Es una de las plantas más resistentes y fáciles de cuidar, pero un error en el riego puede arruinarla.
La lengua de suegra es una de las plantas más típicas en las casas argentinas.
La lengua de suegra es una planta que combina belleza, resistencia y cero complicaciones. Pero hay un detalle clave que puede marcar la diferencia entre una planta radiante y una que se marchita: el riego.
A diferencia de otras plantas de interior, la lengua de suegra no necesita agua frecuente.
Durante la primavera y el verano, alcanza con regarla cada 10 o 15 días, ya que en esa época crece con más fuerza. Pero cuando llega el otoño o el invierno, conviene espaciar los riegos a una vez cada 20 o 30 días. En esos meses, la planta entra en reposo y el exceso de agua puede ser fatal: las raíces se pudren y la planta se pierde.
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Más allá de contar los días, lo más importante es mirar la tierra. Si el sustrato está completamente seco, es momento de hidratarla. Además, las hojas también hablan: si se ven blandas o pierden firmeza, la planta está pidiendo agua.
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Uno de los errores más comunes es pensar que más agua es mejor. Pero la realidad es otra: la Sansevieria es una suculenta que acumula reservas en sus hojas y tolera mucho mejor la sequía que el exceso de humedad. Por eso, siempre es preferible quedarse corto antes que regarla de más.
Para que la lengua de suegra se mantenga firme y de un verde intenso, lo ideal es regar directamente sobre la tierra, nunca sobre las hojas, y asegurarse de que la maceta tenga buen drenaje. Con este simple cuidado, la planta puede acompañar el hogar durante años y convertirse en la favorita de la casa.
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