Entre los afectados estuvo Luis Bartorello, quien en ese momento era maestro rural y acababa de convertirse en padre. “Era cerca de Semana Santa cuando empezaron a aparecer casos de personas con fiebre y síntomas extraños. Nadie sabía qué era y el hospital estaba lleno de incertidumbre”, relata Bartorello. La confirmación llegó tras los primeros análisis: dengue, una enfermedad que era desconocida hasta ese momento.
Una especie de temor generalizado se apoderó de la comunidad y el impacto fue inmediato. “En cuestión de días, se agotaron los repelentes en el pueblo. Para una comunidad tan pequeña, fue todo un desafío adaptarse a la prevención y manejar el miedo”, recuerda.
"Pasé días difíciles, pero el miedo era por mi familia"
Luis fue uno de los primeros en contraer el virus. “Me internaron en Ceres sin saber qué tenía y luego me diagnosticaron dengue. Volví a casa, pero a las pocas horas empecé a sentirme muy mal de nuevo. Terminé internado en el Samco local, donde confirmaron el diagnóstico.”
En ese entonces y con una bebé de dos meses en casa, la preocupación iba más allá de su salud. “El miedo no era tanto por mí, sino por lo que pudiera pasar en casa. Mi esposa también estaba débil, y mi mamá tuvo que llevar a mi hija al médico porque tenía conjuntivitis, probablemente por la cantidad de productos que usábamos para combatir al mosquito”, cuenta hoy Luis.
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“Se formaron grupos de vecinos autoconvocados que recorrían las casas para controlar que no hubiera recipientes con agua acumulada. Fue un esfuerzo colectivo que nunca había visto antes en Hersilia”, cuenta Luis.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
Su recuperación no fue sencilla, ya que el virus lo afectó físicamente. “Estuve 15 o 20 días muy débil. Apenas caminaba unos metros y ya tenía que sentarme. Siempre sentí que el dengue me afectó el sistema hepático porque mi cuerpo nunca fue el mismo después de eso”.
El esfuerzo comunitario que marcó la diferencia
El brote movilizó al pueblo de una manera única. “Se formaron grupos de vecinos autoconvocados que recorrían las casas para controlar que no hubiera recipientes con agua acumulada. Fue un esfuerzo colectivo que nunca había visto antes en Hersilia”, cuenta Luis.
Además, se trabajó intensamente en lugares clave como soderías, gomerías y depósitos de chatarra, donde se detectaron criaderos de mosquitos. “La gente empezó a tomar conciencia. Desde las ferreterías hasta el hospital, todos hicieron su parte”.
Hoy, la situación es diferente, pero los recuerdos siguen vivos. “El mayor cambio es que ahora conocemos la enfermedad. Sabemos cómo prevenirla y qué hacer si aparecen síntomas. Eso ayuda a que la gente actúe con más responsabilidad y menos miedo”.
Para Luis, el brote de 2009 fue más que una experiencia médica. “No solo marcó mi cuerpo, también mi forma de ver la vida. Me enseñó la importancia de la prevención, la solidaridad y el cuidado comunitario. Hersilia nunca volvió a ser la misma después de esos días", recordó.
Hace dos años, Luis contrajo dengue nuevamente, aunque en esa ocasión no fueron necesarios análisis y los síntomas fueron leves.