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Santa Fe APRECOD | Santa Fe | personas en situación de calle

Casa de Juan Diego, una escuela de vida en Santa Fe y la puerta de acceso a la recuperación

Al llegar a Junín 2141, hay en la vereda personas con la mirada desolada queriendo entrar. Están perdidas por el consumo de drogas y no tienen donde vivir. Pensar que del otro lado de la puerta los reciben con un plato caliente y un lugar donde ducharse, les cambia el día. Esa es la labor de la Casa de Juan Diego en nuestra ciudad.

La asociación civil Casa de Juan Diego de la ciudad de Santa Fe fue fundada en el año 1987 por el padre suizo Gabriel Carrón, con el objetivo de prevenir la delincuencia en niños. Visitando a los presos, el sacerdote católico pensaba que si hubieran tenido un espacio de contención, no estarían allí. A lo largo del tiempo fue tomando distintos modelos.

Sandra Bracamonte y Mariana Arguello son coordinadoras de la casa desde el año 2019. Ellas notaban que diariamente llegaban personas en situación de calle. Ante esta problemática, decidieron formar un equipo de trabajo que hoy asiste a 60 mayores de edad, atravesados por el consumo.

“Somos una puerta de acceso cercana y amigable a la posibilidad de que hagan un tratamiento para su recuperación. Vamos construyendo un plan de vida, planteando objetivos; en algunos es la internación y en otros ordenarse, hacer una capacitación o retomar la escuela. Subsistimos por el aporte del Estado, el convenio de Aprecod y socios particulares que colaboran con la institución”, relatan con entusiasmo.

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La Casa Juan Dieho está ubicada en Junín 2141.

La Casa Juan Dieho está ubicada en Junín 2141.

La vida como viene

Reciben a todos, dejan que ocupen el lugar y les sirven alimentos. En la casa se pueden bañar, lavar su ropa y si lo desean, se adhieren a la grilla de actividades propuesta.

Sandra destaca que les brindan asesoramiento legal por si tienen alguna causa pendiente o deben tramitar su DNI. “Deseamos que restituyan sus derechos vulnerados y recuperen la dignidad”.

Operadores, psicólogos y terapista ocupacional, los acompañan en la vida cotidiana, “esto hace que algunas personas comiencen a problematizar su consumo y decidan internarse”.

Una familia que los abraza

La sensación de quienes están en contacto diario con personas atravesadas por el consumo es que vivimos en un entorno de mucha insatisfacción y vacío. Los jóvenes están desorientados y temen las frustraciones.

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Operadores, psicólogos y terapista ocupacional, los acompañan en la vida cotidiana.

Operadores, psicólogos y terapista ocupacional, los acompañan en la vida cotidiana.

Mariana se sensibiliza al relatarnos la realidad de quienes llegan a la casa. “Cuando se tiene la posibilidad de anclar en lazos primarios, es más fácil no caer. Lamentablemente muchas familias se cansan, les sueltan la mano y hasta les ponen medidas de distancia. Llegan muy rotos, sucios y sin hablar. Aquí los escuchamos, compartimos un mate y se sienten mejor por el simple hecho de tener un plato en la mesa y no comer de la basura", expresa.

Y sigue: "Lo más importante para que haya un cambio es demostrarles amor y que te importan. En los talleres de cocina, música y espiritualidad, trabajamos normas de convivencia. Bendecimos la mesa y luego ellos lo hacen con los alimentos que comen en la calle. Se crean lazos fuertes, entienden que el otro es un compañero que hay que respetar. Con respecto a las situaciones de violencia que se presentan dentro o fuera de la institución, la persona en cuestión es suspendida de acuerdo al caso. No poder venir, les duele”.

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Sandra Bracamonte y Mariana Arguello son coordinadoras de la casa desde el año 2019.

Sandra Bracamonte y Mariana Arguello son coordinadoras de la casa desde el año 2019.

Sandra agrega que tienen asambleas donde ellos opinan lo que les gustaría cambiar, “así se sienten parte de alguna manera. La idea es que nada sea impuesto y eso funciona”.

Umbrales de esperanza

El proceso de recuperación es muy rico en herramientas; el primer paso consiste en aceptar que están enfermos y dejarse ayudar.

En las tres primeras etapas trabajan las heridas en talleres de espiritualidad y emociones. Quienes quieren avanzar en el tratamiento, pueden internarse en algunas de las 6 casas que hay en distintos puntos del país.

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En la casa se pueden bañar, lavar su ropa y si lo desean, se adhieren a la grilla de actividades propuesta.

En la casa se pueden bañar, lavar su ropa y si lo desean, se adhieren a la grilla de actividades propuesta.

