Muchos defendían a rajatabla al amateurismo pero, si el rugby quería continuar siendo atractivo para el resto de espectadores del mundo, necesitaba cambiar. No había otra opción, y lo terminó haciendo.
Menos de dos meses después de la finalización del Mundial de Sudáfrica 1995 –donde los Springboks lograron el primer título de su historia– la International Rugby Board (IRB) anunció el paso al profesionalismo por primera vez desde su fundación y, a partir de ahí, este deporte entró de lleno en la era moderna, explotando todos sus recursos y espectacularidad.
Pero, para que crujieran los cimentos de una tradición centenaria, hubo un tren expreso de 1,96 metro y 120 kilos, que corría los 100 metros en menos de 11 segundos, que con su fenomenal potencia aplastaba –literalmente– a quienes trataban de detenerlo, y que fue absolutamente decisivo para este cambio.
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En el Wesley College, Lomu integró el plantel de rugby del First XV. Poco después, se unió al equipo que participó en el campeonato Nacional Provincial de los Condados de Manukau (NPC); entre 1991 y 1992 integró la Selección M17 de Nueva Zelanda y, entre 1992 y 1993, formó parte del combinado de las escuelas secundarias de su país.
Fue en ese mismo Mundial de 1995 donde Jonah Lomu, el imparable wing de los All Blacks, se convirtió en la primera megaestrella global del rugby.
El rating televisivo se triplicó, nuevos sponsors no quisieron quedarse fuera del nuevo orden que se avecinaba y, además, entusiasmados por su juego, miles de niños querían ser Jonah Lomu.
El público exigía espectáculo, velocidad, potencia avasallante. Quería más Lomus…
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Y, así, bajo el hipnótico magnetismo de este neozelandés, de origen humilde y que llegó a lo más alto merced a su duro sacrificio –y del que hoy se cumplen nueve años de su prematura partida– el rugby se convertiría en un deporte profesional.
Su destino era ser rugbier
Jonah Tali Lomu vino al mundo en Pukekohe, al sur de Auckland, Nueva Zelanda, el 12 de mayo de 1975 y, al nacer, pesó 5 kilos. Vivió sus primeros años en Tonga –de donde son originarios su padre, Semisi, y su madre, Hepi– y, luego, lo hizo en Mangere, un humilde suburbio de Auckland, con sus hermanos John, Sela, Irene y Noah.
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El 26 de junio de 1994 y, con 19 años y 45 días, Jonah se convirtió en el jugador más joven de la historia en debutar en los legendarios All Blacks. Por sus sobresalientes condiciones, el entrenador Lawrence William (Laurie) Mains lo había convocado para dos test matches ante Francia. Ese día y, en el Lancaster Park de Christchurch, los neozelandeses cayeron por 22 a 8 ante Les Bleus.
“Mis padres no querían que anduviera entre pandilleros y mezclado en lugares peligrosos, llenos de violencia callejera”, recordaría Jonah quien, por su imponente contextura física, a los 12 años aparentaba tener 18 y, en ese tiempo, enfrentaba –y noqueaba– a jóvenes que lo doblaban en edad.
Cuando tenía 14 años, sus padres lo enviaron al Wesley College, una escuela metodista de Auckland, donde ingresó como alumno pupilo. Inicialmente, allí practicó rugby league (que es una modalidad de 13 jugadores) y debieron fabricarle una cama especial porque, con esta edad, ya medía 1,90 metro.
En la escuela, su entrenamiento de velocidad incluía correr por el campo y tirar de un rodillo de césped con una cuerda atada alrededor de su cintura.
Alto y fornido, marcó 10”86/100 en los 100 metros llanos y, a los 18, en los intercolegiales provinciales, se impuso en los 110 metros con vallas y en la posta de 4x100, junto con las pruebas de lanzamiento de jabalina, y las de salto en largo y salto triple.
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Lomu fue incluido en la Selección de su país para el Mundial de Sudáfrica 1995 y, con la camiseta N° 11 de los All Blacks, anotaría siete tries en cinco partidos, incluidos cuatro en la semifinal contra Inglaterra (foto). Aunque Jonah fue distinguido como el Mejor Jugador del certamen, el título fue para los Springboks.
En esta etapa en el Wesley College y, entrenado por Chris Grinter, integró el plantel de rugby del First XV de la escuela; poco después, se unió al equipo que participó en el campeonato Nacional Provincial de los Condados de Manukau (NPC).
Como no tenía techo, entre 1991 y 1992 integró la Selección M17 de Nueva Zelanda y, entre 1992 y 1993, formó parte del combinado de las escuelas secundarias de su país. “Necesitaba canalizar mis fuerzas y, en el rugby, pude hacerlo”, rememoraría años después.
