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A un año de la crisis de Vicentin: la caída de un gigante transmitida por un grupo de WhatsApp

La reconstrucción de lo que hicieron los directivos en las horas previas al comunicado que con un eufemismo -"estrés financiero- sinceró que la compañía ingresaba en cesación de pagos. "Acá, muchos vivíamos en una nube de pedo", reconoció un accionista.

El desayuno les quedó atravesado en la garganta. Antes de las ocho de la mañana del 4 de diciembre llegó un mensaje con la noticia al grupo de WhatsApp, integrado por los accionistas selectos de Vicentin. La empresa que había nacido hacía más de 90 años en Avellaneda, y llegó a transformarse en una de las cuatro cerealeras más grandes del país, había caído en default.

La caída era una realidad palpable, aunque la cúpula de Vicentin dijera lo contrario, incluso puertas adentro, a los propios socios, que mascullaban que Sergio “Mono” Nardelli no contaba toda la verdad. "Vamos a decir que es una reprogramación de los pagos a los bancos, pero no vamos a entrar en convocatoria”, sentenció uno de los directivos. En el comunicado oficial que la empresa difundió al otro día atribuía la cesación de pagos a una situación de “estrés financiero”.

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Sergio Nardelli, el histórico CEO de Vicentin, falleció de un infarto este año. Los accionistas le reprocharon que apostó todo a la relación con Macri.

Sergio Nardelli, el histórico CEO de Vicentin, falleció de un infarto este año. Los accionistas le reprocharon que apostó todo a la relación con Macri.

Pocos días antes habían golpeado las puertas del Banco Nación, a pesar de que los directivos de la entidad, capitaneados por Javier Gonzalez Fraga, empezaban a embalar sus bártulos en cajas de cartón, a días del cambio de mando, tras la victoria de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri. La caída del macrismo había sido un mazazo para Vicentin. Entre el 8 y el 26 de noviembre, según la denuncia que radicó luego el Banco Nación, la empresa retiró 95,5 millones de dólares en créditos de “prefinanciación de exportaciones”.

El Banco Central, según recordó el diputado Carlos Del Frade, miembro de la comisión de seguimiento de Vicentin, había calificado con riesgo 4 la línea de crédito de la agroexportadora. Ese número significaba "riesgo alto" por "atraso en el pago de más de 180 días hasta un año".

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La empresa estaba en default -como virtualmente estaba el país-, a contramano de lo que indicaba el balance 2018 que mostraba una compañía en floreciente y en expansión, con operaciones millonarias a través de sus filiales en Paraguay, Brasil, Uruguay y Europa.

El balance del año siguiente, “dibujado”, según los especialistas, fue presentado recién el 21 de setiembre pasado, ocho meses después de entrar en convocatoria de acreedores. Hasta un sector de los accionistas históricos –el 8 por ciento– votó en contra. El desbalance entre los dos ejercicios era notable: en el de 2019 figuraba un patrimonio neto negativo de 17.502 millones pesos, mientras que en 2018 había sido positivo por 30.542 millones.

¿En Avellaneda vivían en una burbuja las familias que conformaban la empresa, pero no la manejaban? ¿Recién se habían dado cuenta aquel 4 de diciembre que la burbuja había explotado? “Acá, muchos vivíamos en una nube de pedo”, admitió sin eufemismos uno de los miembros del clan, que después de recibir la noticia se fue a jugar al golf a una “canchita” de nueve hoyos que solventa parte de la familia en un predio de la Fuerza Aérea en Reconquista.

En Avellaneda esa mañana del 4 de diciembre sólo sabían la noticia un puñado de accionistas, que por WhatsApp se convocaron para reunirse por grupos en la sede histórica de la empresa, frente a la plaza del pueblo, donde Herman “Quito” Vicentin, uno de los arquitectos de la expansión de Vicentin, con sus 83 años, sale a caminar casi todas las tardes.

Dentro de la empresa reinaba un áspero silencio. Máximo Padoán fue uno de los encargados de conversar aquella mañana con los accionistas, con las distintas ramas de las familias que componen la agroexportadora. La idea era transmitirles que era una situación pasajera. Que había salida. Desde hacía varios días los que escuchaban atentos en esa oficina sabían que se había acelerado la fijación de precios ante los rumores oscuros sobre Vicentin por parte de los productores y por la posible suba de las retenciones tras la victoria de Alberto.

Por fuera del círculo selecto que manejaba Nardelli la bronca era grande. “Estrellaron el barco”, sentenciaban.

