De Elsa Serrano, símbolo de la moda de los 90, a manejar un equipo de trabajadores bajo la esfera de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) en un lugar importante como referente de la industria nacional, con una fuerte presencia en todo el país y en Sudamérica.
—María Elena, cualquiera que asocie tu nombre a la historia de la región sabe que te caracterizaste por pensar en grande ¿Te acordás cuándo empezaste a hacerlo?
—Mirá, yo desde chica fui muy mimada, consentida y no tenía límites de compra ni nada. Me daban todos los gustos. Y después que me casé...tuve otra realidad. Mi papá quería cubrir esas necesidades, pero yo consideraba que era indigno que tuviera que mantenerme mi papá. Entonces, un día dije: “Voy a ponerme una boutique”. Bueno, fue como que dije una barbaridad… ¿cómo que iba a trabajar?
Embed - Pensar en grande: entrevista a María Elena Biassoni, directora en Biassoni Herramientas
—Tu papá, que siempre fue un modelo para vos.
—Sí, mi papá fue muy empresario, muy inteligente y tenía muchísimas patentes. A pesar de todo también le costó. Pero yo dije “voy a ponerla”, pero no tenía dinero y tampoco me querían firmar garantías, como no querían que trabajaran, no me querían firmar garantías. Bueno, me fui a un banco, el del Interior. La más audaz, ¿te imaginas? 22 años tenía. Y le dije al gerente y le dije como una caradura total “Yo no tengo dinero, no tengo nadie que me firme una garantía, pero yo necesito poner un negocio porque lo necesito para vivir. Y entonces me acuerdo que no me pidió garantía, eran otras épocas, pero sabía que mi papá, si yo no lo pagaba, lo iba pagar. Pero mi papá, por no tener problemas familiares, no me quiso firmar. Pedí el crédito, en un año lo pagué, abrí una boutique, me gasté casi todo en la primera compra y en la decoración, alquilé cuatro locales y tumbé todas las paredes. Cuatro locales en una galería, quedó hermosísimo, pero no tenía un peso ni partido en dos. Cuestión que fue un éxito y la tuve durante muchísimos años, con clientes de todos lados: Santa Fe, Rafaela, San Justo, Esperanza, muchos lados, Y hacía muchísimos desfiles y hasta en un momento, con Mirta Legrand, vino Lita Damiani.
—Elsa Serrano…
—Ah, pero Elsa Serrano muchas veces y llegué a tener amistad con ella, y con Mora, la hermana, nos hicimos muy amigas.
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Biassoni se consolidó como mujer industrial de influencia en el país.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
—O sea que no era poner un localcito de ropa…
—Ah, noooo, todo a lo grande. A lo grande y sin un peso. Con crédito.Y un crédito que pagué mucho antes de lo que tenía pensado.
Unos años después, yo creo que tenía 25, la fábrica, que era el medio de vida de mis padres, estaba prácticamente quebrada. Y el gerente se fue a trabajar a otro lado, mi hermano tuvo un accidente, mi papá era una persona que no le gustaba discutir y que tenía problemas con él, por lo que se fue a vivir a Córdoba. De golpe me tuve que hacer cargo de la empresa, pero yo no tenía idea.
—Estamos hablando de una mujer en ese contexto y por aquellos años.
—Olvídate, porque en ese contexto, querida, no sabés todas las que tuve que pasar. Por ejemplo, pedía hora para ir a hablar con un distribuidor. Me daban la hora, todo perfecto. Yo llegaba con todos mis folletitos y mis cositas. Ay, esperaba, capaz, que media hora. Yo soy muy puntual hasta el día de hoy. Y llegaba y me decía, “ay, disculpe, pero el señor no la va poder atender”. Yo me iba cabecita baja, volvía al tiempo. Después se transformaron no solo en clientes, sino en amigos que cuando iba me invitaban a comer.
—¿Cómo era esa filosofía en tu cabeza, siendo una chica, muy jovencita, porque estabas hablando de 25 años?
—Es que era muy difícil porque era tan machista la sociedad, que las mujeres (parecíamos) no teníamos capacidad. Pero cuando yo me tuve que hacer cargo de acá de la empresa, lo primero que hice fue contratar un contador y estudié cinco años de contabilidad. Yo tenía una boutique, que era un éxito, pero no era una fábrica donde tenés que manejar costos, manejar muchas cosas. Me puse a estudiar e hice cuanto curso se te ocurra en la facultad. De Ciencias Económicas los tengo hecho a todos. Comercio Exterior. Administración de empresas. Estuve años tomando, cuánto curso hubo, de marketing, de gerenciamiento.
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Llegó a ser amiga de Elsa Serrano y de Mora, su hermana.
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—Te formaste…
—Permanente.
—No ibas a ser una improvisada.
