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Diabetes pediátrica: señales de alerta, avances y el rol fundamental de la familia

La diabetes pediátrica crece en el país y exige atención temprana. Qué cambia en la vida de los chicos, cómo detectarla a tiempo y cuál es el rol de la familia.

Cada 14 de noviembre, el Día Mundial de la Diabetes recuerda el impacto de esta enfermedad crónica que atraviesa a adultos y también a los más chicos. En la diabetes pediátrica, la detección temprana es clave para evitar complicaciones y sostener una vida plena. La fecha impulsa la prevención, el diagnóstico oportuno y el acompañamiento familiar.

Diabetes pediátrica: el diagnóstico en una fecha que invita a mirar la infancia

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) propone este año reflexionar sobre la diabetes en todas las etapas de la vida y, en particular, en la niñez.

En Argentina, la diabetes pediátrica tiene un peso significativo: se estima que 20.959 chicos de entre 0 y 19 años viven con diabetes tipo 1, una enfermedad autoinmune que no se puede prevenir y que exige un tratamiento permanente con insulina, monitoreo constante y una alimentación saludable.

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 En la diabetes pediátrica , la detección temprana es clave para evitar complicaciones y sostener una vida plena.

En la diabetes pediátrica , la detección temprana es clave para evitar complicaciones y sostener una vida plena.

La OPS recuerda que la diabetes es una de las principales causas de ceguera, insuficiencia renal, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, y que su abordaje adecuado permite retrasar o evitar estas complicaciones. También subraya que las personas con diabetes tienen más riesgo de tuberculosis y de que la enfermedad sea más grave.

Mientras tanto, en la población adulta las cifras muestran una curva en ascenso. Según la Federación Internacional de Diabetes, Argentina es el segundo país de la región con mayor prevalencia estimada.

El número de adultos entre 20 y 79 años con diabetes pasó de 760 mil en 2000 a 1,5 millones en 2011, llegó a 4,3 millones en 2024 y se proyecta que alcanzará 5,9 millones en 2025. Este crecimiento enciende alertas sobre la necesidad de reforzar la prevención y el acceso a tratamientos oportunos, especialmente en la diabetes tipo 2, que suele estar vinculada a la alimentación, el sedentarismo, la obesidad y el consumo de tabaco.

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En este escenario, comprender lo que implica atravesar la enfermedad en la infancia se vuelve esencial. La doctora Ana García (MP 6396), pediatra especialista en nutrición y diabetes infantil, explica que el primer paso es diferenciar la diabetes tipo 1, habitual en los chicos, de la tipo 2, más frecuente en adultos.

La primera no depende de antecedentes familiares en la mayoría de los casos y se origina porque el páncreas deja de producir insulina de manera suficiente. Por eso los niños se vuelven insulinodependientes desde el inicio y requieren aprender a regular sus niveles de glucosa con ayuda profesional y familiar.

La mirada clínica: vivir con diabetes pediátrica más allá del diagnóstico

La llegada del diagnóstico se vive como un momento disruptivo: irrumpe de forma brusca, obliga a reorganizar rutinas y genera un duelo en las familias. No se trata de una enfermedad transitoria sino de un cambio permanente que requiere aprendizaje y paciencia.

Sin embargo, la especialista remarca que el pronóstico es muy bueno cuando hay educación y acompañamiento: los chicos crecen, se desarrollan, hacen deporte, participan de actividades escolares y sociales sin restricciones. “Nunca vamos a ser tan exactos como el cuerpo humano para regular la glucemia, pero podemos imitar su función”, explica García con claridad.

El diagnóstico de diabetes en niños puede aparecer desde los seis meses o el año de vida, aunque la mayoría de los casos se detecta entre los 8 y los 12 años. Hoy empieza a consolidarse un cambio de paradigma en el abordaje: en varios países ya se realizan screenings de anticuerpos para identificar la enfermedad antes de que surjan los primeros síntomas, y esa estrategia comienza a evaluarse también a nivel local.

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El diagnóstico de diabetes en niños puede aparecer desde los seis meses o el año de vida, aunque la mayoría de los casos se detecta entre los 8 y los 12 años.

El diagnóstico de diabetes en niños puede aparecer desde los seis meses o el año de vida, aunque la mayoría de los casos se detecta entre los 8 y los 12 años.

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En la actualidad, los avances tecnológicos mejoraron notablemente la calidad de vida. Las antiguas jeringas y tiras reactivas cedieron paso a insulinas más simples de administrar, bombas que funcionan como pequeños parches subcutáneos y sensores que envían los valores de glucosa al celular en tiempo real. Aunque la insulina sigue siendo aplicada de forma subcutánea, los dispositivos actuales facilitan el proceso y reducen la carga del tratamiento.

La especialista aclara que los dulces no están prohibidos para siempre. Con orden, conocimiento y ajuste de insulina, los chicos pueden incorporarlos de manera ocasional, sin ocultar ni demonizar alimentos, pero evitando bebidas azucaradas y ultraprocesados que no aportan valor nutricional.

Los síntomas que requieren actuar rápido para evitar complicaciones

Detectar la diabetes pediátrica a tiempo cambia el pronóstico. Según García, los síntomas que deben llamar la atención son claros: pérdida de peso inesperada, sed intensa que lleva al chico a beber mucho más de lo habitual y la necesidad de orinar con frecuencia, incluso de noche, a veces volviendo a mojar la cama después de haber logrado el control esfinteriano.

El cansancio también puede aparecer. Muchas veces estos signos se interpretan de manera errónea como cuestiones psicológicas o simples cambios de hábito, cuando en realidad responden a la hiperglucemia. Un análisis de sangre u orina basta para confirmar el diagnóstico. El objetivo es evitar que el debut ocurra en forma de cetoacidosis, una complicación grave que aún afecta a la mitad de los casos pediátricos.

El interés por el diagnóstico precoz está impulsando un cambio de paradigma: en algunos países ya existen programas de screening mediante anticuerpos para detectar la enfermedad antes de los primeros síntomas. En Argentina, se evalúa aplicarlo a familiares de personas con diabetes tipo 1, ya que identificarla temprano permite iniciar el tratamiento antes de llegar a una descompensación severa.

El rol insustituible de la familia: acompañar sin sobreproteger

La especialista enfatiza que el pronóstico del niño depende en gran medida del entorno. Una familia informada, presente y capaz de acompañar sin delegar toda la responsabilidad en el chico marca una diferencia profunda. También menciona que, por desconocimiento, muchos niños se sienten juzgados cuando comen algo dulce, y eso no ayuda.

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Los dulces no están prohibidos para siempre. Con orden, conocimiento y ajuste de insulina, los chicos pueden incorporarlos de manera ocasional, sin ocultar ni demonizar alimentos.

Los dulces no están prohibidos para siempre. Con orden, conocimiento y ajuste de insulina, los chicos pueden incorporarlos de manera ocasional, sin ocultar ni demonizar alimentos.

La empatía social es clave para que no se sientan señalados ni excluidos. “La diabetes no es una enfermedad incapacitante —recalca García—. Es una condición que requiere tratamiento y educación, pero permite proyectar una vida plena”.

La obesidad infantil también ingresa en la conversación. Aunque la diabetes tipo 1 no se relaciona con hábitos previos, la pediatra confirma que están aumentando los casos de diabetes tipo 2 en chicos de 8, 10 o 12 años, algo que antes se veía casi exclusivamente en adultos. Por eso también pide estar atentos a los factores de riesgo y fomentar hábitos saludables desde la primera infancia.

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