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La experiencia de una cooperativa de cartoneros de Rosario que recolecta residuos reciclables puerta por puerta

La Cooperativa de Trabajo Cartoneros Unidos forma parte de una prueba piloto de la Municipalidad de Rosario para recoger residuos domiciliarios y comerciales que se pueden reciclar.

Suena el timbre. A través del vidrio de la puerta de calle se perfila la figura de una mujer con vestimenta azul y franjas color verde flúor. Quizás sea de los recolectores que pasan vendiendo bolsas de residuos. No. Es Marisol, la promotora ambiental. Efectivamente, está vestida con ropa de trabajo que lleva las franjas de seguridad refractarias imprescindibles para quienes desarrollan su labor en el mismo espacio que el tránsito vehicular y el logo de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores. La acompañan y esperan dos varones con la misma indumentaria a cada lado de la calle, parados juntos a dos enormes bolsones –al estilo de los corralones de construcción que entregan arena y piedra– que también llevan estampado el logo de la Federación y están montados sobre una estructura metálica rodante que facilita el empuje desde atrás. Cuando el dueño de casa les entrega el recipiente en el que durante los últimos siete días la familia acumuló una considerable cantidad de residuos reciclables secos –cartones, papeles, botellas, telgopor, entre otros– el recolector vuelca el contenido dentro del bolsón gigante que ya está a medio llenar, devuelve el recipiente vacío y entonces el trío se despide. “Hasta el martes que viene”, dice con una sonrisa Marisol. Todo transcurrió en un minuto y así se repite cada semana.

Marisol y los dos recicladores pertenecen a la Cooperativa de Trabajo Cartoneros Unidos, que desde 2019 es parte de una prueba piloto que la Municipalidad de Rosario accedió a hacer como parte de distintos mecanismos para recoger residuos domiciliarios y comerciales que se pueden reciclar. La cooperativa recorre barrio Industrial y en el último mes cruzó la avenida Albert Sabin y ahora toca timbres casa por casa en Arroyito, donde promotoras como Marisol se presentan, explican el motivo de la visita, la modalidad de recolección, los días y horarios aproximados, entregan folletería e invitan a recolectar materiales secos reciclables, en el caso de que no lo estuviesen haciendo.

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Lo que juntan los recolectores a lo largo de las jornadas de trabajo es transportado con un camión propio de la cooperativa y entregado en la planta de reciclaje de la Municipalidad de Rosario. Para la cooperativa no es lo ideal: quisiera tener un galpón donde poder “agregar valor”. Es decir, concentrar en un lugar lo recolectado, separarlo y, con un mínimo de equipamiento mecánico, enfardar, triturar o moler según el material, para entregar con algún nivel de procesamiento al comprador. Eso les permitiría vender a mejor precio, captar la rentabilidad de parte de la cadena de reciclado y negociar el precio con los compradores.

El trabajo que hace la cooperativa puerta a puerta es una de las modalidades que la ciudad tiene en práctica, desde que hace más de una década se plantaron las semillas de un sistema de reciclaje a escala. En otras zonas, como el centro, macrocentro y grandes avenidas, la modalidad es a través de contenedores anaranjados, donde los vecinos depositan los reciclables y luego la concesionaria estatal Sumar los recolecta con los camiones. En barrios como Alberdi, los vecinos sacan la bolsa de reciclables un día a la semana frente a sus viviendas y una empresa los recoge.

Tampoco es la única experiencia. Hay otras cooperativas con pruebas piloto como en un sector de Fisherton, o el de la Cooperativa 1° de Mayo, que consiguió un lugar donde recibe materiales reciclados, los clasifica y revende.

El sistema puerta a puerta hecho por los históricos recolectores organizados que impulsa la Cooperativa Cartoneros Unidos es el que la Federación de Cartoneros acordó en CABA, donde además de los puntos verdes y las campanas verdes mecanizadas, los vecinos pueden entregar en mano el material a los Recuperadores Urbanos de su cuadra. El sistema está perfectamente aceitado: los vecinos tienen el teléfono del promotor ambiental y coordinan días y horarios de entrega, incluso en zonas donde hay edificios, que es la parte más compleja.

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Es el modelo que defiende Mónica Crespo, presidenta de la cooperativa cuya sede está en el límite entre los barrios industrial y Empalme Graneros de Rosario. Afirma que los recuperadores y las recuperadoras vienen realizando una tarea ambiental esencial para un planeta que “no da más” y que por eso hay que reconocerles ese trabajo y dignificarlo. El 22 de abril pasado la cooperativa se sumó a la marcha por el Día de la Tierra.

