Napoleón Bonaparte, una figura histórica que siempre estuvo envuelta en controversia, continúa generando debates con su representación en la nueva película de Ridley Scott. Este filme, que explora su compleja existencia y ascenso al poder tras la Revolución Francesa, desató polémicas desde su producción hasta el lanzamiento de su tráiler. La obra recibió críticas particularmente severas por parte de los historiadores franceses, quienes cuestionan las "licencias creativas" tomadas en la representación de los eventos y personajes históricos.
Joaquin Phoenix encarna magistralmente a Napoleón Bonaparte, mientras que Vanessa Kirby da vida a Josefina Bonaparte, explorando no solo el meteórico ascenso y la estrepitosa caída de uno de los estrategas militares más emblemáticos de la historia, sino también la complejidad de su relación amorosa. A lo largo de sus 2 horas y 38 minutos, la película alterna entre el poderío estratégico de Napoleón y la intensidad de su vínculo con Josefina. Aunque la narrativa tiende a enfocarse en su romance, las actuaciones de Phoenix y Kirby realzan cada faceta de estos personajes históricos, sumergiendo al espectador en una experiencia cinematográfica que va más allá del campo de batalla
Ridley Scott, reconocido por su audacia cinematográfica, atrajo críticas por las libertades creativas tomadas al representar la vida de una figura histórica francesa emblemática. A pesar de las controversias, Scott se mantuvo firme, incorporando en su película escenas ficticias, como proyectiles de cañón impactando las pirámides de Egipto en medio de la conquista de Napoleón.
“Los franceses ni siquiera se gustan a sí mismos”, respondió Scott desafiante. “El público parisino quedó fascinado con ella”. No obstante, estas interpretaciones no fueron bien recibidas por todos. Patrice Gueniffey, un destacado biógrafo de Napoleón, criticó duramente el film en la revista Le Point, calificándolo de ser una narrativa “muy antifrancesa y pronunciadamente probritánica”.
Las secuencias de batalla en esta película son un testimonio del talento cinematográfico de Ridley Scott, quien logra plasmar con maestría cada enfrentamiento. Esta obra destaca como uno de sus mejores trabajos dentro del género, evidenciando un impresionante despliegue de recursos como un generoso presupuesto, un numeroso elenco de extras, un vestuario detallado y locaciones impactantes.
Un ejemplo emblemático es la recreación de la histórica Batalla de Austerlitz en 1805. Aquí, Scott capta magistralmente el momento en que el ejército ruso es engañado para avanzar hacia un lago helado, una escena impactante que, aunque filmada en un aeródromo a las afueras de Londres, transmite con fidelidad la tensión y dramatismo del evento histórico, culminando con el momento crítico cuando los cañones disparan y los soldados rusos caen en las gélidas aguas.
A pesar de que la película no logra capturar por completo la precisión de las tácticas napoleónicas, sobresale en su representación de las cargas de caballería, que son visualmente impresionantes, aunque históricamente inexactas, ya que Napoleón nunca lideró una de la manera retratada. La recreación de la batalla de Waterloo, el evento que marcó el fin de la carrera militar de Napoleón, es magistralmente llevada a la pantalla. En ella, se palpita la tensión y se visualizan los errores estratégicos del emperador francés, conduciéndolo a su infame derrota.
Las secuencias de guerra son de una grandiosidad notable, fruto del empeño y pasión del director. Esta dedicación llegó al punto de reescribir el guion a instancias de Joaquín Phoenix, quien buscaba añadir mayor profundidad a su personaje. Esta decisión llevó a que actor y director se aislaran durante dos semanas para redefinir el enfoque del film.