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Santa Fe Sergio Fenoy | Ciudad de Santa Fe | 25 de mayo

El mensaje del arzobispo de Santa Fe Sergio Fenoy por el 25 de Mayo: "La construcción de la paz social es una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos"

En la Catedral de Santa Fe, el arzobispo Sergio Fenoy dirigió un mensaje cargado de actualidad durante la celebración de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo.

El arzobispo de Santa Fe Sergio Fenoy dirigió un mensaje cargado de actualidad durante la celebración de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, en la Catedral, ante el gobernador Maximiliano Pullaro y las autoridades políticas de la provincia, la Municipalidad, la Legislatura y el Poder Judicial.

En el tramo central de su mensaje, Fenoy sostuvo que "la construcción de la paz social de un país, sino que es una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos".

Además, el arzobispo de Santa Fe se refirió a la difícil coyuntura que atraviesa la ciudad, la provincia y la Argentina en su conjunto: "Hoy más que nunca el futuro de nuestro país, de nuestra provincia, de nuestra ciudad, reclama un diálogo entre los principales actores con responsabilidades políticas e institucionales, que signifique un compromiso, no solo verbal, sino de hechos concretos, para superar las profundas diferencias que hoy nos golpean a todos".

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En esa línea, Fenoy pidió "un compromiso real con los más humildes y vulnerables; una auténtica reivindicación de la educación y del trabajo; políticas activas en favor de quienes generan trabajo; un compromiso eficaz en favor de nuestros jubilados con ingresos por debajo de la línea de pobreza; un diálogo dónde sean partícipes los jóvenes, alentando sus sueños y esperanzas".

El mensaje completo del arzobispo Sergio Fenoy por el 25 de Mayo

Escuchar, dialogar y compartir: el camino para la paz social

Reflexión con motivo del aniversario de la Revolución de Mayo

Texto del Evangelio: Mt 5,1-12 (las bienaventuranzas)

Solo un corazón pobre y paciente, un corazón que se aflige ante el mal del otro, un corazón misericordioso, que tiene hambre por la justicia pero que al mismo tiempo trabaja por la paz, sólo un corazón capaz de soportar la persecución, el insulto o la calumnia por amor al bien común… sólo un corazón así, puede entrar auténticamente en diálogo con los demás y favorecer la cultura del encuentro.

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El diálogo, “es el oxígeno de la paz” (Francisco). Es lo que se encuentra entre “la indiferencia egoísta y la protesta violenta” (Fratelli tutti, 199). No es un “febril intercambio de opiniones” (Fratelli Tutti, 200) ni un conjunto de “meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles” (Fratelli Tutti, 202). Por el contrario, el auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar.

Ser “pobres de corazón”, según el estilo de Jesús, nos dispone a acoger al otro en su diferente identidad, a entenderlo como una oportunidad de plenitud personal, a tomar conciencia de que puede completar mi indigencia. Todo esto es parte del arte de la escucha, que también supone la paciencia para respetar procesos de comprensión mutua, la mansedumbre y la amabilidad para expresar correctamente la propia opinión sin descalificar rápidamente al adversario, aplicándole epítetos humillantes. Pero también supone la firmeza en la defensa de la justicia y la fortaleza en medio de las agresiones gratuitas, sin lo cual no hay construcción posible de la paz y del bien común.

Como Iglesia vamos redescubriendo desde hace varias décadas la alegría de caminar juntos como Pueblo, a la escucha de Dios en su Palabra, en los otros y en los acontecimientos de vida cotidiana. A esta actitud la llamamos “sinodalidad”. Las difíciles circunstancias actuales nos reclaman el aprender a escuchar a los demás, aunque esto sea fatigoso; el saber iniciar y respetar los tiempos de los procesos, el valorar el pluralismo de ideas y capacidades, y el preferir siempre la fuerza mansa del diálogo.

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Si bien es cierto que no podemos sin más aplicar el concepto de “sinodalidad” a la dinámica secular de la sociedad civil, deseamos compartir nuestra experiencia del caminar juntos. Ningún dirigente ostenta la suma de la ciencia y el saber, sino que debe aprender a escuchar el susurro de la verdad, entre sus colaboradores, pero también entre sus opositores; y sobre todo en las ansias y las necesidades y propuestas de la gente de nuestros pueblos y barrios. Siempre es rico incorporar en nuestros procesos de búsqueda del bien común la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados. Es urgente acortar distancias y acercarnos a todos, aprender a escuchar, dialogar y compartir desde la vocación de servicio que debería distinguirnos.

Hoy más que nunca el futuro de nuestro país, de nuestra provincia, de nuestra ciudad, reclama un diálogo entre los principales actores con responsabilidades políticas e institucionales, que signifique un compromiso, no solo verbal, sino de hechos concretos, para superar las profundas diferencias que hoy nos golpean a todos; un compromiso real con los más humildes y vulnerables; una auténtica reivindicación de la educación y del trabajo; políticas activas en favor de quienes generan trabajo; un compromiso eficaz en favor de nuestros jubilados con ingresos por debajo de la línea de pobreza; un diálogo dónde sean partícipes los jóvenes, alentando sus sueños y esperanzas.

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En cada época, la paz social es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido. La construcción de la paz social nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. Cada uno puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana. Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos.

No hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. A pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques debemos persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común.

Sergio Alfredo Fenoy

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz