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Sociedad

Energía nuclear: entre la desconfianza social y la nueva oportunidad de no generar emisiones

En Rosario esta semana se reunieron los jefes de los reactores nucleares argentinos, en un momento sensible por el impacto de la serie de HBO Chernóbil. En la Argentina avanza el proyecto Carem, que implica la construcción de pequeños reactores modulares.

Por Jorgelina Hiba

“Es imposible un Chernóbil en Argentina”. Julián Gadano es el subsecretario de Energía Nuclear de la Nación y sabe que desde que la serie sobre la explosión de un reactor en Ucrania en la década de los ’80 se volvió un éxito mundial, el tema nuclear volvió a estar en la agenda pública como hacía tiempo no pasaba. Por eso se anticipa a la pregunta casi obligada y, por el contrario, agradece el efecto mediático de la serie de HBO, ya que ahora puede explicar con mayor atención de sus interlocutores el plan que Argentina desarrolla desde hace años para consolidar su posición dominante en el mundo de la industria nuclear y convertirse en un jugador de exportación: el proyecto Carem.

Al optimismo por la potencialidad del programa nuclear argentino le suma otro argumento al afirmar que “no hay solución al cambio climático sin la energía nuclear”, a la que califica como más segura y limpia que nunca y de escasísimo riesgo comparada a cualquier otra industria: “La actividad nuclear es la que tiene la mayor distancia entre el riesgo percibido y el riesgo real. En Argentina nunca hubo un accidente vinculado a un reactor de potencia”, destaca, para agregar que de todas formas se trata de un sector nacido “dentro del secretismo militar” al que se debe dotar de mayor transparencia y cercanía con la sociedad construyendo centrales “más chicas, más amigables, más seguras y más fáciles de entender”. Todo eso, repite, es el Carem.

Gadano, sociólogo de formación, cuenta que Argentina es un país que en este campo tecnológico “tiene un lugar ganado en el mundo y juega en primera”, algo que implica mantener los planes de desarrollo y los niveles de inversión. El funcionario -quien participó en Rosario de una reunión de autoridades nacionales y jefes de los reactores nucleares argentinos- dijo que apuestan más que nunca al perfil exportador de Argentina tanto en tecnología de reactores como para aplicaciones de uso médico, por ejemplo.

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La niña mimada del sector es el proyecto Carem, un caso raro de supervivencia a la grieta ya que se trata de una iniciativa anterior a la gestión de Cambiemos al que el gobierno decidió darle continuidad: “En esto hay que tener coherencia temporal y los proyectos más importantes de hoy vienen de la gestión anterior. Aunque para nosotros están mucho mejor ahora, debo decir”, señaló Gadano, quien aspira a que Argentina se convierta “en una fábrica de Carem”.

Se trata de un reactor modular pequeño cuyo prototipo está construyendo la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea) en el sitio Atucha y que, según el funcionario, “dará un salto de calidad a la industria nuclear argentina” ya que se pasará de exportar reactores de investigación a reactores de potencia, un desafío tecnológico y una escala mucho mayor en cuanto a los negocios.

Se estima que ese prototipo estará listo en 2022 y, si todo sale como lo esperan en la Conae, el país se convertirá en pionero mundial al poner en marcha un reactor modular pequeño. “Podemos convertirnos en un exportador de tecnología de alto nivel. De la mano de la crisis climática, el sector nuclear empieza un nuevo período de vitalización”, aseguró Gadano.

Carlos Gho, gerente de área de la Conea, también avanzó en el mismo razonamiento al entender que “habrá un boom” de los llamados SMR (reactores pequeños como el Carem), ya que se  abarata el costo del capital y tienen “seguridad intrínseca”. Gho explicó que el Carem 25 (que se construye en Lima, en el sitio de Atucha) es un prototipo en pequeño del real: “Tiene la cuarta parte del reactor comercial y allí estudiamos como funciona todo”, dijo.

No es una novedad que en el mundo hay un debate post renovables atado al calentamiento global, generado en gran parte por los combustibles fósiles. En ese escenario de debate sobre la descarbonización puede plantearse que el país más verde de Europa es Francia, cuyo consumo de energía se explica en un 75% por generación nuclear (Argentina tiene el 6%). Galdano señaló que más allá del mundo pan-germánico “el mundo empieza a ver que no se puede descarbonizar sin nuclear”.

Más allá de la ventana de oportunidad que la crisis climática ofrece a una energía con cero emisiones Galdano está convencido que la industria nuclear debe cambiar porque “tiene problemas”. Los proyectos son muy largos en el tiempo, requieren un gran capital inicial y muchos han fallado en sus plazos de ejecución, lo que ha ahuyentado al capital privado. Un combo al que se le sumó Fukushima, el accidente nuclear de ocurrido en Japón en 2011 tras un sismo de magnitud 9.

El funcionario razonó que el Carem viene a suplir estas falencias: lleva menos tiempo de construcción, demanda menos capital y es mucho más pequeño. “Es una nueva tecnología más barata, más rápida, más segura y con mejor vinculación con las comunidades, ya que es más pequeño y más fácil de entender”, dijo.

La relación con la comunidad es la clave sobre la que trabajan quienes defienden a rajatabla la posibilidad nuclear. En ese punto explicó que existe la idea de que el progreso “se nos fue de las manos” y que eso genera miedo y desconfianza hacia las elites, algo que se corrige si las instituciones funcionan bien. “El miedo siempre es el producto de la ignorancia y la gente debe saber. Hay que salir del carbón y la opción es el nuclear”, insistió.

“La serie me encantó y es lo más serio sobre el tema porque no habla de monstruos de dos cabezas. Es muy sobria, es una ficción que nos deja la sensación de ser un documental, pero no lo es”, dijo el funcionario, para quien más que del accidente la serie “habla de cómo se tomaban decisiones en una dictadura totalitaria que se caía”.

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Para Gadano si bien el accidente ocurrió, existen “cero posibilidades” de algo así en Argentina, ni desde lo operativo ni desde lo estructural. “La ficción construye imaginarios sociales, por ejemplo gracias a los Simpsons la gente cree que los residuos nucleares son líquidos y verdes, y eso tampoco es así. Es una muy buena serie, pero es ficción en gran parte”, concluyó.

Gho explicó que, por ahora, el financiamiento del proyecto Carem es totalmente estatal. “Si fuera empresario vería un negocio potencial allí pero hay que esperar a que esté en funcionamiento el reactor” dijo para explicar porqué los fondos privados todavía no aparecieron.

Por el lado de los desembolsos del Estado, señaló que es una época de “vacas flacas que obliga a ajustar un poco el cinto”, aunque también dijo que se ha mantenido un flujo de dinero “importante” que mantiene el proyecto en pie “aunque no sea el ideal”.

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