Si faltaba algo para que la inflación de diciembre supere el 20%, se produjo este viernes 8: la suba de los precios de los combustibles de entre un 25 y un 30%.
Este aumento implica volcar nafta a la hoguera inflacionaria porque tiene una incidencia directa sobre los propietarios de los más diversos vehículos y un impacto indirecto sobre los costos y precios del transporte de las mercaderías.
Pero el incremento de este viernes 8 de diciembre no será el último del año. Porque dependerá de la devaluación de peso oficial que se anunciaría la semana próxima y que podría ser del 40, 60 u 80%, según las versiones que rodean al nuevo equipo económico. Y las petroleras volverían a incrementar los precios.
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Si la devaluación del 20% que implementó Sergio Massa a mediados de agosto descalabró los precios y toda la economía, un 40, 60 u 80%, en un contexto de precios libres, promete hacer estragos en la macroeconomía y en la economía familiar, en un país que ya tiene un 45% de pobreza.
Descontando esa devaluación, en estos días las remarcaciones de precios han sido y son incesantes.
Anticipándose a la devaluación, tras las elecciones, hubo una “alocada” remarcación de precios que ahora vuelve a cobrar fuerza por la suba de los precios de los combustibles, la maxidevaluación del peso oficial y la emisión monetaria que se avecina por la disparada de los bonos CER (se ajustan por inflación) y de las letras internas del Banco Central (equivalentes a U$S 5.000 millones) que se indexan por el dólar oficial.
Lo que para los ciudadanos de a pie son días, semanas y meses duros, para los tenedores de la deuda es un flor de obsequio de “pan dulce” y otros tantos regalos de Navidad, Año Nuevo y Reyes.
Por esta razón, los bonos de la deuda y las acciones suben sus cotizaciones porque la política económica se dirige a una libertad de precios, mayor estanflación y a ajustar la economía para asegurar el pago de la deuda.
El gran interrogante es cómo soportarán empleados, trabajadores, la clase media y los jubilados una nueva y más profunda caída del poder adquisitivo, agravado por la mayor recesión y los eventuales despidos más allá de los que podrían darse por ajustes en ministerios y secretarias del Estado.
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El nuevo gobierno asume con un crédito que surge del resultado electoral, pero más que un respaldo a esta versión del Rodrigazo fue un rechazo a las políticas que se implementaron luego del derrumbe de la convertibilidad.
En próximos días se conocerá la letra chica de las resoluciones, decretos y proyectos de ley que aplicará e impulsará Javier Milei y se podrá analizar con más precisión el rumbo económico que se avecina para los próximos meses, más allá de los rumores o trascendidos.
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