La psicóloga y sexóloga Victoria Güemes (Mat. 1280) ofrece una mirada clara basada en su experiencia clínica y pone el foco en los múltiples factores que atraviesan la sexualidad actual.
En ese sentido, la especialista sostiene que aún restan evidencias para ratificar esa tendencia. Desde su perspectiva profesional descarta que se registre una baja del deseo o una caída en la frecuencia de los encuentros sexuales entre jóvenes. Por el contrario, observa que consultan cada vez más temprano y con mayor conciencia sobre su salud sexual. “Veo personas jóvenes que se animan a consultar ante las primeras frustraciones o malestares. En cambio, hay adultos de 40 o 50 que están haciendo su primera consulta por problemas que arrastran desde hace 20 años”, señala Güemes.
Uno de los puntos centrales que plantea es que la propia idea de “relación sexual” se amplió. Mientras en décadas anteriores se limitaba casi exclusivamente al coito, hoy se habla de prácticas diversas y de una sexualidad más integral. “Desde la sexología se tiende a hablar más de prácticas sexuales que de coito exclusivamente. Entonces, ¿estamos hablando realmente de lo mismo que antes?”, se pregunta.
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Uno de los puntos centrales es que la idea de “relación sexual” se amplió. Mientras en décadas anteriores se limitaba casi exclusivamente al coito, hoy se habla de prácticas diversas y de una sexualidad más integral.
Para Güemes, más que una disminución, lo que existe es un cambio en la forma en que las personas viven, piensan y expresan su sexualidad.
El concepto de relación sexual se redefine
Con los cambios culturales, legales y sociales, el concepto de relación sexual también se transformó. Güemes explica que ya no se piensa exclusivamente en la penetración como el hito que marca el inicio de la vida sexual. “Hoy se incluye el autoerotismo, las experiencias con personas del mismo género, los abrazos, besos, estímulos. Ya no se mide la sexualidad por la edad en la que alguien tuvo su primera relación penetrativa”, enumera la doctora.
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Estas nuevas miradas permiten que las mujeres, niñas y adolescentes puedan explorar su sexualidad sin la carga de tabúes históricos. “La autoexploración, la estimulación, antes eran temas que no se hablaban. Hoy forman parte de la conversación y eso cambia también la manera en que entendemos el deseo y el inicio sexual”, afirma.
También resalta que las prácticas sexuales actuales en la juventud son distintas a las de hace 20 o 30 años, habilitando otras formas de disfrute y placer.
¿Qué lugar ocupa el deseo en la sociedad actual?
En poco tiempo, la sociedad atravesó diferentes etapas respecto del deseo sexual. “Pasamos de una época de mucha represión, con falta de información y castigos hacia ciertas prácticas, a otra con más libertad pero también con nuevas exigencias”.
En relaciones heterosexuales, por ejemplo, destaca que antes se valoraba más la frecuencia que el disfrute real. “Muchas mujeres me dicen que no estaban acostumbradas a disfrutar. Hoy, en cambio, buscan y exigen su placer, lo comunican a sus parejas varones. Entonces, quizás hay menos relaciones, pero más consentidas, amorosas y satisfactorias”.
Esto la lleva a advertir sobre una trampa frecuente: asociar cantidad con satisfacción. “Quizás hay menos relaciones, pero más satisfactorias. Hay que tener cuidado con pensar que menos es igual a peor”.
El rol de la tecnología y su vínculo con el deseo
La tecnología ha modificado la manera en que las personas se relacionan, sin distinción de edad. Aunque los jóvenes, por ser nativos digitales, tienen un uso más natural de estos recursos, Güemes aclara que el impacto alcanza a todas las generaciones. “El acceso a estímulos, recursos, aplicaciones o tipos de pornografía varía según la edad, pero no necesariamente por falta de interés, sino por cercanía con la tecnología”.
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Las prácticas sexuales actuales en la juventud son distintas a las de hace 20 o 30 años, habilitando otras formas de disfrute y placer.
En este sentido, destaca que la cultura actual promueve el individualismo y la evitación de la frustración. “Escuchamos hablar de relaciones tóxicas, red flags, ‘salí de ahí’. Eso visibiliza violencias, pero también lleva a evitar el encuentro con el otro. Estamos en una etapa donde se prioriza la comodidad y se evita el roce que implica el contacto real con otra persona”.
La histórica presión sobre el rendimiento sexual
“Sigue faltando educación sexual y eso se traduce en presiones, sobre todo hacia los varones. La masculinidad sigue estando atravesada por el mandato del rendimiento”, afirma.
Hoy, aunque hay más información circulando sobre cómo deberían ser los encuentros sexuales, muchas personas no tienen herramientas para abordarlos. “Hay más expectativas, pero también más frustración. Me llegan muchas consultas de personas que saben qué se espera, qué deberían hacer o pedir, pero no saben cómo manejarse. Les falta el recurso para actuar en consecuencia”.
La falta de relaciones sexuales, ¿afecta la salud emocional?
La especialista descarta que el hecho de no tener relaciones pueda afectar a la salud emocional de las personas. “No tener relaciones sexuales durante un tiempo no implica un deterioro en la salud física o emocional. Lo que sí puede pasar es que la falta de deseo esté relacionada con otras causas, como el estrés, la depresión, el aislamiento o la falta de vínculos sociales”, advierte.
Hoy se tiene menos tiempo libre, menos espacios de encuentro, más entretenimiento individual y más virtualidad. “Antes, después del trabajo, alguien se quedaba a tomar mates o una cerveza. Hoy, muchos llegan a casa estresados y se encierran a mirar series. Esa tendencia afecta la creación de vínculos”.
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En poco tiempo, la sociedad atravesó diferentes etapas respecto del deseo sexual y pasó de etapas de mucha represión a otra con más libertad.
Cómo sostener un deseo sano y equilibrado
Güemes recomienda volver al deseo general, no solo al sexual. “El deseo de hacer cosas, de compartir, de crear. Actividades que nos den placer, ya sea un hobby, un deporte, reuniones sociales. Eso nos ayuda a reconectar con el deseo”.
También enfatiza que un buen estado físico y el desarrollo de la vida social son fundamentales. “Muchas veces lo que falta no es deseo, sino habilidades sociales. Saber hablar, compartir, generar confianza. Y esas habilidades solo se recuperan y fortalecen relacionándonos con otros”.
Para ella, priorizar los vínculos y no aislarse es clave. “Esas habilidades previas, que parecen pequeñas, son las que después abren la puerta a relaciones sexoafectivas saludables”.