La inflación de agosto, del 4,2%, se descompone de un 3,2% para los bienes y casi el doble, 6,5%, para los servicios. A su vez, los precios regulados subieron 5,9%.
Hasta agosto, en ocho meses, la inflación promedio fue del 94,8% con una enorme brecha -de más de 60 puntos- entre la suba de los precios de los bienes (+ 80,3%) y la de los servicios (+143,1%). Esta diferencia golpea de manera distinta a las familias y personas, según el grado de uso o consumo de los servicios.
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Hacia delante el Gobierno nacional resolvió apretar los reclamos salariales, cuotificar los aumentos de los servicios regulados, seguir interviniendo con dólares de las reservas sobre las cotizaciones de los dólares financieros y continuar con la poda del gasto público. En este último punto, por ejemplo, congeló el bono de hasta $ 70.000 que perciben los jubilados de haber mínimos y submínimos luego del veto presidencial a la reforma previsional votada por el Congreso o con la reducción de los descuentos sobre los precios de un conjunto de medicamentos de los afiliados al PAMI.
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Entre las medidas de ajuste que impulsó el gobierno nacional para frenar la inflación está el recorte de los descuentos del PAMI en los medicamentos para los jubilados.
El veto presidencial a los cambios jubilatorios y al financiamiento educativo, la caída de las ventas minoristas y este nuevo ajuste sobre el empleo y los salarios han generado una decepción en la propia base electoral del Gobierno, sin que por hora ninguna fuerza política logre capitalizarla.
Eso le da aún un margen al Gobierno para continuar con los ajustes que logren reducir la tasa de inflación y que sea compatible con una mejora de la actividad económica. No obstante, el Banco Central continúa activamente vendiendo reservas para contener los dólares financieros, mientras los pagos de intereses y de vencimientos de capital siguen generando incertidumbre en el mundo financiero sobre la solvencia del Tesoro para afrontar los pasivos de corto plazo que debe afrontar el país.
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Para contener la tasa de inflación, el gobierno nacional decidió que el Banco Central continúe activamente vendiendo reservas para contener los dólares financieros.
A esto se agregan los mayores pagos de importaciones y la salida de dólares por los tours de compras de los argentinos a los países vecinos, dado los altos precios en dólares de los bienes y servicios en la Argentina.
En este punto, la apuesta del Gobierno es que el blanqueo le aporte al Banco Central una mejora las reservas brutas y que el vuelco de los dólares del colchón a la economía formal ayuden a apuntalar la actividad económica.
No obstante, según la Fundación Capital, “el freno en el proceso de desinflación obliga a repensar la estrategia de la política económica, con foco primero en quebrar la barrera del 4% y luego avanzar a la convergencia en el 2%. Sin dudas, las autoridades apuestan a que la reciente baja en el impuesto país (si bien de moderado impacto directo) admita una moderación adicional de las expectativas inflacionarias y que el registro del noveno mes tenga un 3% por delante.
Aún más, la magra evolución de la actividad económica limita la dinámica de los precios, a la vez que condiciona los reclamos salariales. En este sentido, las autoridades apuntan a lograr una moderación en las paritarias, mencionando que no se homologarán acuerdos por encima del 2% mensual en octubre y habiendo cerrado con el sector público una suba del sólo el 2% para septiembre y 1% para octubre. De esta forma, nuestro escenario continúa apuntando a una desaceleración de la inflación en el último cuatrimestre, aunque más lenta, llegando al 3% mensual en diciembre”.
Por su parte, la Consultora LCG advierte que “en el contexto incierto de acumulación de dólares, tarde o temprano se deberá tocar la configuración cambiaria para intentar torcer el flujo de entradas netas de dólares, y también solucionar el tema del stock, esto es, apurar un acuerdo con el FMI para conseguir un soporte adicional de desembolsos en el marco de un nuevo acuerdo. Conseguir ese acuerdo debería ser el eje rector de la macroeconomía, que sin dudas implicaría un ida y vuelta entre las dos partes sobre las condiciones y metas macro, dentro de las cuales seguramente estará la configuración cambiaria, incluyendo algún eje ordenador de expectativas para poder alcanzar un régimen de inflación baja (menos del 1% mensual)”.