Mónica destaca el valor de que gente que está afuera del mercado laboral formal se organice para poder trabajar, aunque se enoja por la falta de comprensión de las autoridades y parte de la sociedad. Explica que muchos de los recolectores eran cartoneros que buscaban algún mango para la subsistencia, en barrios donde ni siquiera hay agua potable, no hay oportunidades y abundan los ranchos. Reconocer el trabajo de estas formas de organización y retribuirlas, afirma, es generar trabajo, reproducir valores, dar oportunidades. En la cooperativa misma hay historias individuales de carencias estructurales y jefas de hogar de extrema vulnerabilidad que hoy pueden mostrar que sacaron la cabeza del agua.

“La función que cumplimos es la de humanizar, y peleamos para que mucha de esta gente pueda tener luz y agua. Además planteamos que estamos brindando un servicio social, y que como tal hay debe ser reconocido”, afirma Crespo, quien en 2016 participó del III Encuentro de Movimientos Populares que se desarrolló en Roma y en el que tuvo la oportunidad de transmitirle al Papa Francisco la situación de los cartoneros y carreros de Argentina junto con recicladores de todo el mundo. “Ustedes saben recuperar fábricas de las bancarrotas, reciclar lo que otros tiran, crear puestos de trabajo, labrar la tierra, construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar sin descanso (…) Tal vez con su ejemplo y su insistencia, algunos Estados y organismos internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para acoger e integrar plenamente a todos”, les deseó el pontífice en aquella oportunidad.

Por eso Crespo reivindica que miles de excluidos del mercado formal de trabajo se hayan organizado a través de movimientos sociales y cooperativas. En el caso de Cartoneros Unidos, es parte de la Federación Nacional de Cartoneros, que a la vez integra la Confederación Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

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En esta organización –en 2019 obtuvo la personería social por parte del Estado– confluyen cartoneros, campesinos, artesanos, vendedores ambulantes, feriantes, trabajadores de programas sociales, motoqueros, cooperativistas, microemprendedores y obreros de empresas recuperadas, que con el tiempo (la mayoría desde la crisis de 2001), esfuerzo y muchas dificultades formaron movimientos, asociaciones civiles, cooperativas y otras formas de organización.

Desde hace dos años, junto con Somos Barrio de Pie, la CCC y el Frente Darío Santillán la CTEP conformó la UTEP, que es el sindicato que nuclea a todo este polo de trabajadores y que irrumpió como un actor de peso que interpela al Estado pero también a la Confederación General del Trabajo (CGT), que fruto los profundos cambios en el mercado laboral a causa de la exclusión del mercado formal y el crecimiento más acelerado de trabajadores monotributistas que de empleados en relación de dependencia, cada vez representa un universo más chico.

Sentada al fondo de la sede de la cooperativa que inició con su marido Carlos Mieres en 2001 ante la miseria de los cartoneros, Mónica Crespo muestra el trabajo de un grupo de seis cocineros y cocineras que a las 10 de la mañana empiezan a cortar verduras y hervir agua en ollas enormes.

Cuando comenzó la pandemia montaron un comedor para las familias de la barriada que viven de la economía informal y no podían salir a trabajar. Con la camioneta llevaban comida a quienes no podían acercarse a buscarla. Así fue, sospecha Mónica, que su marido se contagió del Covid-19 que lo mató dos días antes de que le llegara el turno para la primera dosis de la vacuna. Hoy cocinan tres veces por semana para unas 300 personas.

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Julieta Muchiut, militante de la cooperativa, pone las expectativas en lo que pueda ocurrir en el Concejo Municipal con el tratamiento de los pliegos de Higiene Urbana. La cooperativa busca una oportunidad de integrar a muchos más recolectores –cifras oficiales estiman unos 3 mil en toda la ciudad– y que el sistema puerta a puerta pueda expandirse en Rosario.

Las concesiones del servicio de higiene urbana vencen este año. Se trata del principal contrato de la ciudad, por un monto aproximado a los 6 mil millones anuales y que hoy está en manos de empresas privadas y una estatal.

La experiencia que viene realizando la cooperativa tiene aliados en el Concejo Municipal. Por ejemplo el bloque de Ciudad Futura, que hace años desarrolla experiencias de economía social e interactúa con la CTEP, ya avisó que si los pliegos no contemplan dos sistemas de recolección diferenciados, uno de secos y otro de húmedos, y en el primero tengan participación los cartoneros que hacen la recolección puerta a puerta, sus cuatro concejales no van a acompañar. “Desde el municipio dicen que no hay más subsidios para cartoneros, pero aceptan gastar miles de millones con las empresas para que entierren basura en cambio de darle lugar a estas experiencias que dan trabajo y preservan el medio ambiente”, cierra Juan Monteverde. Por el momento, en el gobierno de la ciudad no hay definiciones.

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