Ya expusimos las cifras principales y vamos a volver a los datos duros para hacer otras cuentas. Pero comencemos por un memorable pasaje actoral del candidato de la revancha ideológica, Javier Milei, que la industria del meme (la única que trabaja al 120% de su capacidad instalada) convirtió en un jocoso best seller.
Ahí están Viale (hijo) y el candidato que The Economist calificó como “un peligro para la democracia”. Se pasean compinches y divertidos frente a un organigrama gigante, van a replicar un video del candidato que arrasó en las redes y los medios tradicionales.
Milei le pide al periodista que lo ayude a reformar el Estado, ese “gigante bobo y repleto de vagos e incapaces”. También lo piropea (“sos un licenciado en Ciencias Políticas de los buenos”).
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El organigrama es lo que en la jerga se denomina “raviolada”, es decir el esquema de ministerios, secretarías, subsecretarías, pero el neolibertario que considera al Estado como “la fuente de la decadencia argentina” tacha de arriba hacia abajo lo que antes había arrancado y revoleado por el aire; es decir que suprime toda la línea para regocijo de ambos, dos exponentes actuales de una hegemonía cultural arrasadora que se inició con la prédica antiestatista o estadofóbica de la dictadura.
Luego vinieron el menemismo y los 90, que tuvieron como mayor exponente en la cultura de masas un skecht de “El Mundo de Antonio Gasalla” en el que Flora y González inmortalizaron a dos empleadas públicas cholulas, brutas, ordinarias, gritonas y finalmente entregadas a la “vagancia socialmente paga”. Cuando los usuarios les reclamaban menos mate cocido y cotorreo de oficina y más eficiencia, Flora los empujaba al grito de “¡atráaaas, atrás!”.
Eso pasó hace años, pero seguro que todos vieron el video en el que el motosierrista que quiere ser presidente arranca papelitos al grito de “¡afueraaa!”. Si lo reproducen de adelante hacia atrás (como los discos con mensajes satánicos), si afinan el oído, captarán que cuando despega la etiqueta que dice “Ministerio de Cultura” se oyen una multitud de gritos, un coro de unos 4.000 espantados que, si afinan la vista, se desparraman manoteando el aire sin suerte.
Cuando arranca el Ministerio de Desarrollo Social, gritan y vuelan 5.700, 7.000 se precipitan con el revoleo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y otres 1.246 cuando lo que vuela es el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad.
Si el libertario despedaza el Estado con su motosierra china Toyama (demostrando lo inútil de sus prejuicios ideológicos) y elimina los 11 ministerios del video (los mencionados además de Obras Públicas; Transporte; Ambiente y Desarrollo; Ciencia, Tecnología e Innovación; Turismo y Deportes; Salud y Educación) y a eso se agregan organismos descentralizados y empresas públicas (Aerolíneas, Correo, Banco Nación, Operadora Ferroviaria y medios públicos), el número de afectades ascendería a más de 210.000 trabajadores.
A ver si se capta el detalle: Milei (también Melconián, que tiene el mismo plan pero hasta el momento no presenta sus herramientas de corte) sabe perfectamente que las estructuras están llenas de gente y que no hay chiste si previamente no se deshumaniza a quienes caerán al piso, al desempleo, a la miseria.
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Si la ofensiva cultural de la dictadura cívico-militar no hubiese funcionado con éxito, si la compacta mayoría de les argentines no hubiese asociado “naturalmente” militante-zurdo-asesino/delincuente-amenaza social, la persecución y desaparición de decenas de miles hubiese sido un problema moral y ético insalvable, acaso insoportable.
La naturalidad y hasta el festejo que supone desarmar estructuras repletas de argentines sólo es posible si la asociación estatales-vagos-inoperantes-caros-descartables, se impone masiva y exitosamente.
Durante los últimos días y tocado por los resultados de los focus que lo alimentan (no por un arranque humanista y misericorde), Milei corrige y promete respetar “a los empleados de carrera” y reubicarlos, para meterse de lleno con la alta dirección pública y la conducción política. Si no, se crean más cargos: unos 4.000 para las estructuras del Estado Nacional.
