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Sociedad adopción | Santa Fe | Adolescencia

Adopción de adolescentes: el desafío pendiente de garantizarles el derecho a una familia

La historia de Nata volvió a poner en agenda una realidad poco visible: en Santa Fe, 137 niños, niñas y adolescentes esperan su adopción.

La convocatoria pública que protagonizó Nata, un adolescente de 14 años que grabó un video para pedir una familia, tuvo un impacto inmediato y masivo: 700 consultas en pocos días y decenas de legajos que avanzaron en el proceso de selección.

Más allá del caso puntual —que rápidamente encontró resolución institucional—, el episodio volvió a poner en discusión una problemática persistente y estructural: la adopción de niños, niñas grandes y adolescentes, un universo que sigue siendo el menos elegido por las familias que se inscriben para adoptar.

En la provincia de Santa Fe hay actualmente 137 niños, niñas y adolescentes en situación de adoptabilidad, la mayoría de entre 9 y 17 años, y también varios grupos de hermanos, que esperan una familia.

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La cifra contrasta con los límites etarios que suelen fijar los y las aspirantes cuando se anotan en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos (RUAGA), generalmente acotados a la primera infancia.

“Ahí aparece un desfasaje muy grande entre el deseo de las familias y la realidad de los chicos que necesitan que se les restituya el derecho a vivir en una familia”, señala Claudia Calvete, referente del Grupo de Padres Adoptivos de Rosario, con más de 17 años de trabajo en el acompañamiento de procesos adoptivos y la formación de familias.

Formar una familia

Para Calvete, uno de los primeros nudos a desarmar es conceptual. “No es lo mismo pensar en tener un hijo que pensar en formar una familia. Cuando hablamos de adopción, hablamos de chicos que llegan con una historia, con heridas, con vulneraciones previas. Eso no se transita sin información, sin formación y sin acompañamiento”, advierte.

Familia por vínculo adoptivo, insiste, no es un gesto romántico ni un acto de buena voluntad: es una construcción que requiere redes, espacios de escucha y un trabajo sostenido en el tiempo.

nata adolescente 14 años busca una familia
La historia de Nata volvió a poner en agenda una realidad poco visible: en Santa Fe, 137 niños, niñas y adolescentes esperan su adopción.

La historia de Nata volvió a poner en agenda una realidad poco visible: en Santa Fe, 137 niños, niñas y adolescentes esperan su adopción.

Madre adoptiva de tres hermanos que llegaron a su familia con 8, 10 y 12 años —la primera adopción de un grupo de hermanos mayores en la provincia—, Calvete habla desde la experiencia personal y colectiva.

“El mito de que ‘con amor alcanza’ es peligroso. El amor es fundamental, pero no alcanza solo. Los chicos llegan después de tragedias, con ‘curitas en el alma’, y eso hay que poder alojarlo”, explica.

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Aun así, remarca que la adopción de niños grandes no es una excepción imposible, sino una posibilidad real cuando hay preparación y acompañamiento.

La pregunta que surge

El impacto que generó el video de Nata también interpeló a las instituciones. Mali Paoletti, defensora general civil e integrante del proceso judicial que acompañó el caso, sostiene que lo ocurrido obliga a repensar las formas de comunicación y visibilización de las convocatorias públicas.

“Hay 137 convocatorias pendientes de resolución y, sin embargo, la de Nata se resolvió en dos días. Eso nos tiene que hacer una pregunta como sociedad”, plantea.

Para Paoletti, la paradoja es evidente: “Cuando se lanza una convocatoria pública para un adolescente aparecen cientos de familias dispuestas. Entonces, amor para dar hay. Lo que hay que revisar es qué frena la inscripción voluntaria cuando se trata de chicos más grandes”.

En ese sentido, señala que muchos aspirantes siguen anotándose con límites etarios muy bajos, lo que termina prolongando las esperas y dejando a los adolescentes fuera del radar.

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La defensora también subraya la importancia de la escucha activa. “No todos los adolescentes quieren ser adoptados y eso también es válido. Algunos eligen transitar programas de autonomía progresiva. El desafío es escuchar de verdad qué desean y actuar en función de ese deseo, para que el llamado ‘interés superior del niño’ no quede como una expresión vacía”, afirma.

Otro de los fantasmas que suele aparecer en torno a la adopción de chicos grandes es el de las llamadas “devoluciones”. Paoletti es contundente: “No es algo frecuente. En casi 17 años de trabajo en familia, recuerdo dos casos”.

Y afirma que para eso hay un resguardo legal: “Lo que existe es un período de guarda con fines de adopción, justamente pensado para evaluar la vinculación, con acompañamiento institucional. Una vez dictada la adopción, no hay vuelta atrás: es un hijo o una hija, como cualquier otro”.

Cambio de paradigma

Desde la reforma del Código Civil y Comercial, en 2015, el paradigma cambió: ya no se busca un niño para una familia, sino una familia para un niño.

Eso amplió el universo de personas habilitadas para adoptar —solteras, familias con hijos, personas mayores— y puso en el centro el derecho de niños, niñas y adolescentes a crecer en un entorno familiar, independientemente de su edad.

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“Un chico de tres meses y uno de 17 tienen el mismo derecho”, resume Calvete. “El problema es que como sociedad seguimos mirando para otro lado cuando ese derecho no se cumple”.

El caso de Nata, coinciden, no debería ser una excepción ni un espectáculo, sino una puerta de entrada para discutir en serio por qué tantos adolescentes siguen esperando.