La Argentina vivió ayer un hecho histórico. Una sociedad agobiada premió con un aluvión de votos a un dirigente que, con apenas dos años de carrera política y un discurso antisistema, infligió la derrota más contundente al aparato peronista-kirchnerista desde que llegó al poder hace dos décadas. Javier Milei, de él se trata, afrontará desde su asunción, el 10 de diciembre próximo, un desafío todavía mayor: garantizar gobernabilidad en un país quebrado social, política y económicamente y subsistir cuatro años en el poder frente a un Congreso adverso, sin gobernadores que le respondan directamente y un Poder Judicial que, por ahora, se muestra distante y receloso del flamante primer mandatario electo.
A 40 años de la recuperación de la democracia, Milei protagonizó el salto al poder más extraordinario desde 1983: le sacó casi 12 puntos de ventaja a un gobierno que, pese a haber hecho uso y abuso de los recursos del Estado para inclinar la cancha a su favor, perdió en 21 de las 24 provincias. Asumirá un presidente fortalecido por el respaldo popular, pero también el presidente parlamentariamente más frágil desde la restauración democrática. Nunca desde 1983 hubo un presidente con solo 39 diputados y ocho senadores, menos del 20% de la Cámara de Diputados y poco más del 10% del Senado. Las negociaciones y los acuerdos serán obligatorios y permanentes.
En el entorno del líder libertario son conscientes de las enormes dificultades por venir. El nuevo gobierno, admiten, deberá dar señales claras de mejora económica en un plazo no mayor de tres meses para generar confianza, calmar las expectativas y neutralizar los eventuales embates del peronismo más combativo. Solo así, sostienen, podrían vencer resistencias dentro de las dos coaliciones derrotadas en estas elecciones, Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, primer paso para tejer un nuevo entramado con aliados opositores que le permita gobernar.
En la Cámara de Diputados, el bloque libertario contará con 39 legisladores; en el Senado, su tropa no excederá los 7 representantes. Un eventual cogobierno con el ala dura de Pro, encarnada en Mauricio Macri y Patricia Bullrich, permitirá ampliar esta exigua base de representación en ambas cámaras, pero aun así este nuevo espacio de centroderecha que alumbrará con la renovación parlamentaria seguirá muy distante del quorum.
Remontar este déficit numérico en el Congreso será difícil, aunque no imposible. Para ello, Milei deberá despojarse del traje de candidato anticasta que le permitió alcanzar la presidencia y, en una mutación de 180 grados, dé muestras de diálogo con aquellas fuerzas de centroizquierda a las que maltrató durante la campaña y que ahora necesitará para gobernar.
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Frente a este panorama tan hostil, a los primeros que buscarán los libertarios será a Juntos por el Cambio, coalición que estará representada por 10 gobernadores, 24 senadores y 93 diputados. Ya lo anticipó Francos. “Serán los primeros con los que tenemos que hablar para plantearles las propuestas y buscar acuerdos y consensos para llevar adelante”, sostuvo.
Descontado el apoyo del núcleo duro de Pro, el desafío será atraer a los restantes socios de JxC. La UCR se dividirá: los gobernadores Alfredo Cornejo (Mendoza), Gustavo Valdés (Corrientes), Leandro Zdero (Chaco) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y sus huestes en el Congreso se mostrarán más colaborativos que el sector que lideran el jujeño Gerardo Morales y el senador Martín Lousteau. El cisma quedará al desnudo en los próximos días, cuando se renueven las autoridades del partido.
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Más allá de las divisiones, no habrá por parte de la UCR cheques en blanco. “Nuestro papel será el de oposición responsable, esa es la función para la que nos votaron”, repiten los correligionarios como un mantra. El apoyo variará según sea la ley que se trate. Nada de incondicionalidades.
Los ocho gobernadores peronistas también se mostrarán cautos antes de entregar sin más a sus legisladores. Si bien el bonaerense Axel Kicillof quedó debilitado por la mediocre performance del oficialismo en el territorio, Buenos Aires se erigirá después de diciembre como el bastión de resistencia del kirchnerismo. Los libertarios no dramatizan; saben que no hay mejor disciplinador que un ajuste en los giros discrecionales. En simultáneo, ensayarán un operativo de seducción a los intendentes peronistas que, pragmáticos, saben acomodarse rápido cerca del fuego del poder.
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