Su debut en los All Blacks
En 1993, Lomu representó a Nueva Zelanda con la Selección M19; al año siguiente, hizo lo propio con la M21 y, en el Seven de Hong Kong de 1994, llamó la atención de todos por su fortaleza, velocidad y potencia.
El 26 de junio de 1994 y, con 19 años y 45 días, Jonah se convirtió en el jugador más joven de la historia en debutar en los legendarios All Blacks. Por sus sobresalientes condiciones, el entrenador Lawrence William (Laurie) Mains lo había convocado para dos test matches ante Francia.
Ese día y, en el Lancaster Park de Christchurch, los neozelandeses cayeron por 22 a 8. A la semana siguiente, Lomu también disputó el segundo choque ante Les Bleus y, en el Eden Park de Auckland, los franceses volvieron a imponerse, esta vez por 23 a 20.
Su explosión en Sudáfrica 1995
Lomu fue incluido en la Selección de su país para el Mundial de Sudáfrica 1995 y, tanto propios como legos, conocieron a un súper atleta que, con la camiseta N° 11 de los All Blacks, anotaría siete tries en cinco partidos, incluidos cuatro en la semifinal contra Inglaterra.
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Tras el Mundial de Sudáfrica, Lomu formó parte de la Selección neozelandesa que intervino en el Tri Nations de 1996, el primero de su tipo y que se disputó con el advenimiento del profesionalismo en el rugby. Con sendas victorias sobre Sudáfrica y Australia (foto), los All Blacks se convirtieron en los primeros campeones de este certamen.
El estilo de ataque de Lomu era de máximo poder, ya que tendía a chocar directamente con cualquier defensor que tuviera la desgracia de interponerse en su camino.
Jonah marcó dos tries contra Irlanda, otro contra Escocia, y cuatro frente a los ingleses, que no pudieron hacer absolutamente nada para detener a una montaña de músculos que era fuerte como un toro y corría más rápido que una gacela.
En el más recordado, directamente atropelló a Mike Catt, quien era su último obstáculo antes del ingresar al ingoal rival, y el que aún hoy se pregunta qué tren lo embistió a máxima velocidad.
Aunque Lomu fue distinguido como el Mejor Jugador del certamen, el título fue para los dueños de casa: en una épica final en el estadio Ellis Park de Johannesburgo, los oceánicos fueron derrotados por 15 a 12 por los Springboks.
La imagen avasallante de Lomu –que ganaría millones en contratos de marketing con gigantes comerciales como McDonald's, Adidas, Reebok y Heineken, entre otros– fue decisiva para que la popularidad del rugby a lo largo del mundo alcanzara marcas nunca vistas.
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En el Mundial de Gales de 1999, Lomu superó su marca de tries, ya que anotó ocho: dos a Tonga, uno a Inglaterra, dos a Italia, uno a Escocia y, ya en semifinales, anotó dos más ante Francia (foto) que, en el estadio de Twickenham, Londres, eliminó a los Hombres de Negro al vencerlos por 43 a 31. A la fecha, es el único jugador que se consagró tryman en dos Copas del Mundo.
A partir de su explosiva aparición, el público exigió la presencia de jugadores capaces de correr más rápido, de ser más fuertes, de anotar más tries…
En fin –y para negocio de las cadenas televisivas–, capaces de ofrecer un mayor espectáculo.
La primera alerta de su salud
Tras este Mundial, formó parte de la Selección neozelandesa que intervino en el Tri Nations de 1996, el primero de su tipo y que se disputó con el advenimiento del profesionalismo en el rugby.
Con sendas victorias sobre Sudáfrica y Australia, los All Blacks se convirtieron en los primeros campeones de este certamen (desde 2012 llamado The Rugby Championship, donde el cuarto equipo que participa es el de la Argentina).
Pero, a fines de 1996, su salud encendió todas las luces de alerta: se le diagnosticó un “síndrome nefrótico”, un trastorno renal que hace que el cuerpo excrete demasiadas proteínas en la orina y, generalmente, se debe a daños en los racimos de vasos sanguíneos diminutos de los riñones que filtran los desechos, y el exceso de agua de la sangre.
Su carrera deportiva quedó en suspenso pero, su fortaleza física y anímica, le permitieron recuperarse y, tras completar su tratamiento, en 1998 ganó la medalla de oro representando a Nueva Zelanda en el Sevens Rugby en los Juegos de la Commonwealth de Kuala Lumpur, Malasia.
El Mundial de Gales 1999
En este certamen –que sería el último de su trayectoria en el rugby del más alto nivel–, Lomu superó su marca de tries, ya que anotó ocho: dos a Tonga, uno a Inglaterra, dos a Italia, uno a Escocia y, ya en semifinales, anotó dos más ante Francia, que eliminó a los Hombres de Negro al vencerlos por 43 a 31.
