Sin querer, Delfín Zacarías se convirtió en un protagonista central de la historia del narcotráfico de Rosario. Se transformó en el primer personaje de peso del mundo criminal que fue condenado por la justicia federal por lavado de dinero proveniente de la venta de drogas.
Aunque parezca irrisorio, nunca hasta ahora el fuero federal se había encargado de investigar y sentenciar a un narcotraficante por utilizar y multiplicar el dinero proveniente de la renta de la venta de drogas.
Por eso, Zacarías se sentaba en el casino de Rosario y en otros tantos, como el Conrad de Punta del Este, a hacer apuestas millonarias en las mesas de póker que solo estaban abiertas para jugadores que pisaban fuerte.
El Tribunal Oral Federal de Rosario condenó a Delfín Zacarías por lavado de activos
El Tribunal Oral Federal de Rosario condenó técnicamente a Zacarías por el delito de lavado de activos agravado por haber sido cometido con habitualidad y como miembro de una organización criminal que integraban varios miembros de su familia.
Por estos delitos, los jueces le impusieron una pena de seis años de prisión y el pago de una multa de 40 millones de pesos. Sin embargo, como Zacarías ya tenía una condena anterior a 16 años de prisión, la unificaron en 19 años.
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Esta condena se produjo después de un extenso recorrido, casi interminable, que deja expuesta la lentitud de la justicia para investigar delitos económicos.
Esa escasa agilidad en el fuero federal llevó a que el propio fiscal Federico Reynares Solari admitiera las falencias que hubo para poner la lupa en las ganancias de los narcos, algo clave para terminar con el negocio y con los problemas de violencia que se mantienen en torno a la comercialización de estupefacientes.
“Había una disonancia considerable entre los perfiles patrimoniales de esas personas y los bienes que manejaban. Esa disonancia gritaba”, afirmó el funcionario en su alegato.
Cómo eran las maniobras de lavado de Delfín Zacarías
Las maniobras de lavado, según el fiscal tuvieron una recurrencia casi permanente. Es decir, no fueron una casualidad.
En el expediente se detectó que esta organización adquirió más de 70 vehículos, un bloque de 32 cocheras en un edificio del microcentro de Rosario, más de 45 terrenos comercializados por Tierra de Sueños, entre otros.
El fiscal dijo que el valor de los bienes que estaban en manos de Zacarías y su entorno supera los 600 millones de pesos. El cálculo podría ser mucho mayor si se tiene en cuenta el valor actual del mercado.
Una de los hallazgos en la investigación fue sacar del archivo una vieja causa de 2011 en la que el principal acusado era el fallecido Jorge Halford, quien en el juicio declaró que la droga que traía de Corrientes era de David, que es uno de los nombres de Zacarías.
Eso le sirvió al fiscal para tratar de establecer que Delfín estaba en el negocio de la droga mucho antes de ser detenido.
Un laboratorio, un gimnasio y una plaza
Una de las razones por las que fue detenido Zacarías en una quinta en Funes, donde tenía un laboratorio con capacidad para producir 500 kilos de cocaína por mes, fue que abandonó el perfil bajo y en la zona del Gran Rosario, como en San Lorenzo, comenzó a proyectar la inversión en un mega gimnasio con locales comerciales en una zona rural.
Era extraño el emprendimiento y para ello necesitó el aval de los concejales de San Lorenzo que aprobaron las excepciones que tenía el faraónico gym de tres pisos de Delfín.
Como devolución a la ciudad, Zacarías construyó una plaza, un espacio donde los chicos podían jugar y divertirse, tras acordar con los concejales de esa localidad vecina a Rosario, que en febrero de 2011 aprobaron una excepción al Código Urbano.
¿Quién iba a ir a un gimnasio en el medio del campo? Eso no importaba demasiado. Aparte de la plaza, Zacarías solventó también el alumbrado público de nueve cuadras y realizó el cordón cuneta.
