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Policiales Rosario | Alvarado |

El mundo de los pibes rosarinos que aspiran a transformarse en sicarios

En una audiencia judicial se exhibió el material secuestrado en un teléfono de un jefe narco en el que queda al descubierto cómo funcionan los engranajes de la violencia que se manejan desde la cárcel.

“Que ondaaaaaaa. Vamos a matar a alguien???”, le pregunta el 26 de octubre pasado Nahuel Quinteros a su jefe en un mensaje por Whatsapp. El muchacho que quiere ser sicario aún no asesinó a nadie y expone las ansias que tiene de “activar”, de ser protagonista de un homicidio. Lo hace como si la muerte o las vidas ajenas fueran algo demasiado banal, en ese juego real en el que la tragedia de la violencia narco se incrusta en la vida como algo cotidiano.

Quinteros se queja ante Jonatan Ribles, quien coordina cómo llevar adelante los crímenes, que le da misiones menores como custodiar los búnkeres y evitar “que los drogados se deliren”. Un par de días después le dan las armas para que las cuide porque “anda el Comando (Radioeléctrico)” dando vueltas. Para convencer a su jefe. Quinteros promete que sabe “manejar la grandota” (una ametralladora FMK3). “Vos sabes que manejo la grandota bien piola”, le transmite a Ribles. “Quiero un par de muertes ahí para Rosario Alerta” –un portal de hechos policiales de Rosario–. Su jefe trata de calmar su ansiedad. “Tranquilo Popeye”, advierte Ribles, en forma de broma y en referencia al sicario de Pablo Escobar.

Video Chuky

Momento en que los policías ingresan al complejo habitacional para detener a peligrosos delincuentes de Rosario.

En su casa Quinteros se filma con el arsenal que tiene que custodiar y le envía videos a su novia. “Mirá amor… para todos los giles”, le dice a su pareja. Exhibe tres armas poderosas: dos pistolas 9 mm, una de ellas con un cargador largo, de 31 proyectiles, y una réplica calibre 22 de un fusil de asalto.

El arsenal que exhibía con jactancia este joven que aparece con su rostro protegido por el barbijo del Guazón, era el que utilizaba un grupo de sicarios para ejecutar los planes que delineaba desde el pabellón Nº4 de la cárcel de Piñero, a 20 kilómetros de Rosario, Alejandro Núñez, el jefe de la organización.

Monedita manejaba el delito desde la cárcel

Chuky Monedita, como se lo conoce en el ambiente del hampa a Núñez, condenado por homicidio en 2015, desarrollaba una paleta de actividades delictivas desde la prisión: manejaba el negocio de una red de búnkeres que atendía sin restricciones horarias, un grupo de mujeres –a las que llaman “las bunkeras”–, ordenaba la usurpación de casas para convertirlas en puntos de venta de drogas, y planeaba ataques sicarios, cuyas tareas de inteligencia llevaba adelante un taxista.

Tras una extensa investigación que realizaron los fiscales Pablo Socca y Valeria Haurigot, este lunes fueron imputados por asociación ilícita. Los once integrantes de esta organización quedaron con prisión preventiva. “Procuraron ocupar y dominar barrios de Rosario, y excluir de allí a bandas antagónicas con el fin de obtener beneficios económicos producto de diversas actividades ilícitas, entre ellas, homicidios y la venta ilegal de estupefacientes”, desgranaron los fiscales.

La investigación se inició en octubre pasado, cuando fue detenido Jonatan Ribles, el jefe de los sicarios de la banda, con dos pistolas 9 mm y una moto con pedido de secuestro. El peritaje informático del celular de Ribles fue clave para avanzar sobre la estructura de la organización liderada por Chucky Monedita desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero. Allí tiene como compañero a Mauricio Laferrara, otro sicario pero de la banda que encabeza Esteban Alvarado, el principal rival de la banda de Los Monos en el mapa narco de Rosario.

