Hace cinco años, Omar Perotti cumplió con una de las principales propuestas de la campaña que lo llevó a la gobernación en 2019: el Boleto Educativo Gratuito (BEG), un programa que muchos consideraban imposible y que fue tan exitoso que la gestión actual lo mantuvo. Además, por iniciativa del exgobernador, hoy el programa está consolidado por ley y quedó fuera del alcance de un decreto que pudiera eliminarlo.
Actualmente, alrededor de 300 mil santafesinos y santafesinas, estudiantes, docentes y asistentes escolares de todos los niveles viajan para realizar sus tareas gracias a ese derecho conquistado. Detrás de cada uno de esos viajes hay algo más que un boleto: hay una oportunidad, un sueño en movimiento, una vida que sigue aprendiendo.
Durante muchos años, viajé todas las semanas desde Santa Fe a San Justo para visitar a mi familia. El recuerdo mío, como el que seguramente tienen miles de personas que transitaban las rutas de nuestra provincia, es el de las maestras y maestros haciendo dedo para poder llegar o volver de sus trabajos. Gracias al BEG, eso ya es parte del pasado.
Ese movimiento cotidiano tiene múltiples dimensiones. En muchos casos, implica la diferencia entre estudiar o no. Así de sencillo. Pensemos un segundo en lo que significa para una familia que vive lejos de los grandes centros urbanos, en la que uno de sus integrantes debe viajar todos los días por ejemplo, desde Ceres a Rafaela para cursar; o en los profesores que dan clases en dos escuelas rurales; o en los asistentes escolares que ya no tienen que elegir entre pagar el colectivo o llenar la heladera. Ahí está el verdadero impacto del Estado: en esos kilómetros recorridos que hacen posible el futuro.
El Boleto Educativo Gratuito también representa salario indirecto, ya que los casi 300 mil estudiantes, docentes y asistentes escolares no deben cubrir el gasto en transporte para realizar sus tareas. Cada pasaje gratuito es dinero que vuelve a la economía local: en alimentos, útiles, alquileres o consumo. Esa rueda virtuosa impulsa a toda la provincia, porque cuando la educación se expande, la economía también respira.
boleto educativo2.jpg
El Boleto Educativo Gratuito está plasmado en una ley.
Aire Digital
En la misma lógica nació Billetera Santa Fe, otra política pública saludable, lamentablemente discontinuada por el actual gobierno. Ese programa se convirtió en uno de los motores de la reactivación pospandemia en nuestra provincia, y su eficacia se comprobó en los cientos de miles de usuarios y comercios adheridos. Hoy, con un desplome rotundo del consumo y las ventas en supermercados, verificado en estadísticas oficiales, su ausencia se hace sentir.
Estamos viviendo una etapa en la que se discute incluso la necesidad misma del Estado. Tanto el BEG como BSF son pruebas concretas de que una intervención pública virtuosa mejora, en términos muy concretos, la vida cotidiana de la gente. Y son también la demostración palmaria de que la acción estatal puede ser transparente, sin intermediarios y con recursos que llegan plenamente a sus destinatarios. Todo es perfectible, desde ya, pero de ningún modo descartable.
Eso no implica, de ninguna manera, que el gasto público deba descontrolarse. Con errores y aciertos, durante nuestro gobierno se desplegó una fuerte inversión pública sin desequilibrar las cuentas. Así, por ejemplo, entre 2019 y 2023, las tarifas de luz y agua nunca se actualizaron por encima de la evolución de los salarios, con el mismo objetivo que el Boleto Educativo Gratuito y Billetera Santa Fe: aliviar la economía familiar, promover el consumo y dinamizar la economía real. Todo se hizo, además, en un contexto signado por las restricciones sanitarias, la inflación desbordada y una oposición obstruccionista.
Hoy, cuando muchos intentan convencernos de que el Estado sobra, de que “cada uno se salve como pueda”, vale sostener lo siguiente: el Estado que necesitamos es el que se reinventa, con herramientas acordes a los tiempos que vivimos; el que usa la tecnología para estar más cerca, para hacer más fácil lo que antes era un laberinto. Porque si el Estado se retira, no queda libertad: queda abandono. Y si el Estado está, lo que florece es el acceso a nuestros derechos, en igualdad y con esperanza.
Como suele decir Omar Perotti: “Un Estado elefantiásico asfixia a las fuerzas productivas, pero sin Estado somos una sociedad a la deriva”. Y en Santa Fe ya demostramos que el Estado puede ser eficiente, transparente y profundamente humano. Que cuando decide estar, transforma vidas. Un Estado que no se encierra en los escritorios, sino que viaja todos los días en un colectivo lleno de estudiantes, docentes y sueños.