Aunque todo parecía una locura, sus ideas prosperaban en ese momento.
En ese predio, donde iba a funcionar el gimnasio y también tenía pensado que se instalara un local de una empresa de comida rápida, también iba a montar un laboratorio de cocaína, el más grande del país. Allí también pretendía tener la franquicia de una cadena de cine internacional.
Todo ese ambicioso plan de negocios se desmoronó antes de que estuviese en funcionamiento una mañana de setiembre de 2013, cuando la Policía Federal irrumpió en una mansión que Zacarías tenía en Funes, en las afueras de Rosario.
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En el tradicional country de esa localidad también había armado otro laboratorio, que manejaba con su entorno más cercano, sus hijos y su pareja. En el chalet californiano, donde había una casita de madera para que jugaran sus nietos, funcionaba el laboratorio más grande de la Argentina, con una capacidad para producir 500 kilos de cocaína por mes.
Una verdadera fábrica de droga, con una ecuación beneficiosa para Delfín, que traía la pasta base de Bolivia y terminaba el proceso en Funes.
La pantalla legal: una remisería
Ese ambiente afable y tranquilo también tenía que ver con la vida que llevaba Zacarías. No era una persona violenta, que estuviese involucrada en disputas territoriales, como otras bandas, para ganar mercado.
Delfín estaba por arriba de todos aquellos que mataban por dinero y por drogas. Él proveía a la mayoría. Por eso tenía una vida relativamente común, sin altibajos. Llevaba a sus nietos a la escuela. Su hija manejaba la empresa legal que le servía de pantalla, como era la remisería, pero en todo ese engranaje no existían las balas ni los tiros.
El insumo vital de ese negocio ilegal era la confianza y él lo tenía asegurado con su familia.
Libros de poesía y apuestas en Punta del Este
Este hombre de 66 años, que publicó libros de poesía y era habitué de las mesas de póker del hotel Conrad de Punta del Este, entabló aceitados contactos políticos en la zona del Gran Rosario, donde su fachada comercial era la empresa Frecuencia Urbana, instalada a metros de la Municipalidad de Granadero Baigorria, donde era vecino de otro narco “famoso” Thierry Polus, apodado “El Francés”, quien se ganó el mote del el “Rey de la marihuana”.
Zacarías no despertaba ninguna sospecha evidente, salvo que un exfuncionario de la Municipalidad de San Lorenzo empezó a seguir e investigar de manera casi artesanal su crecimiento patrimonial.
¿Podía el dueño de una remisería vivir como un magnate? Nada cerraba.
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Luego, la Subsecretaría de Delitos Económicos de la provincia centró la mirada en las propiedades y vehículos que había adquirido Zacarías: 36 inmuebles, comprados entre el 29 de diciembre de 2008 y el 23 de diciembre de 2009, y 24 autos y camionetas, entre ellos cuatro de alta gama.
Flavia Zacarías, hija de Delfín, puso a su nombre ocho propiedades, que compró entre mayo y julio de 2009; después sumó otros cuatro inmuebles, cinco autos y un camión.
Después arrancó la investigación en el fuero federal. Todo se complicaba para Zacarías, pero él seguía recostado en su bajo perfil y la confianza de su entorno.
La primera condena y el segundo juicio contra Delfín Zacarías
Parte de este patrimonio representa el paquete de evidencias en el juicio oral por lavado de dinero que se realiza desde hace tres meses.
Zacarías fue condenado en 2018 a 16 años de prisión por narcotráfico, junto con su pareja Sandra Marín, que recibió una sentencia a 14 años, y sus hijos Joel y Flavia, a siete años.
El 3 de abril pasado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firme esas condenas, luego de que la defensa de esta familia apelara a la máxima instancia.
El caso quedó cerrado, y ahora llegó la etapa de lavado de dinero. Ahora sumó otros seis años de condena, que el tribunal unificó en 19. También fue sentenciada parte de su familia.
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