugaban en una plaza de Buenos Aires. En 2014, jugaron su primer partido amistoso y ahí cayó la ficha para sumar a nuevos jugadores y ver qué sucedía. En 2016 se animaron a anotarse a un torneo empresarial de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), pero fue recién en junio de 2017 cuando obtuvieron la personería jurídica y pasaron a ser una institución.

Ciervos Pampas nace hace ocho años como el primer equipo de Argentina y de la región por la diversidad sexual.

Caio Varela tiene 47 años, nació en Brasil y es presidente del club. “Cuando jugamos nuestro primer amistoso, no teníamos ni idea lo que significábamos como club formado casi en su totalidad por jugadores putos. Ni lo que implicaba pisar la cancha con los colores del arcoíris y encontrar la homofobia, más allá del buen recibimiento de muchos equipos. Así como hay clubes que convocan porque son de la misma escuela, universidad o barrio… nosotros nos autoconvocamos por la diversidad sexual”, relata.

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Ciervos Pampas comenzó a gestarse en 2012 como el primer club de rugby de diversidad sexual de Argentina y América Latina. Foto: Ciervos Pampas

Ciervos Pampas comenzó a gestarse en 2012 como el primer club de rugby de diversidad sexual de Argentina y América Latina. Foto: Ciervos Pampas

Ciervos Pampas tiene alrededor de 60 personas socias y 25 jugadores. Después de ocho meses sin verse las caras, retomaron sus encuentros en Parque Avellaneda (Buenos Aires) para reafirmar su convicción de ocupar el espacio público y visibilizarse. Su lema es habitar las canchas, resistir la homolesbotransfobia y transformar el deporte

https://twitter.com/JulianPrincic/status/1214916678313762816

“Para jugar en Ciervos Pampas, vos tenés que: entrenar, ir al gimnasio, aprender la disciplina pero también tenés que ir a la Escuela de Derechos Humanos que fundamos. Nosotros no somos la Otredad, nosotros somos parte del rugby. Y queremos cambiarlo, no es que deseamos hacer otro deporte. Estamos queriendo contribuir desde nuestra mirada, pero tampoco queremos establecer la verdad. Pretendemos disputar sentidos, queremos que se pueda entender que algo está yendo mal. Y tampoco podemos seguir estableciendo una lógica binaria, donde los roles de género siguen cumpliendo un lugar importante”, explica Caio.

Ciervos Pampas tiene alrededor de 60 personas socias y 25 jugadores

La Escuela de Derechos Humanos del club pretende democratizar la palabra en un diálogo horizontal, donde temas como las diversidades, géneros, discriminaciones y la comunidad LGBTIQ+ sean las protagonistas. De acuerdo a Caio, “cada vez se acercan más chicos de sectores populares a nuestro espacio. Y hemos tomado la decisión de que queremos trabajar para esa población”.

Uno de los sueños del club es crear un plantel juvenil y un equipo femenino. En este sentido, Caio sostiene que “es un desafío, porque tiene que ver con que no seamos nosotros los varones los que bajamos línea hacia el equipo de mujeres. Nuestro deseo es que las chicas se organicen y que nosotros podamos estar al lado, acompañando, respetando su autonomía y ayudando a fortalecer el espacio -lejos del lugar del varón diciendo lo que hay que hacer. Además, vamos a establecer un programa de becas para que los jóvenes que estén estudiando puedan entrenar sin costo. Hemos visto que muchos chicos que pasaron por Ciervos no seguían porque no tenían plata para entrenar, o porque no poseían los recursos para comprar indumentaria”.

El macho que se mueve en grupo

Un nuevo nivel de varón queda desbloqueado en la vida en grupo. El grupo lleva a hacer cosas que quizás no harían solos porque, de lo contrario, quedan excluidos (pudiendo convertirse en blancos de ese mismo machismo). Hay una cierta manera de “ser varón”que exige constantes demostraciones. Los grupos acentúan sus procesos de socialización y potencian en el encuentro con el otro.

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El rugby no queda exento de esto. Los valores de equipo, pertenencia, unidad colectiva y compañerismo son parte de ese paquete que los clubes reivindican como parte de su esencia. Dentro de la cancha son un equipo y fuera también, lo cual debería resultar positivo. Pero los problemas comienzan cuando esta necesidad se mezcla con conductas de reafirmación de la masculinidad y con comportamientos competitivos. No es casualidad que muchas de las agresiones sean en grupo, en donde la responsabilidad de cada individuo se disuelve en el conjunto y nadie se siente responsable.

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“Si hay una estigmatización del deporte significa que hay algunos elementos en que esta estigmatización se apoya. No es de la nada que las personas tienen esta imagen, no sé si del deporte pero sí de las personas que hacen parte de él. Se trata de un deporte de contacto que tiene lo que nosotros llamamos violencia habilitada, como en el boxeo. Es por eso que las reglas son tan estrictas y se intenta cumplir a rajatabla con lo que está escrito. En líneas generales, el deporte está armado para controlar esta violencia habilitada”, sostiene el presidente de Ciervos Pampas.

Las preocupaciones surgen cuando algunas prácticas se expanden por fuera de los partidos o instituciones, sin un referí que haga un control sobre la vida real. Hay violencias que no necesariamente se dan dentro del juego, sino que se replican en la cotidianidad. ¿Qué pasa cuando el árbitro no está para amonestarlo? Estas conductas agresivas muchas veces son avaladas no tanto desde el aplauso sino desde la falta de castigo. No es casualidad que la Unión Argentina de Rugby emitiera un comunicado refiriéndose a la muerte de Fernando como “fallecimiento” y no como homicidio. Es necesario que el continuum de violencias -ya sean verbales o físicas- sean trabajadas en profundidad y con protocolos reales, y no pretender resolverlos con comunicados y medidas de expulsión ante hechos ya realizados.

https://twitter.com/unionargentina/status/1218723134632873985

Hay un ejercicio muy simple: a lo largo de la historia, existen muchos casos de violentos en contextos deportivos. Sin ir más lejos, femicidas tales como Carlos Monzón, Oscar Pistorius, Marc Cécillon, entre otros. Diferentes disciplinas (boxeo, atletismo, rugby), pero un solo factor común: varones. Y ni si quiera hace falta mirar casos fatales. Pero si se observa a las 6.084 mujeres argentinas que practican rugby hoy en día, por ejemplo, difícilmente se encuentren acusaciones en su contra de homicidios, linchamientos o acosos. El debate no debería ser rugbiers sí o rugbiers no. Pero mucho menos el encierro en una visión simplista de “no todos los hombres”. Que la autocrítica deje de ser una materia a marzo: es urgente que los varones que forman parte de instituciones deportivas comiencen a generar espacios para repensarse a ellos mismos y al deporte.

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