Después del impacto que dejó Adolescencia, Netflix revive una joya alemana que combina trauma, manipulación y misterio en una historia que no da respiro. Cuál es y de qué trata.
Netflix sigue sorprendiendo a quienes buscan series cortas, oscuras y emocionalmente intensas. Tras el éxito de “Adolescencia”, una nueva producción volvió a ganar protagonismo: Mi querida niña.
Esta miniserie alemana recuperó fuerza en el catálogo gracias al interés renovado por tramas que exploran las secuelas del trauma desde una mirada cruda y psicológica.
Todo comienza cuando Lena, una mujer visiblemente alterada, logra escapar de una cabaña oculta en el bosque junto a una nena llamada Hanna. Pero lo que parece ser una historia de liberación rápidamente se convierte en otra forma de encierro: el hospital, la policía y el peso del pasado la rodean sin descanso.
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A medida que la historia avanza, aparecen más incógnitas que respuestas. Nadie sabe con certeza quién es Lena, ni por qué Hanna actúa bajo reglas tan rígidas como inquietantes. Cada episodio introduce una nueva pieza que cambia por completo el rompecabezas.
Si Adolescencia atrapó por su realismo brutal y sus personajes quebrados, Mi querida niña lleva esa angustia a otro nivel. Las dos series analizan el trauma desde el silencio, el control y la identidad fracturada. Pero mientras en Adolescencia el dolor se camufla en lo cotidiano, en Mi querida niña se esconde detrás de una supuesta salvación.
La atmósfera es opresiva, y el guion nunca da concesiones. Lo incómodo no se suaviza. Lo emocional se transforma en físico. Y el espectador se ve forzado a enfrentar preguntas que incomodan tanto como las imágenes.
Mi querida niña tiene solo seis capítulos de aproximadamente 50 minutos. Es ideal para quienes prefieren series breves, pero que no dejan de lado la profundidad. Cada entrega revela una capa más del conflicto, con giros inesperados, actuaciones impecables y una puesta en escena que potencia el suspenso psicológico.
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