Maria Elena: para nada. Y eso te abre la cabeza. Igual tuve mucha ayuda. Cuando yo entré a la fábrica, teníamos dos plantas: una en Hersilia y otra planta en Esperanza. La planta de Hersilia mantenía la planta de Esperanza. No era justo, no había familia de productos. Entonces, lo primero que empecé a hacer es sacar esto, sacar lo otro y empezar a hacer familia de cada producto de los que nosotros teníamos.
—Interiorizarte además…
—¡Ah, no, no, no! Créeme. Siempre le decía a mi equipo: chicos, cuando quieran que les haga una herramienta de punta a punta, la hago. Vivía dentro de la fábrica. Pero siempre tuve la colaboración de toda mi gente. Si no hubiese sido por ellos tampoco hubiese podido haber logrado nada, porque ellos confiaron en mí, me tenían tanta confianza. Y bueno jamás en la vida los defraudé. Tanta confianza que cuando tuvimos que parar la fábrica, hicimos una presentación de crisis preventiva y la UOM no quería que firmaran, y renunciaron a la UOM! Sin que yo les dijera una palabra, te lo juro.
—Y eras muy de enfrentarte...
—No, yo no tenía problema. No tenía conflictos con mis empleados…no tenía un empleado negro, se les pagaba la hora como correspondía y siempre se les pagaba mas, el 20 % de los medicamentos que utilizaba, siempre tuvieron algún adicional.
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María Elena se formó en contabilidad para poder gestionar la empresa.
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—¿Cuál era tu secreto? Porque volvemos a lo mismo, hoy es muy común ver mujeres empresarias, mujeres industriales. Pero cuando arrancaste con esos 25 años, no era nada común. No sé si en tu cabeza lo pensaste como una limitante.
—No, no, no. Ellos lo entendieron. Y yo creo que toda la gente que me conoció entendió. Cuando vos lográs consensuar el pensamiento del hombre y la mujer, pues somos diferentes. Pero cuando lo lográs, lográs el éxito. Es decir, nadie es más capaz que nadie.
No sos ni súper genio, ni sos tonto.
—Pero me gustó esta idea que vos decías, yo le decía a mis empleados, si quieren que les haga una herramienta, las hago.
—Se la podía hacer, hasta el día de hoy lo puedo hacer porque conozco los procesos. Yo estaba en la ropa, que era lo que me encantaba. Las herramientas pensé en un momento de ponerle colores, porque me parecía que una pala negra era horrible, pero la gente estaba acostumbrada a la pala negra, pero yo también tenía ganas de ponerle colores, darle más vida, porque no era muy divertido para mí. La gente confío mucho en mí, mis clientes, todo.
Todas las herramientas tienen garantías de por vida. Si alguien tenía un problema, se mandaba un ingeniero para que vaya y vea que pasó, para resolvérselo, cambiarselo. ¿Sabes qué pasa? Que yo siempre estuve de los dos lados, de un lado como empresaria y de otro lado como empleada. Jamás usé una tarjeta de la empresa para uso mío particular. Si yo viajaba por la empresa, pagaba con la tarjeta de la empresa y si viajaba por la boutique, pagaba mis gastos con mi tarjeta de la boutique. No mezclaba y fíjate vos que era lo mismo. Yo era la dueña de las dos cosas.
—Hoy me dijiste que la necesidad te marcó mucho
—Sin duda. Un cambio de vida abrupto, de pasar de gastar lo que se te cantaba, a no tener ni siquiera para salir a tomar un café con mis amigos. Irme a vivir al campo. Amo el campo, te aclaro. Pero no tenía ganas de vivir en el campo. Pense “Yo voy a vivir toda mi vida aquí, pero ni loca, me voy a trabajar”. Y eso fue lo que me decidió: la necesidad. La necesidad y la dignidad, porque yo hubiese podido vivir que mi papá me mantenga y no me parecía... no hubiese aceptado que mi papá me mantenga, ¿te das cuenta?
—¿Y cómo traspolaste eso a la educación de tus hijas?
—Bueno, desde chicas las obligué a trabajar, no por necesidad ni por miserable, pero ellas, por ejemplo, sábado a la mañana tenían que ir a trabajar.
—¿Y de dónde surgen esas ideas? hablas mucho del esfuerzo
Maria Elena: Yo creo que la vida querida, cuando educas a tus hijos, que nada viene regalado… y es lo que a mí me preocupa de la educación argentina. No trabajan y se recibe un sueldo. El chico va a la escuela, si no rinde, pasa de grado igual. Los padres, si el chico se porta mal, van y le pegan a los profesores. ¿En qué sociedad vivimos? Todo es producto del esfuerzo de cada uno.
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Maiquel Torcatt / Aire Digital
—¿Y vos crees que el esfuerzo en tu vida es el que te permitió el éxito?.
—Pero no te quepa ninguna duda y la gracia de Dios, porque mí Dios me ha ayudado tanto,que ni te puedo decir. Pero ver la mano de Dios, ¿eh? Verla.
—¿Y qué aprendiste? ¿Qué te enseñó más en la vida? ¿La necesidad, el éxito, el fracaso?