Preso por cinco homicidios

Laferrara está preso por cinco asesinatos. Fue imputado por el triple crimen en 16 de abril del de 2018 de Gerardo Abregú, Ezequiel Fernández y José Fernández, que fueron acribillados dentro de un auto en Granadero Baigorria. También fue acusado de haber participado del secuestro de Cristian Enrique, de 22 años, quien luego apareció muerto el 10 de noviembre de 2018, y del crimen del prestamista Lucio Maldonado, asesinado un día después, por orden de Alvarado.

Por todo el historial que Laferrara carga sobre sus espaldas, los investigadores creen que uno de los blancos que Chuky Monedita tenía agendado podría haber sido un encargo por su compañero de pabellón, como era la ejecución del mecánico Carlos Argüelles. Este hombre de 47 años fue detenido y luego salió de la cárcel como testigo protegido, tras declarar contra su jefe Esteban Alvarado. Debían matar a Argüelles antes de que declarara en la causa contra uno de los principales narcos de Rosario.

Matar a Argüelles no parecía una tarea sencilla, porque debido a su condición de testigo protegido contaba con una custodia policial. Según la investigación que realizaron los fiscales Socca y Haurigot, el encargado de planear el crimen de Argüelles era Ribles, que contaba con la “ayuda” del taxista Jorge Ojeda para realizar las tareas de inteligencia. El joven usaba ropa de la Empresa Provincial de Energía y de Aguas Provinciales, para evitar ser descubierto cuando hacía los seguimientos a las víctimas, según describieron los fiscales en la audiencia.

Video Chuky 2

La cantidad de policías y el armamento utilizado demuestran la peligrosidad de los delincuentes.

Ribles y Ojeda siguieron los pasos del “blanco” durante varios días. El taxista le enviaba por Whatsapp cómo se movía el mecánico al que debían matar. “Dos veces tocó bocina. Le abrieron al toque (el portón) al viejo. Se ve que manda un mensaje antes”, describió Ojeda a Ribles en un mensaje que le envió a su celular.

Desde la cárcel, Chuky Monedita debía apurar al sicario para que actuara. Lo presionaba para que llevara adelante el atentado, pero Ribles no encontraba el momento apropiado para matarlo. Una complicación era la custodia policial.

"Ponelo de cheto. No le podés errar"

Cansado de las ideas y vueltas, desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero, el jefe de la banda le ordenó a Ribles: “Andá a ver al tachero y seguilo. Andá y ponelo de cheto. No le podés errar”. El 28 de octubre a las 14.29, Ribles admitió que volvió perder a la víctima. A Argüelles no lograron asesinarlo, porque el ataque falló. En enero pasado, cinco días antes de declarar, el mecánico fue blanco de una emboscada cuando se trasladaba con su familia en una Ford Ecosport. Le dispararon desde una moto y una camioneta Peugeot Partner, pero salió ileso.

“Es la tercera vez que me amenazan o bien me entero que van a matarme. Cuando tomé la decisión de declarar, en el futuro juicio a Alvarado, sabía a lo que me arriesgaba; pero creo que es un acto justo declarar y que Dios me protege”, admitió el mecánico, según publicó el diario La Capital.

A la par de las misiones de sicariato, Chucky maneja el negocio de los búnkeres ubicados en distintas zonas de Rosario, que atiende un grupo de mujeres, a las que llaman las “bunkeras”, cuya coordinación está a cargo de Tamara Muñoz, apodada La Mona. La novia de Ribles, Florencia Aguirre, forma parte de este grupo de mujeres que cumple horarios y se reparte los turnos de atención de los lugares de venta de drogas. Los puestos de venta, según se desprende de la investigación, funcionan desde la mañana hasta la madrugada, sin restricciones horarias.

Ribles cuenta con la ayuda de otros miembros de la banda, como Abel Bertoni, Marcelo Sánchez –quien se encuentra prófugo- y Nahuel Riveros. Estos jóvenes conforman el grupo de sicarios que Ribles utiliza cuando recibe las órdenes de Chuky desde la cárcel, para ejecutar a alguna persona.

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