El neozelandés Julian Savea y sudafricano Bryan Habana igualaron esta marca en Francia 2007 e Inglaterra 2015, respectivamente pero, la misma, nunca fue superada.
Lomu también comparte la distinción de ser el máximo anotador de tries en la historia de los Mundiales junto con Habana, con 15. Sin embargo, lo que al sudafricano le tomó tres torneos conseguirlo (entre 2007 y 2015), Lomu lo logró en solo dos.
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En 1996, le diagnosticaron un “síndrome nefrítico” y, luego de su tratamiento, pudo volver a jugar. El 28 de julio de 2004 fue sometido a un trasplante de riñón y, el sábado 4 de junio de 2005, en Twickenham, participó en el partido despedida del inglés Martin Johnson, a quien le estrecha la mano en la foto.
Con solo dos rutilantes participaciones en los Mundiales, Lomu había hecho historia y se había convertido en uno de los iconos más emblemáticos de su generación y del rugby de todos los tiempos.
Otro momento brillante de Lomu llegó en el que se recordará como el Partido del Siglo, disputado el sábado 15 de julio de 2000 contra los Wallabies, ante una multitud récord de 109.874 espectadores en el nuevo Estadio Olímpico de Sidney.
Los All Blacks ganaron 39 a 35 gracias a un try anotado por Jonah en el último minuto del encuentro tras eludir a los desesperados tackleadores australianos.
Jonah también llevaría a la coronación al equipo de Seven de Nueva Zelanda en el Mundial 2001 de la modalidad, en Mar del Plata, tras superar en la final a Australia por 31 a 12.
El fin de su carrera en el rugby de elite
Tras el primer impasse en su carrera, Lomu había podido seguir jugando al rugby merced a una medicación muy agresiva pero, sus maltrechos riñones, fueron minando su salud.
En mayo de 2003, la New Zealand Rugby anunció que Jonah era sometido a maratónicas sesiones de diálisis tres veces por semana. Este tratamiento provocó graves daños en los nervios de los pies y las piernas; así se fue reduciendo la movilidad de su tren inferior, al punto de necesitar una silla de ruedas para desplazarse.
A los 28 años, quien apartaba rivales de su paso con una facilidad extraordinaria y parecía un tanque de guerra vestido de negro, casi ni podía utilizar las escaleras de su casa.
Finalmente, el martes 28 de julio de 2004 se sometió a un trasplante de riñón en Auckland y, el donante, fue su amigo Grant Kereama, un conductor de radio de Wellington.
El regreso, y el retiro definitivo
En enero de 2005, Lomu anunció que integraría uno de los equipos que, en el estadio de Twickenham, participarían en la despedida del inglés Martin Johnson. El 4 de junio siguiente volvió a jugar y anotó un try, pero se lesionó un hombro, el que debió operarse.
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Ya retirado, Lomu fue designado embajador de la organización benéfica infantil Unicef Nueva Zelanda. En la foto, posa con su tercera y última esposa, Nadene –con quien se casó en 2008–, y sus dos hijos, Brayley (izquierda) y Dhyreille.
Antes de volver al rugby profesional, la Agencia Mundial Antidoping le otorgó un permiso especial ya que, unos de los medicamentos que le habían recetado luego de su trasplante renal, figuraba en la lista de sustancias prohibidas de dicho organismo.
El 8 de abril de 2005 firmó un contrato de dos años para actuar en la Primera División de Nueva Zelanda con los North Harbour y, a partir de ahí, jugaría esporádicamente en su país y en Escocia (lo hizo para los Cardiff Blues, de la Magners League).
Su gran objetivo era volver a vestir la camiseta de los All Blacks pero, como nunca volvió a ser contratado por un equipo neozelandés del Súper 14 –el torneo de clubes más importante del hemisferio sur, y que era un requisito absolutamente ineludible para integrar la Selección–, su sueño de participar en el Mundial de Francia 2007 se había terminado.
A medida que su carrera como jugador llegaba a su fin, Lomu se convirtió en un activo defensor de organizaciones benéficas de salud, tal como Kidney Kids.
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Jonah Lomu falleció en la mañana del miércoles 18 de noviembre de 2015 en su casa de Auckland. Tenía 40 años. Su multitudinario funeral se realizó 12 días después en el estadio Eden Park de Auckland. Su féretro ocupó el centro de la cancha y, junto con su viuda, hijos, padres y hermanos, más de 10.000 personas rindieron homenaje a su memoria.
