Es un viaje que atraviesa cuatro siglos y en el que se descubren desde restos de cerámica indígena del siglo XVII hasta botellas de porrón de principios del siglo XX. Chisperos de pedernal de fusil y canicas de vidrio. Floreros isabelinos, botellas de fernet y tazas holandesas. El circuito se llama “Santa Fe bajo tus pies” y AIRE lo recorrió con el arqueólogo que lo diseñó: Gabriel Cocco, coordinador del Museo Etnográfico de Santa Fe.
La primera parada es una de las habitaciones de la Casa del Brigadier, en la que excavaron los arqueólogos del Museo Etnográfico mientras los albañiles y arquitectos reparaban la histórica vivienda de principios del siglo XIX, a la que se le había derrumbado una pared. “Este terreno formó parte del patio del antiguo templo mercedario en los siglos XVII y XVIII, antes de que se trasladen a la iglesia de los jesuitas, y sabíamos que podíamos encontrar restos valiosos para comprender cómo vivían los santafesinos entre 1660 y 1810”, explicó Cocco.
En primer lugar, la excavación -y la propia obra de restauración- fue clave para determinar que en la construcción de esta vivienda, que encaró el suegro del brigadier Estanislao López, el protomédico Manuel Rodríguez, no sólo se utilizaron ladrillos cocidos y de adobe: también hay paredes de tapia (tierra apisonada y encofrado), el método constructivo que se utilizó en Santa Fe La Vieja.
¿Qué encontraron al excavar durante dos meses? Con sus pequeñas palas, pinceles y zarandas, los arqueólogos descubrieron restos de cerámica indígena, mayólica europea, loza inglesa y hasta un chispero de pedernal de fusil del siglo XVIII. También encontraron huesos de gallinas, escamas de pescado y restos de mamíferos que formaban parte de la dieta de estos antiguos santafesinos.
En las capas de suelo acumuladas en esta habitación están los fragmentos que descartaron los africanos esclavizados de la Orden de los Mercedarios (entre 1660 y 1792), que tenían sus dependencias al lado de este sector. Y también lo que tiraron los santafesinos que vivían cerca, porque cuando el solar quedó abandonado el terreno se utilizó como basural. “La gente se quejaba del olor”, recordó Cocco.
Al atravesar el patio para salir de la Casa del Brigadier, se pasa al lado de uno de los aljibes más lindos que quedan en Santa Fe. Está decorado con azulejos franceses y un delicado trabajo de herrería.
Ahora, hay que caminar una cuadra y cruzar la plaza de mayo para llegar al Museo Histórico Provincial. Al caminar frente a la obra del nuevo edificio de Tribunales, Cocco recuerda que al final del recorrido se analizan los restos que se recolectaron en los dos pozos ciegos que se excavaron cuando se hacían los cimientos de la obra.
El Museo Histórico está alojado en la Casa Diez de Andino, la vivienda colonial más antigua que queda en pie en la Argentina. Los arqueólogos acaban de terminar una excavación en un viejo socavón que había en el patio y confirmaron la hipótesis de que era el pozo ciego de una letrina. Cuando se dejó de utilizar, a principios del siglo XX por la construcción de la red de agua potable y cloacas, el pozo se empezó a rellenar con basura.
En una enorme mesa del Museo Etnográfico, los arqueólogos están preparando los restos que descubrieron para exponerlos. Encontraron de todo. Hay pedazos de bacinillas, que son como elegantes “pelelas” que se llevaban a las habitaciones para hacer pis. Hasta principios del siglo XX, en Santa Fe no había baños y la gente usaba letrinas y bacinillas.
También hay frascos de perfume Legrand París y “frasquitos” de remedios de la farmacia Yrigoyen. Recipientes para cremas y pomadas, tinteros y juegos de tazas y copas. Hay muchas botellas alcohólicas y dos se pueden identificar con claridad: una es de fernet y otra de Cerveza Quilmes.
Entre todos estos restos de principios del siglo XX, también hay floreros isabelinos, tazas holandesas y muñecas alemanas. Y muchos de esos cubreobjetos de vidrio que se utilizan en los preparados para microscopios. Además hay “canicas” de vidrio, las que se usan para llevar a punto de ebullición las preparaciones. Es que en la larga historia de esta esquina también hubo una etapa en la que fue sede de la Facultad de Farmacia y Obstetricia.
En una de las salas del Etnográfico están expuestos algunos de los objetos que se encontraron en las excavaciones que se realizaron en la obra de los nuevos tribunales. Son dos pozos ciegos. Uno tiene restos del siglo XVII y el otro del siglo XIX.
En el más antiguo, los arqueólogos encontraron restos de cerámica indígena e hispano-indígena (la diferencia, en este caso, es que con técnicas de los pueblos originarios se hacían tazas, vasos y platos de estilo europeo) y también mayólica europea. En el “pozo” del siglo XIX, los fragmentos son más parecidos a los que se descubrieron en la última excavación en el patio del Museo Histórico. Hay fragmentos de botellas alcohólicas, frascos cosméticos, medicinales y hasta algunos juguetes.
Así termina un circuito que hasta ahora sólo se ha realizado algunas veces, cuando se puede articular con otros recorridos en el casco histórico de la ciudad. Es un lujo hacerlo con un arqueólogo, como Cocco, pero en realidad cualquiera que le guste la historia puede hacerlo recorriendo las salas de la Casa del Brigadier y los museos Histórico y Etnográfico.