—¿De qué aprendí? Fracasos tuve y los fracasos sirven. Yo creo que todo en la vida te sirve. No creérsela, número uno. Y de los fracasos aprendés indudablemente y de los éxitos también,es decir, yo veo gente que cambia de situación económica y es como que se llevan al mundo por delante. ¿Cuál es la diferencia? Son las mismas personas. No son diferentes. Yo creo que de todo se aprende en la vida. Yo soy una persona que si te tengo que levantar una pared, he pintado paredes, he alfombrado, he empapelado, porque todo me gusta. Miro cómo lo hacen y bueno, y todo pregunto. Qué me enseñen.
—¿Se termina en algún momento de aprender?
—No. En la vida terminás de aprender. No terminás en tu vida de aprender. Pero no tenés que sentirte que sabés. O sea, cuando vos creés que sabés todo, yo creo que ahí está el gran fracaso personal. Porque en un momento te das cuenta de tu capacidad, hasta dónde llegas y no creerte que sos superior a todo el mundo ni nada, no va. Porque en el fondo tenés que darte cuenta.
Otro de los problemas que yo veo de nuestro país. A mí en dos oportunidades me ofrecieron ser diputada. Si yo no me preparé para eso, ¿cómo voy a ir a trabajar como diputada por más que me eligieran? Yo no estoy preparada para ser diputada. Y bueno, pero acá creemos que todos somos capaces de todo. Y hay que tratar de rodearse de gente que sepa más que vos, que es otro problema de muchos empresarios.
—¿Y para vos eso fue un desafío?
—No, fue un aprendizaje. Siempre intenté rodearme con gente que sepa más que yo. Entonces aprendo de ellos también.
—¿Y ahora pudiste delegar? Porque estamos hablando que construiste siempre mucho.
—Yo no quería que mis hijas hagan la vida que yo hice. No vi crecer a mis hijos, no vi crecer a mis nietos y no los disfruté. Porque yo trabajaba en dos lugares. Imaginate, salía de la fábrica y me iba a trabajar a la otra empresa. Entonces, no quise que mis hijas hicieran eso.
Yo hacía todo. O sea, era súper personalista. Discutía con los ingenieros y decía, esto hay que cambiarlo. Yo no quería que hagan eso. Entonces, ¿qué pasó? Digo un día, si yo me muero, ¿qué pasa? Y si yo me muero, se va todo al diablo. Entonces dije, me morí.
Me morí y empecé a prepararme . Me costó, cambié de gerentes y hoy tengo un equipo espectacular que están como directores. Y cobran lo mismo que yo. Ellos cobran lo mismo que yo.
—Pero te decidiste a disfrutar un poco más.
—Mira, a mí siempre me gustó viajar mucho. Mi mejor inmersión fue la de viajes. Solo me quedan muy poquitos lugares que no he ido, pero me gusta mucho.
—María Elena, si te encontraras con esta María Elena de 22 años que estaba por ir a pedirle el crédito al gerente del banco, ¿qué le dirías?
—¿Qué le diría? !Qué audacia, Dios mío!. Pero lo hice y lo volvería a hacer.
—¿Le darías algún consejo a María Elena?
—Esos consejos de mis equivocaciones. A Dios, toda la ayuda que recibí, porque tengo anécdotas que realmente son increíbles.
—Y como mujer salir a enfrentarse en un mundo de hombre a todo lo que te enfrentaste..
—Tenés que proponértelo. Yo soy disléxica. Entonces, tenía algunas dificultades, invertía números. Hay cosas que yo no las registro. Pero bueno, yo hacía lo que podía. Mi papá me sirvió mucho de apoyo. Siempre decía “vos sos capaz de hacer lo que te propongas”, lo que quieras hacer mientras te propongas, lo vas a lograr. Nunca le tuve miedo a los desafíos. Viajaba sola. A veces me iba a Buenos Aires en el auto y volvía el mismo día porque tenía que hacer un trámite rápido.
—Bueno, hay gente que los desafíos lo ven como un estimulante también.
—Vos sabes que sí, porque cuando he rendido más fue en las épocas de crisis profunda, ahí te digo que era una cosa que resolvía, resolvía, resolvía, resolvía, cuando tenía más problemas como mejor actuaba, cuando ya como que me aburría si las cosas andaban demasiado. Las mujeres manejan una economía de una casa, manejan la salud de la familia. No es que los hombres no lo puedan hacer, al contrario. Pero las mujeres somos también, tan capaces... Somos diferentes. Pensamos diferente. Tal vez yo me acostumbré a pensar más como piensan los hombres. Dejo de lado cosas a veces superfluas que me aburren. Y sí, porque viví siempre entre hombres. Hoy hay incorporadas en la empresa unas cuantas mujeres. No me siento más que un hombre pero tal vez tengamos más capacidad de hacer más cosas al mismo tiempo. Y de cansarnos menos.