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Policiales inseguridad | Santa Fe |

Graciela Brondino: "Cuando lucho para que se haga justicia por mi hija me siento viva"

La mamá de Marianela, la joven que murió en 2010 a causa de un robo en barrio María Selva, habló con Aire Digital sobre el juicio que arranca este lunes en los tribunales de Santa Fe tras nueve años de lucha.

Son las 10 de la mañana en el barrio María Selva. Graciela Brondino, la mamá de Marianela, la joven de 25 años que en 2010 murió a causa de un asalto realizado por dos motochorros en Gorostiaga al 1900, está en su casa. No es un día cualquiera ya que sabe que el próximo lunes, a partir de las 7.45, en los tribunales de Santa Fe comenzará a ser juzgado uno de los dos implicados que tiene la causa: Walter “Pipi” Borda.

Jubilada desde hace diez años, dice que vive el día a día y no hace planes a largo plazo. Asegura que la causa que investigó la muerte de Marianela le dio fuerzas para poder continuar adelante y así tratar de hacer un duelo que nunca cerrará. Pero sí por lo menos calmará.

“Cuando recién mataron a Marianela pensé que la Justicia era automática. Pero con el correr de los meses y después de los años, me di cuenta que la cosa no se movía. Pero nunca bajé los brazos. De hecho, me dio impulso esto, consiente e inconscientemente, me dio un motivo para vivir”, explicó a Aire Digital en una entrevista realizada en el rincón preferido de su casa: el cuarto donde posee múltiples pinturas que ella misma realizó.

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Graciela será una testigo clave durante el juicio que arranca este lunes.

Graciela será una testigo clave durante el juicio que arranca este lunes.

“Siempre recuerdo que el día del velorio le dije a un compañero del trabajo cómo voy a hacer para seguir viviendo. Y bueno, vivo así, el hoy. Noto que cuando lucho para que se haga justicia por mi hija me siento viva”, agregó.

— ¿Son pruebas contundentes las que serán presentadas al tribunal el próximo lunes?

— Mirá yo no estoy capacitada en la materia y no me animaría a confirmar que sí o un no pero siempre me manejé durante estos años con sentido común. Al no tener elementos técnicos concretos me traté de capacitar y me compré un Código Penal como así también estudié y leí el expediente de Marianela una y otra vez. Detecté los errores que tenía, las pruebas que no se habían visto. De hecho, el juicio de la semana próxima se basa fundamentalmente en una prueba que yo detecté y que nadie la había visto.

Creo que hay elementos, sobre todo en uno de los casos, muy contundentes. Hay personas que los señalan y bueno, la Justicia dirá si son inocentes o culpables.

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Un expediente dormido

Entre lágrimas, sonrisas y recuerdos, Graciela recordó cómo fue el momento en que el expediente judicial quedó en la Oficina de NN de tribunales, donde recaían en el viejo sistema procesal de Justicia los casos sin imputados ni personas individualizadas.

—¿Qué recuerda de aquél entonces?

—Recuerdo muchas entrevistas mías con la doctora Bertone (María del Carmen) que en ese momento estaba a cargo de la Oficina. Ella me mostraba unos gráficos grandiosos con conexiones de teléfonos celulares. Me hablaba de un teléfono de la ciudad de La Plata y otro de no sé dónde. Pero nunca llegaron a concretarse ninguna prueba que esté incorporada al expediente. Estaba archivado porque no había nada que lo moviera.

El expediente llegó a moverse después del cuarto año de la muerte de Marianela, después de una suelta de globos que en ese entonces lo hacía en Gorostiaga al 1900. Yo repartía volantes casa por casa y por sobre todo en negocios de General Paz. Una persona vio tal volante y pidió mi domicilio.

Ese testigo vino a casa y me dijo que había escuchado una conversación donde hablaban de mi hija y bueno me entreabrió la puerta. Con esa puerta, yo busqué otras pruebas que resultaron a la postre muy contundentes. Ahí empezó a abrirse el expediente. Después me enteré que el otro involucrado, estaba preso por tenencia de estupefacientes (este último es quien será juzgado este lunes).

—¿Usted siente que se transformó en una referente de las víctimas de la inseguridad a lo largo de estos nueve años?

—Yo creo que con la lucha un poco me transformé en una referente y yo intento transmitir eso. Me parece que si hay una enseñanza de todo esto es que estando uno seguro del objetivo que tiene, uno no tiene que bajar los brazos y tiene que seguir luchando.

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—¿Cómo fue su relación con el saliente ministro de seguridad Maximiliano Pullaro?

—Lejana. Demasiada lejana. Yo le dije la última vez que tuvimos que reunirnos -porque prácticamente lo obligamos- porqué nos hacía pasar por esta humillación de tener que hacer una concentración para recibirnos cuando él es el ministro. Nosotros no pedimos ser víctimas de la inseguridad. Ellos nos ocasionaron ser víctimas y es un dolor que vamos a llevar de por vida.

Uno no tiene que bajar los brazos y tiene que seguir luchando

—¿Y con el resto de los ministros de Seguridad?

—Yo agarré la última parte de Álvaro Gaviola. Una vez me reuní con con él y Hermes Binner (exgobernador) y me dijo «señora yo tengo que tener cuidado ahora que voy a dejar de ser ministro de seguridad y tengo una familia» y yo le dije «cuando usted está comiendo asado los domingos yo estoy en el lar de paz viendo que debajo de la tierra está mi hija de 25 años». Binner bajó la cabeza y no dijo nada en ese momento. Ni idea de la seguridad tenía.

