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La aventura de trabajar la inclusión en una escuela rural

Durante 23 años Marisa López dirigió la Escuela N°1301 "Juan de San Martín", también conocida como Campo Jullier, ubicada en zona rural, a pocos kilómetros del centro de Santo Tomé. Con limitaciones propias de la ruralidad, pero con empuje y dedicación, se formó para trabajar con niños con discapacidad y otros trastornos del desarrollo que llegaban a la institución.

La educación rural atraviesa la vida de Marisa. Todavía recuerda con cariño la primera escuelita en la que trabajó, Estancia San Pedro, tenía techo de paja, dos aulas y un baño. “Allí comencé a darme cuenta que había elegido muy bien mi vocación. Daba clases en un aula que tenía niños desde el nivel inicial hasta tercer grado. Los chicos se quedaban ocho horas en la escuela. Había días que iba a caballo hasta sus domicilios para buscarlos. Fue una experiencia inolvidable”, reconoce.

Marisa López nació en Gobernador Crespo, tiene 56 años y desde hace 29, vive en Santo Tomé. Como docente recuerda muchas experiencias, entre ellas, su paso por el grado radial de la Escuela N°523 donde por primera vez se enfrentó al desafío de enseñar a niños con capacidades diferentes.

“En ese momento no había una formación específica, pero yo tenía muy claro que esos niños iban a poder lograr grandes aprendizajes para la vida, esa era mi gran responsabilidad”, asegura.

Pero nada la marcó tanto como su querida escuela Campo Jullier, la N°1301. Allí trabajó como docente durante cuatro años, luego asumió como su directora, cargo que ejerció hasta el 2023 cuando se jubiló. Reconoce que aún atraviesa el duelo de abandonar lo que era “su segundo hogar”.

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La escuela N°1301 “Juan de San Martín” está ubicada en zona rural, a pocos kilómetros del centro de Santo Tomé.

La escuela N°1301 “Juan de San Martín” está ubicada en zona rural, a pocos kilómetros del centro de Santo Tomé.

La escuela de los diferentes

“Fueron casi 23 años vividos con gran intensidad en mi tan amada escuelita Campo Jullier. Para muchos era la escuela de los diferentes, la que no tenía razón de existir, la muchas veces era mal vista. Pero con voluntad, vocación, dedicación, esfuerzo, perseverancia, unidad y mucho amor pudimos levantarla, cuidarla, engrandecerla, protegerla, sostenerla…”, cuenta orgullosa Marisa.

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La escuela N°1301 “Juan de San Martín” está ubicada en zona rural, a pocos kilómetros del centro de Santo Tomé. Sus alumnos -que se agrupan en plurigrados- son niños provenientes de distintos barrios de la ciudad. Es la única escuela primaria pública en el departamento La Capital que tiene la modalidad de jornada completa de ocho horas. Durante la tarde, en las llamadas horas de extensión, los chicos aprenden huerta, jardinería, cocina, reciclaje, radio, cine y juegos matemáticos.

Comunidad y compromiso

Como directora, Marisa tuvo a cargo niños con necesidades educativas especiales, con baja visión, con autismo, con trastornos de la personalidad, motores o del lenguaje. Al principio, y por mucho tiempo, trabajó sin docente integrador.

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Marisa tuvo a cargo niños con necesidades educativas especiales, con baja visión, con autismo, con trastornos de la personalidad.

Marisa tuvo a cargo niños con necesidades educativas especiales, con baja visión, con autismo, con trastornos de la personalidad.

Con su cuerpo docente y los asistentes escolares se preparaban solos, buscando materiales y leyendo lo que encontraban fuera del horario escolar. También participaban en charlas, capacitaciones, muestras y en todas las oportunidades que encontraban para ofrecerles nuevas herramientas a sus alumnos.

“Con el tiempo llegaron las maestras integradoras -cuenta la docente- en nuestro caso era una sola para toda la institución. Tengo un gran recuerdo de la seño Moni, con quien aprendimos un montón. Así comenzamos a sentir un gran respaldo y acompañamiento mutuo”.

Educación de calidad para todos

Apoyada en su experiencia personal, Marisa enumera las dificultades y potencialidades de la educación inclusiva en la escuela rural.

“La falta de recursos es una gran problemática, también lo son las condiciones climáticas, ya que en días de lluvia los caminos son intransitables, y la trayectoria se ve debilitada porque se trabaja en otros espacios, con otros tiempos y sin los materiales suficientes. La falta de docentes integradores es otra gran dificultad”.

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Por otro lado, la docente aclara que la educación rural también tiene particularidades que son positivas para el aprendizaje de los chicos que presentan desafíos, como las aulas pequeñas y el número reducido de alumnos, al contrario de lo que ocurre en los centros urbanos.

Esto permite que los docentes puedan atender de forma personalizada a las necesidades educativas especiales de cada uno, a la vez que pueden observar, analizar y detectar a tiempo las posibles dificultades en el aprendizaje.

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En las escuelas rurales es habitual que alumnos de diferentes edades compartan una misma aula y esta es una forma de enriquecer la convivencia.

En las escuelas rurales es habitual que alumnos de diferentes edades compartan una misma aula y esta es una forma de enriquecer la convivencia.

“El medio rural -agrega- permite a los chicos tener una relación constante con el entorno natural, lo que puede ser utilizado como un recurso didáctico basado en la experiencia directa. En las escuelas rurales es habitual que alumnos de diferentes edades compartan una misma aula y esta es una forma de enriquecer la convivencia y desarrollar los procesos de socialización”.

“Las escuelas rurales olvidadas en muchos casos por el sistema educativo, necesitan profesionales, instalaciones y materiales para su correcto funcionamiento. Además, es fundamental el acompañamiento de la escuela especial”, concluye.

Poner en juego la empatía

“Por cuestiones de la vida, en mi carrera de a poco me fui interesando en la educación especial. El grado radial que acompañé me motivó a prepararme, capacitarme y buscar herramientas. Me marcaron las palabras de la tía de una niña con parálisis cerebral cuando en una reunión de padres me preguntó si alguna vez su sobrina iba a poder ser ‘normal’. También las de una mamá desesperada que quería saber si su hijo iba a poder comunicarse con el resto de sus compañeros. Allí empezó mi deseo de aprender”, relata la docente.

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El medio rural permite a los chicos tener una relación constante con el entorno natural.

El medio rural permite a los chicos tener una relación constante con el entorno natural.

A partir de esa inquietud inicial, decidió estudiar el profesorado para ciegos y disminuidos visuales. Se lamenta haber podido ejercerlo durante muy poco tiempo, pero cuenta con orgullo que trabajó con adultos y con abuelos de Santo Tomé que habían perdido la visión. Más tarde se capacitó en lengua de señas en el Liceo Municipal y en el Sadop.

“Las experiencias fueron maravillosas -resalta-. Mi deseo era ayudar a las personas a entenderse con el resto, establecer con ellas un vínculo desde lo personal y no desde el déficit, permitirle autonomía sin negar sus limitaciones. Para mí esto significa poner en juego el valor de la empatía”.