La información y la detección de indicadores son herramientas fundamentales. Quienes atraviesan momentos difíciles suelen dar señales, aunque no siempre son fáciles de ver. Prestar atención a estos indicios permite activar el acompañamiento y ampliar las redes de contención.
A qué señales prestar atención
- Cambios en el ánimo: tristeza profunda, irritabilidad o apatía durante varios días.
- Frases de alerta: expresiones como “no doy más”, “quisiera desaparecer” o hablar de la muerte como una salida.
- Aislamiento: dejar de compartir con amigos, familia o actividades habituales.
- Descuido personal: alteraciones marcadas en el sueño, la alimentación o el cuidado propio.
- Conductas de riesgo: exponerse a peligros innecesarios, consumo excesivo de alcohol o drogas.
- Despedidas encubiertas: regalar objetos significativos o hablar como si ya no fuera a estar.
La presencia de uno o varios de estos signos no significa necesariamente que alguien quiera quitarse la vida, pero sí es un motivo suficiente para acercarse con empatía. No hace falta tener todas las respuestas ni intentar convencer. Tampoco minimizar lo que siente el otro.
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Los pensamientos sobre dejar de vivir, que pueden ser pasajeros o más persistentes.
Muchas veces alcanza con un abrazo, un “te escucho”, un “me importás” o acompañar en la búsqueda de ayuda profesional.
El suicidio no es una elección libre, sino el resultado de un sufrimiento que excede los recursos para enfrentarlo.
Ese proceso suele darse en un continuum: al inicio aparece la ideación suicida, es decir, los pensamientos sobre dejar de vivir, que pueden ser pasajeros o más persistentes. Si no se aborda, esos pensamientos pueden transformarse en un plan suicida, cuando la persona empieza a imaginar cómo, dónde y cuándo lo haría. Cuanto más detallado es el plan, mayor es el riesgo y más urgente se vuelve la necesidad de acompañar y buscar ayuda.
La prevención no está solo en manos de los profesionales. Empieza en lo cotidiano: en escuchar, en prestar atención, en mostrar que nadie tiene que atravesar su dolor en soledad.
Hablemos del tema, abramos espacios de confianza y recordemos: una palabra, un gesto o un abrazo a tiempo pueden salvar vidas. Y siempre, siempre hay caminos para volver a encontrar esperanza.
Por Julieta Arolfo, Lic. En Psicología M.P. 1423
Instagram: @psicojulietaarolfo