El “jogo do bicho” es la lotería ilegal más grande del mundo. Surgió en Río de Janeiro en 1822, y fue manejado por la familia Drummond por casi un siglo, hasta que el Primer Comando Capital (PCC), una de las organizaciones criminales más grandes de América latina, vio que allí había un negocio millonario.
A otra escala menor en Rosario, Los Monos vieron en el empresario Leonardo Peiti la clave para meterse en este negocio ilícito, que este hombre heredó de su padre Roberto, quien controló desde hace casi medio siglo, como ocurrió en Santa Fe hacia el norte con el legendario José “Pajarito” Rossi, quien fue detenido en noviembre pasado en la capital provincial tras 20 allanamientos que se concretaron también en Reconquista y Avellaneda.
A diferencia de Peiti, quien “modernizó” el clásico negocio del juego, Pajarito siempre desconfió de las “maquinitas”, los tragamonedas, y se mantuvo fiel a la tradición de levantar quiniela clandestina. Un exjefe policial explicó a Aire Digital que Pajarito hizo una fortuna cuando apareció el Quini 6 en 1988.
Ese juego que parecía que iba a derrumbar la quiniela ilegal terminó siendo el negocio más redituable en tiempos en que la tecnología aún no había llegado a ese negocio. “Pajarito hizo algo muy simple pero riesgoso. Como el Quini 6 -que en ese momento era con 30 números- era muy difícil de ganar, no pasaba las boletas que levantaba a la Lotería. Hizo fortunas con esta simple maniobra”, recordó.
Desde hace más de un siglo el juego clandestino fue un ilícito “benigno” en el sistema, que no generaba ningún trastorno a nivel de generación de violencia, como ocurre con otros delitos como el narcotráfico, y servía para abastecer las cajas negras de la policía y la política.
“Era como una especie de caja previsional de la policía”, sostuvo un ex jefe de Unidad Regional de Rosario. Esa recaudación ilegal subía en la pirámide que ordenó históricamente esta “caja”, en forma similar que lo que se obtenía de otro negocio antiguo como era la prostitución.
El juego ilegal en la Argentina fue tipificado como delito por la Ley 27.346 que establece que serán reprimidos con prisión de 3 a 6 años quienes explotaren, administraren u operaren la captación de juegos de azar sin contar con la pertinente autorización del órgano regulador.
En 2016, el juego ilegal manejaba en la provincia de Buenos Aires 50.000 millones de pesos al año, según calculó un informe de la Universidad Católica Argentina. No hay cálculos de lo que este negocio oscuro puede manejar en Santa Fe, pero en base a estas estimaciones se podría advertir que superaría los 10.000 millones de pesos.
La capacidad de este negocio para recaudar dinero es la clave para entender por qué la banda de los Monos, una especie de gerenciador de la mafia en permanente expansión, se metió en este sector de la mano de Leonardo Peiti.
La capacidad de este negocio para recaudar dinero es la clave para entender por qué la banda de los Monos, una especie de gerenciador de la mafia en permanente expansión, se metió en este sector de la mano de Leonardo Peiti, un empresario que se movía, según la investigación judicial, en el plano legal e ilegal del juego, y era extorsionado por la banda de Los Monos desde el 1º de julio de 2019, cuando esa organización baleó un edificio de Peiti en Servando Bayo al 1100, donde dos jóvenes en moto dispararon once veces y dejaron un mensaje pintado en la pared: "Leo pagá".
400.000 mil dólares a cambio de protección
Ariel Cantero, a través de Maximiliano Díaz, alias Cachete, le exigió a ese supuesto capitalista del juego el pago de US$ 400.000 a cambio de proteger su vida. Peiti decidió ceder y asociarse con Los Monos, a los que les cedió el manejo de casinos ilegales de máquinas tragamonedas, algo que durante la cuarentena creció de manera vertiginosa por el cierre del Casino City Center.
Peiti se asoció con esta banda narcocriminal y le pagaba desde diciembre de 2018 una coima mensual de 5000 dólares a los fiscales Gustavo Ponce Asahad y a su jefe Patricio Serjal a cambio de que le pasaran información sobre posibles investigaciones en su contra y para que desviaran esas pesquisas.
Ese empresario maneja la concesión -según su abogado Angelo Rossini- del hotel Sasso en Mar del Plata, que es propiedad del sindicato Gastronómico de Luis Barrionuevo, y en otras provincias, como Formosa, Misiones y también en Paraguay.
Peiti posee varias empresas con las que se dedica a este rubro, como detectó LA NACION, entre las que se encuentran Discovery SRL, Wildar Gaming, EstaciónNorte y Southgame, entre otras.
El ataque al casino de Rosario
El hecho que reúne a todos los protagonistas es el ataque al casino City Center en enero pasado, perpetrado por Los Monos, donde fue asesinado el gerente del Banco Nación de Las Parejas Enrique Encino. En la investigación nunca terminó de quedar claro, cuál fue el móvil del ataque al casino. “Lo que presumimos era que se había cortado una relación. No sabemos con quién del casino, aunque presumimos que podría ser con gente que maneja la seguridad”, señaló un fiscal de la causa.
Los investigadores sospechan que los Cantero tienen un acuerdo histórico de “protección” con ese lugar, que va desde la época en que se construyó la sala más grande de Sudamérica en una villa, que manejaban el clan narco, que intercedió para que mudaran a la gente a otras zonas del sudoeste de Rosario. Todo se hizo sin ninguna tensión.
Hay un viejo antecedente que revela la relación entre los Cantero y el casino. Es una declaración que hizo en la justicia Silvana, la pareja de Ramón Machuca, alias Monchi, hermanastro de Guille, en otra causa, la que investigó el crimen de Walter Cáceres, un chico de 14 años, que murió en un ataque a balazos a la barra de Newell’s en la autopista Rosario-Buenos Aires, a principios de 2010.
“Dice que su marido es Ramón Machuca, quien compró el auto y lo puso a nombre de la dicente. Que el automóvil fue adquirido, pues su marido, que trabajaba en el Casino, tuvo dos accidentes laborales de los que resultó indemnizado, y con ese dinero compró el Bora y que aquél se dedica a la compra y venta de autos y tiene una tienda con su hermana en calle Juan José Paso al 2200. Que a Ariel Máximo Cantero lo conoce del barrio. Que no le ha prestado el auto y no cree que su marido lo haya hecho”, declaró la mujer.
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