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Economía inflación | Salario |

Los salarios siguen perdiendo contra el IPC y quedaron por debajo de los niveles de 2019

La inflación no se desacelera significativamente, el IPC mensual de julio fue del 7,4%, el de agosto cerró apenas un punto por debajo y las estimaciones para setiembre -por arrastre estadístico más el impacto de aumentos tarifarios, de prepagas y transporte público- hablan de un piso del 6%.

El primer semestre del año muestra una deriva inversa a la del 2021, cuando los salarios le ganaron al IPC por 2,5%. Sin bono generalizado a la vista y con una devaluación por goteo, en lo que va del año los registrados pierden un 0,5%.

En junio de este año y con Guzmán todavía en el Palacio de Hipólito Yirigoyen 250, escribíamos en AIRE que -sin un cambio rotundo de política económica- la inflación le iba a ganar a los salarios en 2022. El periodismo económico que sopa el mendrugo en ciencias aledañas decía que la inflación había superado la “barrera psicológica del 60% y el IPC de ese mes cerraría en 5,3%, para un acumulado del 31,7% anual y 71% internual.

También anticipábamos que Lavagna había desestimado el convite a sumarse al gabinete y le recomendaba al presidente un nombre con alto perfil político y un equipo económico con ideas homogéneas: Sergio Tomás Massa; que lejos de aspirar a la Jefatura de Gabinete o cualquier otro Ministerio, sabía que Economía era una posición de gobierno destacada, si le daban la autonomía que necesitaba para resolver el vacío de poder y los bloqueos cruzados entre los socios principales de la coalición.

A la fecha, pasó Batakis como una ráfaga, llegó Massa para aplacar los dólares paralelos (¿ilegales?), reformular la demorada segmentación tarifaria (que deja el 40% de los hogares sin subsidios en electricidad y el 38,1% en gas), mejorar el seguro contra devaluación de los agroexportadores (que permitiría obtener entre u$s2.000 y u$s 5.000 millones para engrosar las reservas del BCRA), recortar $128.000 millones al presupuesto público y ofrecer un bono de $48.000 para indigentes -por pedido expreso de Cristina Fernández- que evitó la escisión de Patria Grande. Pero la inflación no se desacelera significativamente, el IPC mensual de julio fue del 7,4%, el de agosto cerró apenas un punto por debajo y las estimaciones para setiembre -por arrastre estadístico más el impacto de aumentos tarifarios, de prepagas y transporte público- hablan de un piso del 6%.

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La inflación acumulada para los primeros meses de 2022 está en el 45,6%, la cifra para la variación interanual es del 74,1% para el mes de agosto y -depende de qué consultora lo pronostique- la inflación anual estará entre el 95 y el 100%. Con estas previsiones, paritarias que cerrarían el año en un 70% promedio (con grandes diferencias entre gremios fuertes y vinculados al agro y las finanzas y otros de servicios públicos y privados o ramas de actividad menos rentables) y sin la implementación de una suma fija que eleve rápidamente el piso salarial, es casi imposible que el gobierno pueda cerrar el año cumpliendo con una de las más potentes promesas de campaña: que los salarios le ganen a la inflación, aunque sea por 4/5 puntos.

Las cuentas que el FDT deberá rendir ante sus electores sería considerando punta a punta los años de gestión. ¿Cómo está la cuenta hasta el momento?

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Si consideramos los últimos 4 años, en base a estadísticas oficiales disponibles luego de la intervención del INDEC en 2016, tenemos que los salarios perdieron 20,24% de su poder adquisitivo. 20,6% sólo durante la gestión macrista (que produjo una variación negativa del Salario Mínimo, Vital y Móvil del 31%), que hoy pretende volver bajo la marca Juntos por el Cambio para hacer lo mismo pero más rápido. Recurriendo a neologismos que se entienden perfectamente, lo que pretende el Frente que da la batalla cultural para construir -no ya “el pobre de derecha”, que ya existe- sino el “esclavo que no sólo se piensa con la cabeza del amo, sino que expresa una gratitud e identificación total y perfecta”, es reformatear el país en un par de años sin mayores resistencias ni conflictos sociales, para lo cual necesita desactivar a Cristina Fernández y al kirchnerismo en general, los únicos fenómenos “inabsorbibles” según el gran Horacio González, los únicos que impiden cerrar el famoso GAN para el ajuste con moderados niveles de inclusión social periférica, que sueña Larreta y pidió descaradamente el Embajador Marc Stanley.

Presupuesto 2023 y correlación de fuerzas: otro país es posible, pero no por el momento

En su gira por los EEUU, Sergio Masa y Gabriel Rubinstein “compraron tiempo” para el gobierno nacional vía empréstitos y consiguieron dos resonantes: u$s 3.000 millones del BID que conduce el trumpista Mauricio Claver Carone (de los cuales u$s 1.200 millones van a reforzar reservas y el resto a financiar obras de infraestructura) y u$s 900 millones del Banco Mundial, que se suman a otros u$s 1.000 millones ya comprometidos con anterioridad.

También mostraron los números esenciales del Presupuesto 2023 que el Secretario de Hacienda Claudio Rigo y el equipo técnico del Ministerio de Economía compilaron en un borrador e incluye algunas estimaciones conocidas e impuestas por el FMI (crecimiento del 3%, déficit fiscal del 1,9%, una emisión monetaria no superior al 0,6% del PBI, una acumulación de reservas de u$s 4.000 millones). Entre las cifras que se filtraron figura una inflación anual “idealizada”del 60% y un recorte de subsidios a las empresas, que representará un 2,5 puntos del PBI. El nivel de inflación marcará seguramente el promedio esperado por el gobierno-no el techo sino más bien el piso- de las paritarias, siempre y cuando se morigere la escalada inflacionaria y el registro mensual del IPC oscile entre el 2 y el 3%, hoy casi una utopía.

Sergio Massa
En su gira por Estados Unidos, Sergio Massa

En su gira por Estados Unidos, Sergio Massa "compró tiempo" para el gobierno nacional.

No parece haber margen para un shock de ingresos que revierta sensiblemente la pérdida acumulada del poder adquisitivo de los salarios, que detallamos en la nota. Tampoco para implementar un piso de ingresos universal como el que promueve Juan Grabois o el Ingreso Complementario impulsado por Anabel Fernández Sagasti, con un costo fiscal 10 veces inferior. Hoy la palabra clave es estabilizar.

Es cierto que no se puede llamar a una masiva movilización popular cada vez que pretenda impulsarse una medida resistida por el establishment (que en muchísimos casos, de nacional no tienen ni la composición de sus capitales ni el domicilio fiscal). Pero resulta sugestivo que cuando se habla de las correlaciones de fuerzas, el gobierno cuente resignadamente a todos los factores de poder que siempre lo adversaron y desestime los millones que salieron a las calles a defender, no sólo a la dirigente más importante del espacio nacional y popular, sino al gobierno mismo, a un presidente sin chances de reelegir pero que podría usar la lapicera para corregir el rumbo y recuperar buena parte de los 4 millones de votos perdidos.