La historia en torno al crimen del policía César Carmona, que de acuerdo a la autopsia murió de ocho disparos tras ser ejecutado el jueves frente a la sede de la Agencia de Investigación Criminal de Rosario, encierra una trama espesa.
Sobre todo por quiénes son los sicarios que habrían participado del asesinato, según la pista más fuerte que surgió a partir de que se detectaran huellas dactilares en el Citroen C3 que los asesinos abandonaron tras matar al policía de 50 años.
Agentes de la AIC realizaron el viernes 17 allanamientos en busca de tres sospechosos, que no lograron ser detenidos. Lo llamativo de esta trama recae en quiénes son los supuestos apuntados como los autores materiales de un crimen, cuyo móvil aún no está del todo claro, pero que generó una profunda conmoción en la policía y una fuerte preocupación en el ámbito judicial y político, porque –como advirtió un magistrado- marca el inicio de un nuevo capítulo en el proceso de la violencia que supura de los grupos criminales.
Uno de los supuestos autores materiales del homicidio de Carmona sería Agustín Alfredo Almirón, un joven que estaba siendo buscado por otro crimen que provocó un fuerte impacto político, como se trató el asesinato del dirigente del gremio de UATRE en Colón, provincia de Buenos Aires, Mauricio Cordara, que fue ejecutado el 18 de noviembre pasado en la puerta de la casa del exdiputado Pablo Ansaloni, quien en ese momento disputaba la conducción del gremio.
La investigación que hizo la fiscal bonaerense Magdalena Brandt determinó que Almirón, el sicario que viajó desde Rosario para llevar adelante el crimen se equivocó de víctima. Le habían pagado para ejecutar a Ansaloni, que ese día no viajó desde Buenos Aires a Colón, porque se encontraba en Misiones de campaña electoral por la conducción del gremio.
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En esa investigación los agentes de la AIC de Rosario ubicaron el auto que se usó en el asesinato, un Fiat Palio, y detuvieron a varios integrantes del clan narco Los Romero. Pero al autor material nunca lo lograron ubicar. Se trataba, de acuerdo a la investigación, de un sicario al que apodaban Calamar. Su nombre es Agustín Alfredo Almirón, quien habría disparado 10 tiros al policía César Carmona el jueves pasado.
Calamar es el hijo de Germán Almirón, un expolicía que fue condenado en 2017 por facilitar la fuga del sicario de la banda de Los Monos Juan Domingo Ramírez, quien se fue caminando de la jefatura de la Policía en 2014. La pareja del narco declaró que le tuvo que entregar un Citroen C3 a Almirón en concepto de pago de soborno para que dejara que se fugara Ramírez. Almirón se desempeñaba en la División Judiciales de la Policía, que actuaba como brazo ejecutor del juez Juan Carlos Vienna en el marco de la primera causa contra Los Monos.
Almirón quedó enredado en ese tiempo en otra trama que nunca se terminó de dilucidar ni terminó con condena. En una escucha telefónica que había ordenado el juez Carlos Vera Barros en el marco de una causa por narcotráfico aparecía la voz de este expolicía hablando con un preso que había sido testigo protegido en la causa de Los Monos. En la conversación que Almirón mantuvo con Aarón Treves se referían a un supuesto plan para matar al juez Vienna, al que prometían convertirlo en “salchicha”.
Ahora el hijo de Germán Almirón, que sería un conocido sicario al que apodan Calamar, es buscado por el crimen del policía César Carmona. La clave para identificar a este joven fue una huella dactilar que se encontró en una de las puertas del Citroen C3 que usaron los sicarios para matar al agente frente a la sede de la AIC el jueves pasado a las 15 horas.
Ese auto fue abandonado por los autores del asesinato a cinco cuadras de donde se produjo el hecho. En ese lugar cambiaron de vehículo, y se subieron a un Gol Trend color gris que fue secuestrado este viernes en el marco de los allanamientos.
En el Citroen C3 rojo apareció la huella, según las fuentes policiales, de otro joven que está siendo rastreado. Se trata de Alan A., un joven que tendría vinculación con el sindicato de la UOCRA. En su casa se secuestró el VW Gol Trend que los sicarios habrían usado para huir tras abandonar el primer vehículo, el Citroen C3. Alan A. está prófugo también como Calamar. Hay un tercer implicado, cuya huella aparece en el auto que fue secuestrado este viernes, que también está siendo buscado.
Detrás de las pistas sobre los supuestos autores del crimen, que habrían surgido de las huellas dactilares identificadas en los peritajes, las hipótesis sobre el móvil del asesinato aún no están claras. Los sospechosos son sicarios, pero el fondo de la trama que más fuerza tomó en las últimas horas es que se podría haber tratado de un intento de robo. Suena extraño por varios motivos, que disparan interrogantes.
De acuerdo a las imágenes de las cámaras, son dos los hombres que bajan del Citroen C3 cuando estaciona César Carmona. Uno de ellos lo apunta, que sería Calamar, y el otro, rompe el vidrio de una de las ventanillas y saca un bolso. Es morral táctico color negro. En esa secuencia el policía intenta desenfundar el arma y es acribillado. El sicario dispara diez tiros y ocho dan en el cuerpo de Carmona. Dos en el tórax y seis en las piernas.
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El policía llegó en su auto Ford Fiesta después de trabajar como agente seguridad en una financiera del centro de Rosario. Una de las hipótesis es que los atacantes podrían haber ido a buscar dinero que el policía llevaba, en un rol similar al de un portavalores.
Pero hasta ahora no hay certezas sobre lo que llevaba en ese bolso que se llevaron los sicarios. La hipótesis del robo hace recaer el peso de esta espesa trama en la víctima, cuya trayectoria es valorada por sus colegas que apreciaban a Carmona.
Uno de los interrogantes que aparecen, en base al sentido común, es por qué dos supuestos ladrones –que tienen antecedentes de sicariato- van a ir a atracar a un policía frente a la sede de la Agencia de Investigación Criminal, donde hay decenas de agentes y cámaras de vigilancia. El riesgo es mayor.
Por qué van a acribillar a la víctima de la manera en que lo hicieron, en un lugar donde el 25 de agosto pasado dos jóvenes en moto balearon el edificio y dejaron un cartel con la amenaza: “Vamos a matar policías, jueces y fiscales”.
Carmona había sido clave en resolver ese caso, que terminó con la detención de un sicario que dijo que en una cárcel federal de la provincia de Buenos Aires un narco ofrecía 400.000 pesos para matar a un policía.
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