En una esquina en donde toda la tarde pega el sol, se ubica el espacio donde funciona la cooperativa de mujeres tejedoras"El Aromo". En sus paredes se lee pintado a mano el nombre de la entidad y en los alrededores se encuentran colgadas las madejas de lana que horas antes se tiñeron de azules, amarillos, naranjas y verdes.
En el ingreso al taller se descubre un gran salón con una mesa, un telar y una rueca de hilar. Una puerta contigua lleva a un segundo ambiente más amplio, en distintos puntos se ubican los telares de diferentes tamaños.
El lugar está invadido de un olor amargo, es que en la cocina se está diseñando una nueva tonalidad de verde que teñirá las lanas de un pedido que llegó desde Rosario.
Luisa, Gloria, Claudia, Graciela, Asunción y Mirta son las integrantes de la cooperativa que a través de un trabajo silencioso mantienen viva la tradición del tejido por telar.
Son casi las dos y media de la tarde de un jueves soleado en Fortín Olmos, el ritmo de la cooperativa es el habitual. Ese día no están todas, pero la labor no se detiene. Gloria está sentada en el lugar que ocupa habitualmente con un telar de grandes dimensiones.
A su izquierda se encuentra Graciela, está sentada desatando una madeja de lana. En la cocina, Luisa y Claudia trabajan en el teñido del material que dará forma a un nuevo pedido.
Luisa está pegada a la olla en donde el humo fluye, está cansada y se nota en su mirada. Su estatura no condice con la fuerza que lleva dentro. A pesar de que podría estar en su casa, Luisa prefiere pasar sus tardes en el espacio que vio nacer, decaer y renacer.
El Aromo se creó en la década del 60, por iniciativa de Ana Maria Seghezzo D´Urbano, esposa del médico rural Dr. Rubén D´Urbano. El objetivo era que las mujeres de Fortín Olmos contaran con un oficio que les permitiera tener ingresos propios y a su vez colaborara a consolidar la relación entre las vecinas.
"Ella se trajo el telar de su mamá y nos lo regaló. Y con eso se aprendió. Se hacían telas y telas en metros", contó Luisa que señala otro de los dispositivos que se emplea para tejer los ponchos y mantas grandes.
"Yo lo llevo muy adentro a esto, con mucho orgullo lo digo. Esto fue donado por Ana María Seghezzo, ella fue la protagonista de todo lo que tenemos ahora y para que nosotras tengamos algo el día de mañana. También era un sustento para la casa", recuerda Luisa sobre los inicios del taller.
Durante los primeros años, el espacio funcionó como un lugar de encuentro de mujeres que se reunían para aprender los secretos y las técnicas del telar, para poder diseñar y tejer sus productos. En ese entonces se ponían en marcha las clases para enseñar a confeccionar pashminas, alfombras, manteles y ponchos.
Un pedido especial para el Vaticano
Este año la cooperativa recibió un pedido muy especial: tejer un poncho santafesino que fue entregado al Papa Francisco.
El poncho santafesino fue confeccionado con lana de oveja, su tinte es natural y de color marrón. La prenda que fue cosida a mano, es cerrada y el diseño se caracteriza por las trenzas que lo rodean. "Lo que se destaca de esta prenda más que nada son los colores que le otorga la tintura natural de aromo, una planta muy tradicional de la región", explicó Gloria.
“Es algo que él puede usar, abrigarlo. Nos conmovimos mucho porque es un poncho nuestro que va a ir al Vaticano”, agregó Luisa.
La reapertura de El Aromo
En el inicio de los '80, la poca cantidad de personas que acudían obligó a cerrar las puertas del lugar. La reactivación llegó rápido, pero no así el número de interesadas en asistir a El Aromo. Hoy son seis las mujeres que a diario acuden, que desde el año pasado se constituyó como cooperativa.
Las técnicas no cambiaron, los telares siguen en sus lugares y las ganas están intactas. "Acá no hay horario ni días. Siempre está abierto y hay alguien trabajando", cuenta Gloria que trata de acudir todas las tardes. Asegura que la actividad es su cable a tierra y también la ayuda con un ingreso.
Los pedidos que llegan a la cooperativa se reparten entre las mujeres de manera equitativa y teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que cada una tenga.
A pesar de que el enhebrado del hilo en los telares puede demandar toda una tarde de trabajo, e incluso un poco más, la etapa más complicada del proceso de producción es el teñido de la lana que se usará para tejer el producto. "Lo que es más difícil es el teñido. Es una cosa pesada. Tenés que estar en el calor y revolver la lana", asegura otra de las mujeres.
El secreto para todo en el telar es la paciencia, sostiene Gloria."Si querés mantener lo artesanal hay que seguir trabajando de esta manera. Lleva mucho tiempo y por eso la gente no viene", asegura.
“No quiero que esto se termine, se muera. Hemos luchado tanto, con tanto sacrificio hemos logrado tener todo lo que tenemos que queremos seguir avanzando”, sostiene Luisa que vio crecer a sus hijos en el taller. Y agrega con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada : “Lo llevo muy adentro”.
El sueño de Luisa es agrandar el taller y que éste se convierta en una fuente de trabajo para todas. “Si trabajás con ganas, sacrificio y compromiso, la gente te sigue encargando”, asegura esta mujer que tiene a El Aromo como su segunda casa.
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