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Sociedad Wanda Nara | Mauro Icardi | infancias

¿Hay algún adulto en la sala?: la disputa entre Mauro Icardi y Wanda Nara que deja en evidencia la desprotección de las infancias

La disputa entre Mauro Icardi y Wanda Nara vuelve a dejar en evidencia la desprotección de las infancias en conflictos judiciales y mediáticos. Isabella y Francesca son protagonistas involuntarias de una historia donde lo más urgente parece olvidado: escuchar y cuidar a las niñas.

La noticia está en loop en todos los medios de comunicación: la tele muestra fotos de Mauro Icardi con sus hijas y la China Suárez en un restaurante, reproduce los posteos del futbolista donde acusa a su exesposa, Wanda Nara, de hacer “falsas denuncias” por violencia. Periodistas toman posición: cada cual atiende su juego.

¿Y las niñas? Isabella (8 años) y Francesca (10) están en la línea de fuego. “Lo que preocupa es la salud integral de estas nenas, porque si pensamos bajo el arco de la Ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes, entonces sus derechos están siendo vulnerados permanentemente”, señala Bettina Calvi, doctora en Psicología, fundadora de la Asociación Civil de Altos Estudios en Violencias y Abusos Sexuales (AEVAS) y docente jubilada de la Universidad Nacional de Rosario.

El primer derecho vulnerado es el derecho a la intimidad: sus imágenes se viralizan, sin límites ni cuidados.

Infancias con derechos vulnerados

En la Argentina, a muchas niñas y niños se les vulneran derechos elementales: a la alimentación, a la vivienda, a la educación y al ocio (cuando deben trabajar para aportar en la economía familiar).

Fotos de la China Suárez con las hijas de Wanda Nara.png
Las hijas de Wanda Nara, y todos los niños involucrados en esta historia mediática, son tratadas como objetos, y expuestas todo el tiempo.

Las hijas de Wanda Nara, y todos los niños involucrados en esta historia mediática, son tratadas como objetos, y expuestas todo el tiempo.

En un invierno frío, pensar en los derechos de Isabella y Francesca puede parecer frívolo, pero no lo es: si a estas niñas, que gozan de muchos privilegios, se les vulneran derechos fundamentales, esto irradia a todas las infancias.

“Tanto por los mismos padres como por el acoso constante desde los medios, estas niñas son tratadas como objetos, están expuestas todo el tiempo”, advierte Calvi, y asegura que “esto inevitablemente tiene un costo psíquico para ellas”.

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Dan ganas de preguntar: ¿hay algún adulto en esta sala? A eso se refiere la especialista en infancias: “Padre y madre no deben olvidar que, por su condición de adultos, tienen la obligación de proteger a sus niñxs, ya que las heridas que la violencia provoca quedarán para toda su vida”.

La novela es infinita: desde 2021, Wanda, Mauro, la China —y sus hijos— forman parte de la vida cotidiana de los programas de chimentos. Disputas judiciales, decisiones contrapuestas, denuncias y contradenuncias mantienen a las niñas —en este caso— pero también a los otros hijos en cuestión, en la agenda de un conflicto que no provocaron.

Lo que quieren las niñas

El único que les preguntó a las niñas qué querían fue el juez Adrián Hagopian, quien recibió el pedido del futbolista para poder ver a sus hijas antes de su viaje a Turquía. Es que las nenas dijeron que querían ver a su papá, pero no ir con él a vivir al lejano país donde juega en el Galatasaray.

“Cuando las niñas viven violencia entre sus padres, también son víctimas de violencia. Y estas nenas lo son, no sólo de uno de los padres, sino de ambos”, plantea Calvi.

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Y aclara: “No me asombra que las niñas sean tomadas de este modo, porque sabemos que los derechos de niños y niñas son vulnerados en todos los lugares de la sociedad y en todos los estamentos sociales”.

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Aunque estas niñas en particular tengan su vida material más que resuelta, rodeadas de lujos. “Estas niñas deben ser escuchadas. Si ellas manifiestan que no quieren estar con su papá porque hay otras personas, o por lo que sea, hay que dar lugar a eso”, considera Calvi.

Pero la voluntad del padre es más fuerte. Pese a la orden judicial que pedía una incorporación paulatina de la nueva pareja de Icardi a la vida familiar, el primer día se produjo un nuevo encuentro.

La figura de la madre alienadora

El escándalo mediático tiene otros efectos: refuerza la figura de la madre manipuladora, que obstruye la relación de sus hijas con el padre. “Me impresiona cómo en el discurso social rápidamente se nutre la idea de la mujer alienadora, de la madre que les mete cosas en la cabeza a sus hijos”, observa Calvi.

Subraya que “por supuesto que hay madres tóxicas —para usar un concepto muy en boga—, madres manipuladoras, como también hay un montón de padres que lo son”. Y advierte: “Rápidamente, la condena hacia la madre es inevitable”. A partir de su larga trayectoria en el acompañamiento de infancias, considera que “esto es peligroso”.

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“No por Wanda Nara, sino por la cantidad de madres que denuncian los abusos o violencias sufridas por sus hijos e hijas, y que no tienen otra posibilidad que defender a esos niños o niñas”, dice Calvi.

Wanda Nara, foto con cannabis.jpg
Preocupa la lectura mediática y social de este caso, que alimenta la idea de la madre alienadora.

Preocupa la lectura mediática y social de este caso, que alimenta la idea de la madre alienadora.

Y recuerda que si un adulto conoce que un niño o una niña es víctima de violencia o de vulneración de derechos, “tiene la obligación de denunciarlo y defender” a esos niños. “Si una madre se entera de que su hija está sufriendo un abuso o maltrato, tiene la obligación de denunciar”.

“Es difícil despegar la problemática de los protagonistas, porque al ser famosos, de la farándula, generan amores y odios”, plantea.

La amenaza como forma de violencia

En ese sentido, señala que la amenaza —muchas veces concretada— de llevarse a los hijos a otro país —en este caso, de parte de Icardi—, es algo que ven habitualmente en su trabajo. “Hay muchas situaciones en las que el padre quiere imponer su voluntad aunque sea de modo violento, de arrancar a las niñas de su casa. La amenaza de llevarlas a otro país la vemos en muchos casos”, plantea.

Para Calvi, lo que aparece es “una encerrona”. Los niños o niñas no quieren ver al padre. Despeguemos el caso de Wanda: hay muchos otros con la misma estructura, donde las niñas, por determinadas conductas del padre, no quieren verlo, y la madre debe entregarlas de todos modos, con las niñas en crisis, muy angustiadas. “Las tiene que entregar obligatoriamente, porque si no, esa madre tiene una sanción penal”, explica la especialista.

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Y aclara: “No todos los padres son violentos o incapaces de alojar y cuidar a sus hijos”.

“Por supuesto que hay padres que ejercen muy bien su función y alojan amorosamente, que cuidan con una ética impecable a sus hijos e hijas. Pero lamentablemente hay otros que toman a sus hijas e hijos como objetos”, subraya.

Por eso le preocupa la lectura mediática y social de este caso, que alimenta la idea de la madre alienadora, que se ha manifestado dañina en muchos casos judiciales, ya que se inician con un prejuicio hacia la mujer que denuncia.