En esas reuniones encontraron un culpable de manera rápida: el Banco Nación. En realidad, la derrota de Mauricio Macri, al que la empresa apostó con fondos para su campaña desde 2015 cuando “donó” 27 millones de pesos, según publicó el diario La Nación. Horas después de declarar el default, Carlos Castellani, uno de los exdirectivos de la entidad crediticia, imputado en la causa que investiga el fiscal federal Gerardo Pollicita, admitió que Vicentin “negociaba desde hacía tiempo la renegociación de la deuda”. Se sospecha en la causa en Comodoro Py que el industrial santafesino, titular de Apache, podría haber sido el nexo entre Vicentin y el Banco Nación.

“La culpa era del Banco Nación”, fue el argumento que enhebró la cúpula de la empresa, porque había descalzado a la compañía al cortar el financiamiento. En realidad la entidad había exigido el pago de las cuotas. Luego se sabría la otra campana.

Varios miraron con desconfianza al mensajero. Aunque parezca increíble, la mayoría de los accionistas de Vicentin no tenía certeza de lo que pasaba, pero se recostaron en lo que habían sugerido los ceos, que “la tormenta era pasajera”, y que podrían salir a flote como otras veces.

Nardelli había diseñado ese plan para poner al tanto a la “familia” de lo que pasaba horas antes de que se enteraran por los diarios. Por fuera del círculo selecto que manejaba Nardelli la bronca era grande. “Estrellaron el barco”, sentenciaban.

Los resquemores con el Mono venían desde hacía tiempo, y no sólo era por la soberbia que irradiaba sino por sus acercamientos políticos, algo que el anciano que caminaba todas las mañanas por la plaza y que llevó a Vicentin a la cima se cuidó siempre. “Hay que darles a todos por igual”, respondía, en tiempos en que lo miraban de reojo, hacía más de una década cuando se reunía con candidatos que no eran predilectos en la zona. El reproche era que Nardelli había jugado a pleno con Macri.

Hasta ese momento el único excéntrico del grupo había sido Alberto Padoán, que se vio obligado a bajar su perfil, al pedir licencia en la Bolsa de Comercio, tras ser imputado en la causa de los cuadernos. La estrecha relación con Julio De Vido lo complicó, aunque después terminó sobreseído. Los intentos de Padoán de hacer política le habían salido mal.

Al mediodía los rumores se habían filtrado en Avellaneda y la mayoría de los empleados les había llegado la versión del colapso de Vicentin. Algunos eran incrédulos; otros mascullaban y repetían lo que sospechaba un grupo de accionistas sobre una oscuridad en torno a un vaciamiento de la empresa. Algunos accionistas tenían terror por la reacción que tendrían los empleados. A medida que las horas pasaban fueron hablando con algunos referentes para llevar calma, pero temían lo peor. La incertidumbre era total. “Cómo vamos a salir a la calle ahora”, pensaba en voz alta un directivo nativo de Avellaneda.

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La sede Vicentin en Avellaneda se lleno de versiones ante el inminente colapso de la compañía.

La sede Vicentin en Avellaneda se lleno de versiones ante el inminente colapso de la compañía.

A las 10 de la noche los principales acopios empezaron a llamar a los transportistas para que los camiones pegaran la vuelta y no descargaran granos en las plantas de Vicentin en San Lorenzo y Ricardone. A la 1.30 de la madrugada Vicentin decidió no recibir más granos. A la mañana las playas eran un desierto, con el polvillo que volaba sin rumbo.

Esa madrugada unos pocos pudieron pegar un ojo; otros durmieron tranquilos. Los desvelados se preguntaban dónde había ido a parar la plata. ¿Por qué habían vendido las acciones de Renova días antes de la caída? Quizá los que dormían sabían su destino.

José Luis Manzano había estado revoloteando por esos días aciagos en torno Vicentin. Desde su piso en Ginebra, el exministro del Interior de Carlos Menem confirmó al periodista Damián Nabot que se había sumado a un grupo de inversores interesados en la cerealera.

Al frente de la propuesta aparecía Juan Francisco Politi, de la firma Allaria Ledesma, a quien le había llevado la idea Emmanuel Álvarez Agis, el exviceministro de Axel Kicillof, a través de la consultora PxQ. El grupo lo imaginaba como una puerta de ingreso al sector agroexportador, la usina de dólares de la economía argentina. Pero todo quedó en la nada tras el efímero proyecto de la estatización de la agroexportadora.

El grupo de empleados que planeaba ir a escrachar a los familiares del grupo agroexportador –que era una de las cosas que más preocupaban en Avellaneda- terminaron tirándole huevos a los interventores que mandó seis meses después el gobierno. Nardelli, uno de los capitanes del barco que se había estrellado, falleció de un infarto en su casa de Reconquista, y se llevó gran parte de las culpas de la caída del gigante que nació y murió en un pueblo, donde cada uno cuenta su propia verdad, pero la justicia tendrá la palabra final.

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