Los tuyos, los míos, los de todos y los de nadie
Según datos actualizados de la Secretaría de Gestión y Empleo Público, del total de empleados públicos, unos 3,5 millones de personas, el 38%, están en la Gestión Administrativa, el 31% en Educación, el 18% en Salud y el 13% en Seguridad.
De todos ellos, el 80% dependen de provincias y municipios y sólo el 20% pertenecen a la burocracia nacional.
Es decir que, para reducirlos drásticamente, no alcanza con dinamitar estructuras nacionales, habría que contar con el aporte ajustador de las provincias, aprovechado la única coincidencia que atraviesa toda la oferta electoral (precisamente la de ajustar, más o menos, por convicción o compromisos heredados).
Los que fuimos, como trabajadores y cronistas, testigos de la purga ideológica macrista, sabemos que –además de la cifra de desplazados, unos 41.000 trabajadores– ese proceso no se hizo sin colaboración social, sin una “inteligencia” que convirtió departamentos de recursos humanos y calls centers estatales en fisgones de cuentas de Facebook, Instagram y Twitter para captar kirchneristas, troskos y otras especies, que por supuesto incluyó listas de prescindibles organizadas por repartición (“No hay más kirchneristas? Bueno…me faltarían unos 120 para cumplir con el Excel”) y también seguridad privada en los edificios para garantizar que la “grasa militante” no se resistiera, ni dañara máquinas o mobiliario.
No fue un espectáculo agradable. La angustia y la desesperación ajena nunca lo son, a menos que los hayas deshumanizado antes, que se queden numerosamente solos y nadie los acoja por rechazo o miedo al contagio.
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Existe una categoría clínica con derecho a voto que explica a quiénes son capaces de disfrutar (gozar, en términos lacanianos) con la angustia ajena, minimizando o desestimando diques pulsionales como la vergüenza, el pudor, la compasión y toda moral: perversión. Nada grave, bien tratados son recuperables.
Pero volviendo a las características del empleo público y la magnitud del ajuste prometido, volvamos sobre una nota que publicáramos bajo el título “Debates 2023: el empleo público santafesino no es ni mucho ni caro”.
Allí decíamos que el costo de la burocracia estatal santafesina (sensiblemente más bajo producto del deterioro salarial) posee “un componente duro” pues los servicios esenciales –seguridad, salud y educación– representan un 60% de los empleos, que laboran para establecer un piso de derechos que el mercado no garantiza para todos.
¿Pueden fallar? Por supuesto, no sólo importan la cantidad sino la calidad de los servicios prestados, y si hay funcionarios y agentes que no funcionan, la solución –antes de podar, recortar, descartar– bien podría ser calificar, reasignar e incluso ampliar la cantidad, según sea el diagnóstico y no el prejuicio.
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Un ejemplo actual y concreto, también mencionado en esa nota. Además de incrementar en más de 30.000 la planta de trabajadores recibida de la administración de Jorge Obeid (y 3.000 cargos políticos más), el socialismo le dejó a Omar Perotti miles de trabajadores precarizades en áreas tales como Salud, Educación, Cultura y Desarrollo Social.
Sin esos 8.118 agentes la gestión estatal resulta impensable y tarde pero finalmente, el gobierno recientemente derrotado los está incorporando a una categoría que la OIT define como “trabajo decente”, es decir en planta.
Muches de elles hace más de una década trabajan sin vacaciones pagas, aportes jubilatorios, seguro de riesgos laborales, derecho pleno a afiliación gremial ni aguinaldo.
Es cierto, como el 45% de informales que hoy componen la mano de obra en el país, pero ¿cuál es la promesa electoral? ¿Cuál el horizonte utópico? ¿Será cierto que les argentines nos convertimos en egoístas de escala superior, en gentes que no votan para tener más, sino para que otres tengan menos o nada?
Ninguna de las empresas y profesionales que venden encuestas como una etapa superior de la astrología lo han medido hasta ahora. No nos queda otra, a nosotros y a los estatales, que esperar un mes para saberlo.
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