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Política Sergio Massa | Horacio Rodríguez Larreta | Alberto Fernández

Ni Alberto ni Cristina, el círculo rojo económico prefiere a Larreta o Massa

Entre Alberto y Cristina, la deriva natural en la coalición gobernante es Sergio Massa, que viene desmintiendo en los hechos todos los apodos acuñados hasta 2019. Ni traidor, ni ventajita, pero con una persistente obsesión por las Moncloas y la angosta pasarela del medio.

Contestemos de entrada la pregunta que cierra la bajada: dar internas para definir binomios presidenciales en 2023 no implica institucionalizar nada, puede llegarse a ese trance por la imposibilidad de sintetizar ideológica ni pragmáticamente nada, por efecto de la implosión de una herramienta de gobierno imperfecta, cuyas fracturas –desplegadas sobre un modelo económico y político que concentra sin derramar y anualiza una inflación de casi el 70%- atentan contra las chances electorales de cualquiera de sus candidatos potenciales (sean Alberto, Cristina, Massa, Kiciloff o quien fuera).

Otras cosas serían la conformación de una mesa política donde estén proporcional o igualitariamente representados todos los integrantes del FDT (un pedido de Cristina que Massa le transmitió al presidente y que fuera desestimado in limine), que ordene la gestión y las comunicaciones internas y externas y minimize –evitarlas es imposible- las chicanas impresas, las bravatas publicadas, la reproducción civilizada y actual de una vieja costumbre política: la de presionar para negociar en mejores condiciones tirando carpetas, definiciones pesadas o urnas llevas de votos en vez de gente sobre la mesa.

Hace un par de notas atrás decíamos que las diferencias entre los modos (¿los objetivos son los mismos?) de Alberto y Cristina, que reproducen sus principales funcionarios, bien podrían encontrar un modo “sui generis” y para nada institucional de convivir hasta 2023 y con chances de ganar en primera vuelta, porque con los números actuales la segunda se pierde sí o sí. Pero las fuentes consultadas para ésta nota aseguran que “si bien no es imposible que Alberto y Cristina vuelvan a reunirse alrededor de una mesa, es seguro que eso ocurrirá para definir cuestiones operativas, no relevos ministeriales ni cuestiones ideológicas, porque la relación entró en un terreno difícil, ya es personal”.

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Sergio Massa mantiene intactos los puentes de diálogo con Cristina Fernández de Kirchner.

Sergio Massa mantiene intactos los puentes de diálogo con Cristina Fernández de Kirchner.

Por ahora es Sergio Massa el que trata de evitar que la coyuntura no separe lo que el macrismo unió, va y viene, sutura, cose y borda, evalúa soluciones que no impliquen una reconciliación pública ni privada, pero que permitan sostener una gestión de gobierno transicional, capaz de exhibir un puñado de logros que sostengan sus legítimas ambiciones presidenciales.

Es probable que Massa sea uno de los pocos que conozca la pieza que no se adivina ni se filtra del rompecabezas del FDT, que no termina de armarse: cuáles fueron los términos del acuerdo originario entre Cristina y Alberto, de la palabra que la expresidenta le pide al actual que honre en los hechos.

Párrafo aparte para un dirigente político que ha recorrido un largo camino, la excepcional Biografía no autorizada de Diego Genoud y la infausta visita conjunta con Macri a Davos, cuando Prat Gay se ufanaba de haberlo traducido mal frente a un grupo de inversores globales. Massa es hoy –guste más o menos su estilo y sus ideas persistentes o su amistad indudable con Larreta y Morales- el referente político con llegada directa Alberto y Cristina que más trabaja para sostener un espacio que se resiste a darse por vencido a casi dos años de someterse al veredicto popular.