El 4 de junio de 2007 fue nombrado miembro de la Orden del Mérito de Nueva Zelanda y, el 9 de octubre de 2010, ingresó al Salón de la Fama de la World Rugby.
Su vida privada
Lomu se casó tres veces. En 1996, lo hizo con la sudafricana Tanya Rutter, de quien se divorció en 2000; en agosto de 2003, contrajo enlace con Fiona Taylor (quien se convirtió en su manager), relación que concluyó en 2008 y, el motivo de su segundo divorcio, fue su nueva mujer, Nadene Kuiek, quien lo acompañaría hasta su muerte y con la que tuvo dos hijos: Brayley (nacido en 2009) y Dhyreille (en 2010).
Su muerte
Jonah Lomu falleció en la mañana del miércoles 18 de noviembre de 2015 en su casa de Auckland. Tenía 40 años. Desde 2011, sus problemas renales se habían agravado; su salud fue deteriorándose paulatinamente y, su deceso, provocó una honda conmoción en el mundo del deporte en general, y del rugby en particular.
Su multitudinario funeral se realizó 12 días después en el estadio Eden Park de Auckland. Su féretro ocupó el centro de la cancha y, junto con su viuda, hijos, padres y hermanos, más de 10.000 personas rindieron homenaje a su memoria.
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando los por entonces jugadores y ex jugadores de los All Blacks realizaron el haka, la tradicional danza guerrera maorí.
Los familiares de Lomu vistieron camisetas de la Selección neozelandesa con la imagen del emblemático helecho plateado, aunque con una de sus hojas desprendiéndose del mismo; algunos optaron por llevar la número 11, con la que Jonah jugaba y, otros, decidieron ir vestidos como guerreros maoríes.
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En el funeral de Jonah, sus familiares vistieron camisetas de la Selección neozelandesa con la imagen del emblemático helecho plateado, aunque con una de sus hojas desprendiéndose del mismo. Uno de los momentos más emocionantes fue cuando los por entonces jugadores y ex jugadores de los All Blacks realizaron el haka, la tradicional danza guerrera maorí.
"Te fuiste Amigo... Amigo... Con un corazón gigante... Con una humildad gigante... Siempre te voy a recordar... Siempre... Ahora me siento pequeño, como cuando jugábamos en contra o juntos... Como cuando te abrazaba... Era abrazar un niño gigante... Un amigo gigante... Te voy a extrañar big man... Siempre... Fuiste único", fue la sentida despedida de Agustín Pichot al enterarse de la muerte de Lomu.
"Fue un gigante del deporte. Llevó nuestro deporte a un nuevo nivel", dijo el por entonces presidente de la World Rugby, el francés Bernard Lapasset, durante la ceremonia, que concluyó con la suelta de 40 palomas blancas, una por cada año que Jonah vivió.
Sus restos fueron sepultados en el cementerio Manukau Memorial Gardens, al sur de la ciudad de Auckland.
Su inmenso legado
Lomu sumó 215 tantos en la Selección de Nueva Zelanda, al anotar 43 tries en 73 partidos y, en el historial, es el jugador número 941 que se convirtió en un Hombre de Negro.
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El 11 de junio de 2018 y, en el Manukau Memorial Gardens de Auckland, donde descansan los restos de Jonah Lomu, su viuda, Nadene, y sus hijos Brayley (izquierda) y Dhyreille, inauguraron una lápida (foto) sobre la tumba de quien brillara con los All Blacks.
Lo único que le faltó fue consagrarse campeón mundial pero, su legado, es muchísimo más grande que un título. Lomu supo ser el mejor jugador del mejor equipo del planeta y, ningún wing, volvió a ser visto con los mismos ojos con los que el público se deleitaba cuando él apoyaba la guinda en los in-goals rivales.
A pesar de todo lo que debió sortear en su vida, Jonah nunca dejó de ser un referente de grandes y chicos y, sin dudas, fue el mejor ícono que podía tener el rugby.
Su aparición cambió para siempre a este deporte y su concepción mediática ya que, nunca antes, un jugador se convirtió en el gran ídolo de masas.
Dos de sus marcas registradas fueron su potencia devastadora y la extrema dureza con la enfrentaba a sus adversarios. Una vez, en una entrevista, un periodista le preguntó: “¿Usted conoce el miedo, señor Lomu?” A lo que el gigante, con total naturalidad, le contestó: “Sí, lo he visto en los ojos de mis rivales”.
Hace hoy nueve años, el genial guerrero maorí se convirtió en leyenda y, entre tantas frases que se pronunciaron el día de su despedida, hubo una que resumió brillantemente lo que significó para este deporte: “El rugby que juegan en el cielo se acaba de hacer más rudo”.
Descansá en paz, Jonah. Y muchas gracias por tanto.