La cuarta y quinta etapa la hacen en Santa Fe, se llaman umbrales y consisten en la capacitación y reinserción laboral. En esta instancia, trabajan como voluntarios de lunes a sábados, de 8 a 13 hs. Realizan tareas de cocina, limpieza y cuidado de ancianos en el Hogar Don Guanella. Tienen las responsabilidades de un trabajo y a la vez, brindan un servicio a la comunidad.

Hablan los protagonistas

Nicolás llegó por el consumo, lo dejo atrás y su vida cambio radicalmente. “Hoy hago las cuatro comidas y me acuesto temprano. Me encontré a mí mismo como persona y aprendí a querer y cuidar mi cuerpo. No fue fácil. Hace nueve meses y medio que estoy en tratamiento y los primeros siete fueron en el campo, lejos de todo. En ocasiones pensé en abandonar, pero querer cambiar me sostuvo. El trabajo espiritual fue primordial, si no hubiera sido por la fe, no estaría vivo. Quiero decirle a quienes estén en la calle perdidos en la droga, que se puede salir, que se animen a pedir ayuda. Un día estás bien y otro mal, pero así es la vida. No deben bajar los brazos”.

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Coinciden en que el trabajo espiritual es primordial.

Coinciden en que el trabajo espiritual es primordial.

A Maxi lo llevó su tía. No hablaba, ni razonaba coherentemente. En la primera etapa aprendió disciplina y obediencia. Volvió a tener horarios y tareas. Luego pudo sanar heridas, perdonar y aceptar los errores cometidos. “Con mi papá no nos dirigíamos la palabra, me vino a ver y nos acercamos. Fue una etapa muy linda. Estoy desde hace 7 meses en tratamiento y siento que todo lo hecho me permite vivir plenamente. Mis pensamientos y actitudes no son las mismas; puedo entender y dialogar sobre todos los temas. Cuando se está en plena oscuridad, solo hace falta decir si y estar dispuesto a cambiar, en ese momento, vemos una luz de esperanza”.

Para Lucas, el consumo es como un efecto bola de nieve que va afectando cada vez más aspectos de la vida. “No podía disfrutar de nada. Perdí vínculos, trabajos, terminé en la calle y eso me llevó a la delincuencia. Tengo 31 años y empecé a los 21 con el consumo problemático; hasta entonces, era un muchacho al que le gustaba leer y aprender. Pedir ayuda es fundamental, reconocer que uno no puede solo y entregarse. Cuesta, pero el único secreto es la constancia y perseverancia en el tiempo”.

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La clave es dejar de buscar culpables y enfocarse en las soluciones.

La clave es dejar de buscar culpables y enfocarse en las soluciones.

“En la casa Juan Diego nos dan las herramientas y depende de cada uno como utilizarlas para evolucionar. Es un día a día y tratamos que las frustraciones y angustias, no nos afecte. Es un tratamiento para toda la vida, no te podés relajar”.

Laureano hace hincapié en el apoyo del entorno. “Nuestra familia tiene que acompañarnos y replantearse algunas dinámicas y formas de comunicación. Ver cuáles son los factores que llevan al consumo. Dejar de buscar culpables y enfocarnos en las soluciones. En conjunto, ir hacia un nuevo comienzo", cuenta.

"Hoy trabajamos en un hogar de ancianos y volvemos a ser personas capaces de dar amor al prójimo. Este servicio nos da felicidad. Vamos de corazón a acompañar a abuelos que nadie visita. Tratamos de hacerles un gran día, porque también pasamos por momentos difíciles. Les transmitimos nuestras ganas de vivir y que siempre hay mínimos detalles para agradecer y disfrutar”, cierra.

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Reciben a todos, dejan que ocupen el lugar y les sirven alimentos.

Reciben a todos, dejan que ocupen el lugar y les sirven alimentos.

A Gonzalo se le ilumina el rostro y nos cuenta lo que aprendió en este camino. “Nos fueron enseñando valores éticos y morales durante el proceso que hoy nos abren puertas. Estamos despiertos y tenemos esperanza en el futuro. Después de lo vivido todo tiene otro valor, desde la familia, cocinar, dormir bien, sentirnos bien, hablar con lucidez, etc. No teníamos voluntad y la recuperamos. Muchos tenemos que pasar por un gran sufrimiento para tocar fondo y salir fortalecidos.”

En Juan Diego se trabaja sin juzgar, solo se observa el abandono, la falta de interés, la soledad y el dolor. Han logrado muchas cosas en un corto tiempo pero siguen avanzando y sueñan con tener un lugar para que los chicos duerman y no vuelvan al consumo de la calle.

“Seguimos apostando a este espacio porque con que uno salga adelante, ya nos sentimos realizadas. Ayudar al prójimo es una vocación que nos llena el alma, un trabajo que no tiene precio y cuando flaqueamos, siempre tenemos a alguien del equipo que nos da fuerzas para seguir”, finaliza Mariana.