Titanic se transformó en una de las películas por excelencia de la historia del cine. Si nos enfocamos en los números, actualmente está ubicada en el tercer lugar en el ranking de las películas más vistas de todos los tiempos.
La creación de James Cameron se estrenó en 1997 y sus laureles se vieron en los premios Óscar, con 11 estatuillas cosechadas. Se destacó la recreación perfecta del hundimiento del transatlántico y la calidad de quienes la interpretaron.
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Sin embargo, como suele ocurrir cada tanto, no todo es color de rosas, no todo pasa por el dinero embolsado. Siempre hay alguien que se ve invadido por el éxito y lo termina padeciendo, estando en la cresta de una ola que no siempre es fácil de surfear. A menudo es complejo sostener la presión que significa estar a la par de los grandes del cine de Hollywood.
Kate Winslet y Leo DiCaprio formaron una de las duplas más simbólicas de la pantalla grande. Sus nombres van de la mano cuando la mente nos lleva al séptimo arte. Sin embargo, el post Titanic no fue igual para los dos. Mientras DiCaprio le sacó provecho, le significó un plus a una carrera ya de por sí repleta de conquistas, con Winslet no pasó lo mismo. Ella misma se encargó de contar en cada entrevista que no disfrutó lo que vino después del suceso.
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Se sintió abrumada y en un momento pensó en dejar la carrera. No lo hizo, pero sí se alejó de las grandes producciones. Sintió que no estaba lista para ser parte de la industria cinematográfica y dio un paso al costado para tomar impuso y regresar con fuerza.
Lo que vino después de Titanic fueron trabajos menores: Hideous Kinky en el 98, Holy Smoke un año más tarde, Quills en 2000.
Fueron papeles con los que aprendió a relacionarse con sus fanáticos, con la prensa y hasta le permitió terminar de pulir su talento como actriz, ese que -según creyeron muchos- no, no había sacado a relucir en Titanic. Y no se lo perdonaron. Buscó las sombras para evitar las miradas, para luego regresar a lo más alto y transformarse en lo que es hoy: una de las actrices más prestigiosas, por la que los directores más afamados se pelean por tener.
“Me sentí intimidada, si soy honesta con lo que me pasó. Recuerdo que pensé: ‘Esto es horrible y espero que pase’. Definitivamente pasó, pero me hizo darme cuenta de que, si eso era ser famosa, no estaba lista para ser famosa. Definitivamente no”, explicó sobre la distancia que decidió tomar respecto al éxito para poder centrarse y volver a empezar.
A la par, y pese a su negativa, las propuestas laborales se multiplicaban. Las grandes producciones la convocaban para protagonizar, pero su cabeza no quería saber nada. Y Winslet se enfocó en proyectos independientes. “Me pasó todo muy rápido, cuando todavía estaba aprendiendo a actuar. Sentía que no estaba preparada para hacer muchos de los trabajos importantes en Hollywood. Traté estratégicamente de encontrar pequeñas cosas para poder entender un poco mejor el oficio y mantener cierto grado de privacidad y dignidad”.
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