Se desmarca de definiciones contundentes sobre temas que rompen filas en el FDT, cuesta encontrar declaraciones publicadas sobre el acuerdo con el FMI, las herramientas para combatir la inflación (desacople por retenciones, fiscalización de precios acordados o pactos de caballeros), la responsabilidad empresarial en la fuga y evasión o el lawfare. No se aleja de la zona de disputa como la mayoría de los gobernadores peronistas –que proyectan su supervivencia política sin importar quién gane a nivel nacional- pero tampoco se mancha o lastima.

Declara poco y rosquea mucho, en un contexto en el que ya se largaron no menos de seis precandidatos (Macri, Larreta, Morales, Milei, Vidal y recientemente Alberto) juega sin pausa ni prisa porque la crisis del FDT no lo permite y sabe que aún tiene tiempo. Desde 2020 posee un equipo de asesores, casi un gabinete, con el que resuelve apremios de coyuntura pero planifica para suceder al gobierno del que forma parte.

Insert sobre la candidatura de Alberto en forma de pregunta: ¿si usted fuera presidente y un periodista le consulta públicamente si se siente con ganas y chances de revalidar, ustedes qué contestarían? Alberto no contestó sino lo único que podía contestar a mitad de mandato, a riesgo de convertirse en un ex presidente en ejercicio. No hubo lanzamiento ni nada por el estilo. De hecho ya se activó la Fe de Erratas o algo así.

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Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es otro candidato con buena llegada el establishment económico.

Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es otro candidato con buena llegada el establishment económico.

Un exconsultor de Sergio Massa nos confiaba que “contra lo que muchos creen Sergio siente una gran admiración por Cristina, por su temple y por su capacidad de conducción aunque conduzca sólo a un parte del peronismo; muchas veces le dijimos que lo hiciese explícito, que perdía más electores peronistas que los que ganaba por no hacerlo, pero nunca hizo caso”.

La autocrítica la hizo en acto y hoy trabaja para ser el sucesor natural de un Alberto que es víctima de su enojo con la vicepresidenta (creyendo erróneamente que si lo hubiese acompañado sin chistar, si hubiese anestesiado a La Cámpora, los resultados de su gestión serían mejores) y de una Cristina que -como en 2017- preferiría un relevo verdaderamente competitivo y que retenga los votos que la mantienen vigente, antes que volver a presentarse. “Ungió a Alberto y no funcionó, ¿porqué alguien confiaría si señala a Massa? Menos los kirchneristas que no lo quieren o desconfían permanentemente de Sergio. Tiene que hacerse de otro modo, con ella operando como armadora, pero afuera de todo”.

Aceptable pero remanido, es como en 2019 cuando todos (Massa incluido) le pedían que no integre la fórmula. Algo así como “que nos deje los votos y se vaya a Calafate, que se dedique a las flores y los nietos”. No es justo ni posible, los cuatro años de connivencia con el macrismo (como los 12 con el socialismo en Santa Fe) generaron un peronismo no kirchnerista sin volumen ni proyecto de poder, ambiciosos sobran, cuadros y candidatos no. Y aunque Roberto Navarro y otros interlocutores habituales de la expresidente lo nieguen, Cristina acusa el desgaste y la decepción, evalúa las opciones para no presentarse como candidata, aunque ningún candidato del Frente que creó tenga los 30 puntos de piso que ella posee en PBA.

Y una de esas opciones –sin descartar las las de su propio espacio- es “contribuir” a facilitar la deriva hacia Sergio Massa, “el dirigente que más se preparó para gobernar” según el presidente, el que aprendió en 2015 “que los votos no son de nadie” (excepto de Cristina), el que sabe que con 50 años aún tiene margen para fallar, pero que no se lo permitiría.

La política y el Grupo Argentina Mejor (GAM)

Luego de la derrota de 2021 y para enfrentar el doble desafío de sostener un proyecto político fracturado por arriba y por abajo y darse una estrategia nacional de cara a 2023, un puñado de gobernadores peronistas y dirigentes que fueron ministros de Cristina, con o sin cargos pero que acuerdan con Alberto que “la presidencia no es colegiada”, han comenzado a tejer una red de contención que compense lo que algunos consideran “un desmarque destituyente” y detenga la caída en imagen del presidente.