Después con Lamberto tuve un mayor acercamiento. Siempre yo iba con una foto y le decía que me debía “una hija” y él me palmeaba el hombro. Como diciéndome que me tranquilice.

—¿Sintió que molestó?

—Si. Muchas veces. Y te quiero decir algo más. De Pullaro depende la Dirección General de Atención a Víctimas, pero nunca se acercan a las víctimas. Me ha pasado que me han llamado a mí para pedir un teléfono de un familiar de un muerto. No tienen ni siquiera la lista de los muertos. No se acercan a los familiares. Yo tuve que intervenir por familiares que no tenían para comer.

Nosotros no pedimos ser víctimas de la inseguridad. Ellos nos ocasionaron ser víctimas y es un dolor que vamos a llevar de por vida.

El duelo eterno

Marianela murió el 5 de mayo del 2010 luego de agonizar durante varios días en el hospital José María Cullen, lugar al que llegó luego de sufrir un asalto el 28 de abril, en Gorostiaga al 1900, cuando dos motochorros intentaron arrancarle la cartera y provocaron que la joven caiga de la bicicleta en la que iba y golpee su cabeza contra el asfalto.

—¿Qué pasó aquel triste día?

—Estábamos solas porque el padre se había ido a Buenos Aires. Al mediodía ella cocinó y se iba normalmente a trabajar a las 13 y estaba hasta 20. Yo tenía turno casualmente con una traumatóloga. A la vuelta me vine caminando por Gorostiaga y era la siesta y pensé: “que peligroso a esta hora”. Incluso sentí una ambulancia pasar por General Paz y se me vino a la cabeza "pobre, quién estará en problemas" o que haría yo si se necesitara una ambulancia para mis hijos. “No lo podría soportar”, imaginé.

Llegué acá y al rato vino mi mamá a tomar mates. Yo había hecho unos chorizos en el parrigas porque íbamos a estar solas. Estaba cocinando, me suena el celular y el contacto decía “Mari”. Atiendo y era una persona que yo no conocía y me decía que le habían robado a Marianela en Gorostiaga al 1900 y que vaya rápido porque ella estaba con un ataque de nervios.

Salgo corriendo. Cuando estoy en la vereda veo las luces de la ambulancia y para en un auto un vecino de la otra cuadra que traía una bolsa de Marianela con un tachito vacío que le traía al hermano para guardar aceite. En esa bolsa estaba la llave, un pañuelito, el delantal de cocina y dos pesos. Llego allá y quería subirme a la ambulancia, pero no me dejaron. Por su parte, la chica que me había llamado me dijo que le diga a la policía que la lleven al Cullen, atrás de la ambulancia. Yo les dije a dos policías si me llevaban al hospital pero miraron para otro lado y no me trasladaron.

Esperanza y dolor

“Cuando llegué al Cullen vino el médico y me dijo que la cosa era gravísima y que la iban a operar. Yo lo llamé a mi marido, el cual estaba en Buenos Aires, y se vino en taxi. Cuando salió de la operación fue el único momento en que sentí que podía salir todo bien”, narró Graciela.

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Graciela entre pinturas.

Graciela entre pinturas.

“Fue por primera vez cuando la vi. Estaba con la cabecita hacia la derecha levemente y hasta el último día estuvo así y no se movió”, agregó y explicó cómo fue el momento en que recibió la peor noticia. La más pesada.

“A ella la asaltaron un miércoles a la noche. Ese día la operaron. Después la volvieron a operar el sábado y el lunes nos volvieron a llamar. Fuimos, nos atendieron dos médicos de terapia y nos dijeron que había sufrido un paro cardíaco y que el próximo no lo iba a pasar. Ahí nos sentamos en la puerta a esperar que nos digan que se había muerto”, contó.

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“En un momento dado me hicieron pasar para que la vea y yo me di cuenta que me estaban dando la posibilidad de despedirme de mi hija. Y a las cinco de la tarde murió. Fue un horror”, concluyó.

—Y a partir de ahí empezó la lucha…

—Si. Los primeros días era la protagonista de la historia pero no me daba cuenta. Después cuando la gente se va yendo y vos te vas quedando sola y vas cayendo de a poco en la enormidad de la tragedia que atraviesa tu vida.

Yo sentía que me chupaba un pozo inexplicable. Fui un tiempo al psicólogo y me di cuenta que a mí no me ayudaba. Cada vez que iba al psicólogo, salía con los ojos en compota y llegaba a casa descompuesta. El último día que fui me preguntó que pensaba que había ahí abajo cuando iba al cementerio. Y yo le dije “pienso en un cuerpo en descomposición”. Y él se enojó y no fui más. Me dí cuenta que yo podía hacer una mejor terapia con la lucha que yendo al psicólogo.

—¿Y ahora como se ve después de nueve años?

—Recontra avejentada, venida abajo. No tengo la lucidez de hace diez años. Pensá que yo era una persona que manejaba en el Correo Argentino la distribución de seis provincias y el servicio electoral con más de mil personas. Y te aseguro que no me olvidaba de ninguna cosa. Ahora de pronto voy al patio y me quedo parada y me pregunto ¿A qué venía?. La cabeza te trabaja a mil y te termina pasando factura.