Muchas veces se enredan en fórmulas inviables como “Alberto es el presidente y Cristina es la conductora” o “el presidente está para la táctica y ella para la estrategia”, aportan algunas ideas y en el afán de juntar todo lo que se pueda arriman a enemigos manifiestos de la vicepresidenta, que como Florencio Randazzo (¿Qué sigue? ¿Bossio? ¿Camaño?) aún milita el Frente CMC (Cualquiera Menos Cristina).

Y todo esto mientras –como ya publicamos hace algún tiempo- hay un sector fuertemente organizado, sin grandes conflictos ideológicos ni de cohesión interna (o por lo menos no irresolubles y mucho menos estampados en los titulares de los diarios), que planifican no sólo el relevo generacional que garantice sus posiciones de privilegio, sino al país ajustado a sus modelos de negocios y para los próximos 20 o 30 años.

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Todavía es una incógnita cuál será la estrategia política de Cristina Fernández de Kirchner para las elecciones del año que viene.

Todavía es una incógnita cuál será la estrategia política de Cristina Fernández de Kirchner para las elecciones del año que viene.

No hablamos de Juntos x el Cambio sino de quienes los financian, de los que nos prestan el país para vivir como argentinos y conforman el cúmulo apellidos que creen que la política, los presidentes (Macri incluido), deberían limitarse a garantizar una gobernabilidad que les asegure un reparto de la riqueza “sixty & forty”, a favor del capital y sin conflictos sociales ni aspiracionales, porque como todos sabemos lucha la lucha de clases que propone el capitalismo en casi todas sus versiones es entre dos: la de los que consumen (incluso poco y segundas marcas) y la de los que no.

Representan el 0,1% de la población, unas 11 familias o 20 conglomerados empresariales, muchos de los cuales se enriquecieron como nunca durante la pandemia, tal como expuso CEPA (Centro de Estudios de la Política Argentina) en un excelente trabajo, gran aporte al “Observatorio de la Riqueza”.

Son los apellidos del círculo rojo, los hijos de los padres y tíos fundadores, reunidos en el Grupo Argentina Mejor (GAM), dominan los sectores más rentables de la economía y sus fortunas reunidas pagan varias veces la deuda externa. “Podés pensar que viven en un cuadro, pero ellos van a manejar la Argentina los próximos 40 años y con una visión estratégica consolidada”, aseguraba un empresario vinculado, ya exceden al círculo católico del primer impulso (muchos de ellos se graduaron en la Universidad Austral que financia el Opus Dei) y admiten integrantes como Alejandro y Daniel Elzstain (hijos del mayor latifundista urbano y rural del país), se reúnen regularmente, debates en comisiones y dicen tener mejor escucha y cintura política que sus mentores, los fundadores de un linaje que -al hilo de la Fundación Civilidad donde milita Patricio Bulgheroni- se jacta de “promover un enfoque diferente del gobierno, la administración y el desarrollo”; pero no de sus empresas sino del país, o de las dos cosas que para ellos vienen a ser prácticamente lo mismo. Para el “cargo menor” no quieren a Macri, le ponen a Milei, se sientan a dialogar afablemente con Massa y prefieren a Larreta.

Fue el mismísimo Daniel Elzstain el que recientemente le confió a Forbes Argentina que “al país le hacen falta reglas claras, tres o cuatro presidentes que mantengan el mismo proyecto”, el que acuerden con ellos, que tienen las directrices estudiadas, escritas y publicadas.

Nosotros armando y desarmando para intentar durar más de cuatro años y ellos proyectando el país realmente existente mientras ven pasar gobiernos electivos sobre la cinta transportadora de la historia. Nos llevan mucha ventaja.